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Yucatán

Los de nuestra generación ( y II )

Roger Aguilar Cachón

Siguiendo el tenor de la nota anterior, y cual pájaros en primavera, revolotean en mi mente, atacada de vez en cuando por los estragos del olvido, llegan como gota que rompe la roca algunos recuerdos que conforman lo que de mi generación. Como olas en alta mar, vienen y van y trato de atraparlos para poder transcribirlos y hacer de esta nota un viaje al mundo de los recuerdos.

Somos de los que escribíamos cartas a nuestros amigos en otra parte del mundo y esperábamos ansiosos la llegada del cartero. También fuimos protagonistas de las cartitas a nuestra enamorada, aquellas notas de amor y cariño que hacíamos llegar por parte de un buen amigo o amiga y quien siempre nos llevaba alguna respuesta.

Los de nuestra generación acudíamos al cene a ver tres películas de un tiro, ya sea en el Esmeralda (An Cristóbal), San Juan (barrio del mismo nombre) o Alcazar (Mejorada), no recuerdo haber acudido al Cantarell, Colón, Peón Contreras o Fantasio a ver una serie de películas. Con sillas de madera y en algunos lugares con un poco de animalillos como lo son pulgas, piojos o alguno que otro desconocido, acudíamos desde antes de la una de la tarde y salíamos brincando o haciendo como Tarzán después de una buena tanda de películas.

Pertenecemos a la generación de las tandas de Cholo, donde acudíamos con nuestra familia o amigos al teatro que tenían en la calle 64 con 65 y 67. En ese lugar conocimos a don Héctor Herrera “Cholo”, Mario “Sakuja” y “Cheto”, todos de apellido Herrera también a Jazmín “Tina Tuyub “, Vicky Villa, Octavio Ayil, Mario III, y a una pléyade de artisas del teatro regional yucateco. Nos divertíamos con las puestas en escena de telenovelas, de personajes de la política y de la cultura de nuestra ciudad. Era un teatro realmente regional y a toda costa blanco.

En ese tenor, fuimos testigos de las actuaciones de los demás artistas cómicos regionales como Petrona, Narda Acevedo, de la Chichí Ayora, de las aventuras de Chela y Ponso, de aquel cómico que trataba de destacar bajo la sombra de los grandes actores, me refiero a Cirilo Tuz. Muchos artstas más que se me escapan o no aparecen en mi memoria formaron un selecto grupo que ponían en alto al teatro regional de nuestro estado.

Acudíamos de manera contenta por lo que significaba estar debajo de una carpa a los Circos que se instalaban en la Casa del Pueblo, aunque posteriormente sentaron sus carpas en el terreno de la Quinta Iturralde y años después se trasladaron mpás al poniente de nuestra ciudad y los últimos que se instalaron fue en un terreno que se encuentra hasta hoy a espaldas de la Galletería Donde. Conocimos animales que antes solo veíamos en los libros o películas, presenciamos el lanzamiento del hombre bala. Aquellos trapecistas que se jugaban la vida cuando volaban por los techos de las carpas y sin red de protección. Renato el rey de los payasos y un sinfín de símiles fueron nuestra delicia en el momento en que salían a actuar o hacer sus payasadas. Cómo olvidar al aguerrido y valeroso domador de las fieras(leones y tigres) quien nos mantenía en el filo de los asientos de madera del graderío. El globo de la muerte con dos o tres motocicletas que al unísono rugían dentro de un globo de metal y aceleraban sus motos haciendo que nos comíamos las uñas. Magos, malabaristas, contorsionistas, las famosas aguas danzarinas, en fin un momento de diversión que aún hoy día extrañamos.

Cómo olvidar la llegada a la primaria de aquellas personas que llevaban para vender-previo permiso de la dirección- figuritas con sus álbums de los más variados temas. El de la tinta tenía la suerte que su mamá era maestra y a ella le regalaban más figuras y el álbum. Aunque después teníamos que comprar algunas más para poder llenar el mismo. Eran colecciones que hoy día valían la pena, no eran de deportistas ni de personajes ficticios, eran realmente una fuente de conocimiento. Es una lástima que hoy solo podamos conseguirlos por medio de intermet y a precios estratosféricos.

Fuimos de la generación que para comenzar a estudiar el primero de prepa teníamos que acudir al peluquero para dejarnos colis, ya que era la novatada a la que todos los de primer año teníamos que pasar. Era común ver que de septiembre a aproximadamente diciembre un gripo de estudiantes portaban cachuchas o boinas para ocultar su coliseada.

Recuerdo, como muchos de mi cohorte, que también pasábamos el trago amargo cuando nos lavábamos el cabello, previamente acudíamos a la tienda de la esquina para comprar nuestro cuadrito de shampoo Vanart en alguna de sus versiones, natural, de huevo o bien de aceite. Venían en cuadritos tan llenos que cuando lo mordíamos para poder sacar el producto o bien tragábamos un poco o bien nos pringaba la cara.

Somos de la generación del pan Trevi, ya que el del osito llegaba solo hasta Campeche y aprovechábamos que cuando alguien salía de viaje(ADO) encargábamos nos trajera algunos productos de esa marca. La Pepsi, la Cristal, el Soldado de Chocolate, la Pino, Orange Crush, Chica Rica, eran los refrescos embotellados que consumíamos en aquellos años. Posteriormente llegaron otros más.

Alam Selem era el mago elegante que llevaba sus trucos y su magia a las escuelas, siempre patrocinado por alguna casa embotelladora, en el caso del de la tinta, recuerda sus actuaciones en el teatro de la primaria en el Centro Escolar “Felipe Carillo Puerto” y que llevaba el nombre de “Jacinto Cuevas”.

Así pues, mis caros y caras lectoras hemos hecho un paseo por los años sesenta y setenta del siglo pasado recordando lugares, sitios y anécdotas que seguro alguno de ustedes también habrá experimentado.

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