Síguenos

Última hora

Percance vial en carretera federal Xul Há-Bacalar provoca dos lesionados en Quintana Roo

Yucatán

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos290El nieto de Genoveva

El nieto de Genoveva

(mal hablado el muchachito)

lo que come es platanito:

la papaya ni la prueba.

Si le das la fruta nueva

dice que está muy tiernona;

si se la enseñas pintona

la rechaza con premura

y si se la das madura

el olor lo “indigestiona”.

Sin embargo, se ha comido

un plátano de una cuarta

y –como eso no lo harta–

repite lo consumido.

Le da igual que venga hervido,

que esté frito o en puré.

El quiere que se le dé

plátano hasta en la merienda.

Y donde el “macho” se venda

es difícil que él no esté.

Pero de papaya nada:

ni con salsa la ha comido,

ni en un jugo, ni en batido,

ni en dulce, ni en mermelada,

ni en la compota enlatada,

ni en la caja de coctel.

El dice que no está en él;

que el asco se le despierta

cuando ve la fruta abierta

del anuncio en el papel.

Y ahora sí que Genoveva

con el nieto se embarcó:

hace un mes que se enfermó

y solo plátano prueba.

Ella al mercado lo lleva

a ver si suelta el muchacho

el mareo y el empacho,

y él le dice: Vieja bruta,

no me compres otra fruta:

¡yo quiero plátano macho!

Y lo llevó al hospital

porque allí un médico serio

aclaró todo el misterio

que parecía fatal.

Dice que todo es normal,

que está entero el muchachito,

que le compre platanito,

y papaya ni en coctel.

Y que no pelee con él,

que su padre era igualito.

Luis Quintana

291Chiquichiqui chacachán

Salió para el parque Diego,

que alardeaba de apariencia,

a echar una competencia

con un cura mujeriego.

De pecado será el juego,

–sus victorias contarán–,

porque entre los dos tendrán

que hacer y decir delante,

cuando venga una examante:

“Chiquichiqui chacachán”.

No había pasado un momento,

venía una mulata dura,

y se oyó la voz del cura

repetir el movimiento.

Y detrás ¡qué monumento!

venía la nieta de Juan

con cabello de azafrán,

pechos hacia el cielo escritos,

y Diego exclamaba a gritos:

“Chiquichiqui chacachán”.

Y así pasaron dos horas:

entre feas y bonitas

más de veinte señoritas

y de cuarenta señoras.

Las chicas “presumidotas”

que iban a comprar el pan

tenían en Diego un galán,

y si una temba venía

el siervo de Dios decía:

“Chiquichiqui chacachán”.

Ya dos más, y el cura gana;

pero Diego dijo: Padre,

esa primera es mi madre,

y la segunda es mi hermana.

Y dijo el de la sotana:

Ah… tú eras el charlatán

que a la misa del San Juan

venía para el bautizo,

ay, Diego, con tu permiso,

“Chiquichiqui chacachán”

Luis Quintana

Siguiente noticia

Proyectan planta de residuos biológico-infecciosos en Ucú