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Yucatán

Día de San Valentín en 1974

Víctor Salas

Cuando mataron al “Charras” tenía 25 años. Han transcurrido 45 febreros desde entonces. Hoy el líder de los sindicatos independientes Jacinto Canek tendría 70 años y me pregunto cómo sería hoy su vida de líder de la clase trabajadora, qué relación tendrían con gobernantes como Patricio Patrón Laviada, Ivonne Ortega Pacheco o Rolando Zapata. Con seguridad hubiera tratado con Fox, Calderón o Peña Nieto, Presidentes todos ellos, de las desapariciones humanas o de los crímenes por demandar cualquier derecho elemental humano. ¿En estos años, hubiera corrido la misma suerte que le tocó con el Gobernador Carlos Loret de Mola? Si se hubiera casado y tenido hijos ¿seguiría en la lucha por los demás o estaría dedicado al cuidado y educación de sus posibles nietos? Hoy, ¿estaría afiliado al PRD o a Morena? O ¿seguiría en la lucha independiente por un sindicalismo digno?

Hoy veo a su compañero de lucha y testigo de aquel secuestro, Pedro Quijano, que no ha claudicado en mantener la imagen del asesor sindical secuestrado y me imagino que ambos seguirían en la misma vertiente porque hay seres que nacen para morir verticalmente, envueltos en su predestino de luchadores sociales. En nuestro Por Esto! tenemos como ejemplo de esa posición inclaudicable al periodista Mario Renato Menéndez Rodríguez. Hay seres que nacen luchadores para toda la vida.

Pedro Quijano, la noche del miércoles 13 de febrero de 2019, en la Casa de la Historia, habló sobre los pormenores del secuestro, asesinato y posterior movimiento popular-estudiantil y lo hizo con la fe de tener que seguir en ese camino en el que se ha negado el reconocimiento al mártir por parte de la institución a la que perteneció, la Universidad de Yucatán. Junto con ello declaró que se ha dedicado a hacer acopio de documentos y testimonios de ese suceso. Eso significa que hay miles y miles de asuntos por conocer porque la participación para exigir justicia al gobierno fue de millares de jóvenes y adultos de toda condición y clase social.

Después de 45 años todavía tengo en la memoria a la mestiza cincuentona y enjuta que llegó al edificio central con su hijo adolescente en el anochecer y le dijo: “ahitá, ya trancaron el portón porque dicen que lo van a tirar los polecías, no lo vayas a dejar, ¿l´oiste? ¡Cualquier hueputa que quiera entrar le rompes su madre! ¡Yo voy arriba porque dicen que también quieren brincar por la azotea!

Así como la anterior debe de haber otras muchas actitudes y anécdotas, porque a cuidar cada noche el edificio central llegaban mestizos adultos y colonos ya entrados en edad provenientes de distintas colonias de la ciudad. Quizá Pedro Quijano tendría que hacer una titánica labor difusiva para que todos los participantes en el movimiento del 74 se enteren de sus intenciones y estoy seguro que obtendría mucho éxito. Muchos de todos aquellos participantes deben tener setenta años o un poquito más. El asunto sería no focalizar todo en las cabezas visibles de ese movimiento, que actuaron por circunstancias diversas. En cambio el pueblo, el participante ajeno a ismos, lo hace por solamente la fe, por credulidad, lo hace sin ningún interés de por medio, actúa por la sola causa que considera injusta. Y va con todo. Sin medir consecuencias, como la madre mestiza que he narrado.

Estoy seguro que a Pedro le hace falta ayuda para lograr lo que pretende con Efraín Calderón Lara. Es importante que la solicite, la exponga. Yo mismo no conozco de qué modo se le ayudaría.

La conferencia tuvo la participación artística de otro personaje que va de manera sostenida en la causa de la izquierda, el cantante Jorge Angulo, quien con su voz y guitarra nos hizo recordar a todas las glorias de aquellos años: Violeta Parra, Víctor Jara, Mercedes Sosa, Intillimani, los Calchaquis, Atahualpa Yupanqui o Daniel Viglieti. Fue toda una época de revolución y de revolucionarios artistas de gran peso universal.

Vamos a seguir dando la batalla, recalcó Pedro Quijano. Y no me cabe la menor duda de sus palabras porque en los hechos eso hace cada día, batallar para impedir que el “Charras” se diluya en la nada como desearía, inexplicablemente, la oficialada.

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