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Yucatán

Transición no debe afectar servicios a la población

Manuel Tejada Loría*

Y finalmente ocurrió, menos de un mes después de que se publicara en este mismo espacio la alerta de “Peligro de accidente en vialidades de Mérida” (Ciudad, pág. 14, 20 de agosto del 2018), donde señalábamos que la construcción de un restaurante que ahora ya no funciona ocultó el señalamiento de alto ubicado en el crucero de las calles 37 por avenida 62 de Ciudad Caucel.

La noche del pasado lunes 3 de septiembre, a las 20 horas aproximadamente, se suscitó un accidente vehicular precisamente allí, en las calles 37 x 62. Un accidente con relativa suerte, ya que no hubo lesionados de gravedad ni cuantiosos daños materiales. Puesto que la avenida 62 es una de las arterias de ingreso al fraccionamiento Ciudad Caucel, y donde suelen transitar vehículos de todo tipo, incluyendo los autobuses de transporte público de pasajeros, la situación pudo ser más desafortunada. La calle 37 es perpendicular a la avenida 62, la atraviesa y no hay un alto visible que indique el necesario ALTO en dicha esquina. Para quien transita cotidianamente, ya se hizo costumbre frenar, pero para quien por primera vez circula por ahí, casi siempre se sigue de largo.

¿A quién le corresponde esta vigilancia permanente de que las señales de tránsito y vialidad sean visibles y oportunas? ¿Es deber de la Secretaría de Seguridad Pública? ¿En qué medida el Ayuntamiento, al otorgar permisos de construcción para comercios, verifica que los señalamientos viales no resulten cubiertos? ¿Qué sentido común ha de tener el responsable de una construcción que afecta la vialidad al tapar los señalamientos de la ciudad?

En verdad espero que las autoridades correspondientes tomen cartas en el asunto, que tanta demora no derive en un accidente de magnitudes lamentables. El estado se configura en la medida que responde a las necesidades de la ciudadanía, a la comunicación y respuesta de las instituciones para con sus gobernados. La ausencia de esta respuesta deriva muchas veces en caos y descontrol, e insisto, solo se trata de reubicar la señal de ALTO para que sea visible para los conductores. ¿O el ciudadano debe hacerlo por cuenta propia?

Ahora bien, esta actitud de ausencia de respuesta o acción institucional suele ser más evidente cuando finaliza una administración. Como si los últimos meses, el servicio público entrara en una desbandada de responsabilidades y todos eludieran el encargo institucional. ¿Por qué tiene que ser así?

La transición de gobierno, a cualquier nivel, tiene que garantizar que los servicios públicos a la sociedad continúen sin demora alguna. Existe un protocolo específico para que no se vea afectado ningún servicio, y que para efectos de la armonía social, resultan de prioridad en su mayoría (como el caso del ordenamiento de las vialidades y sus señales de tránsito, por ejemplo).

Imagínese que por la transición de gobierno las áreas de salud se vean afectadas. Que el personal médico, por no conocer quién será el próximo secretario de Salud, permaneciera en sus consultorios esperando “nuevas disposiciones”. Que por lo mismo no se dé continuidad a la gestión de vacunas y medicamentos. Las repercusiones serían demoledoras para la sociedad. Pues bien, en cada ámbito del servicio público es lo mismo: seguridad, cultura, vivienda, medio ambiente, todos son parte de un engranaje preciso para que la sociedad funcione.

Me enteré lamentablemente de espacios que se han cerrado por este peculiar motivo (el famoso “cambio de administración”) para ciudadanos y ciudadanas que de manera voluntaria realizan alguna labor altruista o de índole cultural. Mientras se siga ignorando la dimensión social del servicio público –de lo que representa ser un servidor público– estaremos en manos de zánganos vividores jugando a ser dios.

* Integrante del colectivo Disyuntivas.

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