Conrado Roche Reyes
Esto sólo se ve en el ajedrez. Niños y ancianos, incluso nonagenarios, suelen batirse en duelo, tablero de por medio, o bien luchar uno al lado del otro, codo con codo, en competencias en las que se rinde culto a Caissa, la diosa del juego.
Yucatán siempre ha marcado el paso en las divisiones infantiles y juveniles de esta disciplina considerada deporte, arte y ciencia, se registran esas escenas como en ningún otro estado. En todos los espacios donde se juega ajedrez, esos episodios son cosa común.
En los diversos torneos que se realizan periódicamente, reunen a pequeños de hasta seis o siete con veteranazos de incluso noventa años. Y con frecuencia chocan entre sí en las competencias de primera, segunda, tercera y o cuarta fuerza. Sólo en los eventos infantiles o de la tercera edad (se juega en una sola categoría cada cierto tiempo, no coinciden los más tiernos con los más experimentados guerreros del tablero.
Auténticas postales captan diversas cámaras de padres de familia y aficionados en cada uno de dichos eventos. En el tablero se puede ver, hombro con hombro, a esforzados combatientes de la tercera edad y a niños y jovencitas. Se puede ver a un Calderón, con mucho más de ochenta abriles, al lado de una chica de Sub 12, así como a Manuel Ley de más de 70 años, al lado de otra chica de Sub 12, o contra la precoz Jimena cuando apenas tenía siete años.
El Matusalén de los ajedrecistas de Yucatán es Oscar Torres Valdez, ingeniero civil jubilado.
Unos meses más joven, Don Martín Aguilar Vivas, ejercita sus neuronas ensayando jugadas para cerrarle el paso con esa actividad al mal de Alzhaimer. Dicen los entendidos que se ha buscado por todo el mundo a algún ajedrecista con ese padecimiento y aún no lo encuentran. Algo de cierto debe de haber en la versión de que el juego ciencia es el mejor antídoto para ese flagelo mundial de la humanidad.