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Otra leyenda contada por abuelos de Tizimín

TIZIMIN, Yucatán, 20 de abril.- “XHuenkal es la cuna de la historia del caballo de piedra que cobraba vida durante la noche, galopaba en la oscuridad en las calles del pueblito de Tizimín, donde mataba a sangre fría a los equinos de los primeros pobladores”, narra Filiberto Tah Miz, un abuelito de 82 años de edad, quien nació en este humilde poblado ubicado en el libramiento periférico Valladolid-Tizimín-Mérida.

“Cansados de que diariamente el pesado y enorme equino acabara con la vida de sus animales, un día los j´menes realizaron una reunión para poder acabar con el tsimín que los tenía asolados. Entonces, entre rituales de brujería lograron matarlo y le separaron la cabeza para que nunca más pudiera unirse al cuerpo, quedando éste en los ejidos de esta comunidad mientras que la cabeza fue puesta en otro lugar. Desde aquel entonces cesó la muerte de los caballos”, agregó.

Don Filiberto vive en su pequeña casita de bajareques y de techo de palmas de huano. Con su triciclo va en busca de agua fresca a un pozo ubicado en un costado del centro de este lugar.

Su padre fue de los primeros pobladores de este sitio, don Marcelino Tah, al igual que su abuelito Gabino Tah, quienes le narraban la historia del caballo de piedra.

Mientras amarraba su carrillo para jalar el agua del pozo, relató que cuando Tizimín era un pueblito, un enorme caballo de piedra cobraba vida por las noches y se dirigía por el antiguo camino hasta llegar a Tsimín, como le llamaban en maya los antiguos pobladores.

“Entonces el feroz y pesado animal mataba sin piedad a los caballos que encontraba amarrados en los patios de las casas de los primeros pobladores.

Los habitantes le temían grandemente al animal, color negro y que se movía rápidamente como una especie de viento, por lo que no hallaban cómo acabar con su vida.

“Fue entonces que convocaron a los j´menes de la región, quienes planearon la manera de acabar con este enorme animal y entre ritos lograron su propósito.

“Al caer el animal, fue degollado y la cabeza fue llevada a otro sitio, mientras que el cuerpo quedó en los potreros.

“El sitio era un lugar prohibido. Decía mi abuelita que no debemos entrar porque podemos cargar el mal aire, pero como éramos niños y curiosos fuimos a ver el cuerpo. Es semejante a un caballo.

“Hace unos años quisieron removerlo para llevarlo a Tizimín, pero la maquinaria lo desbarató”, concluyó su narración el abuelito, quien llenaba sus botes para regar las plantitas de su pequeño solar.

(Efraín Valencia)

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