Luis Carlos Coto Mederos
Anónimos de la Guerra
I
Estas son décimas escritas o cantadas durante el crispado momento de la Tregua Fecunda y los turbulentos años de la guerra iniciada en 1895 contra el poder español.
Según Julio Sánchez Chang, su compilador, estos versos surgieron en la isla dominada o en el amargo exilio, en las expediciones que arribaron a las costas para incorporarse a la guerra o en los campos de Cuba libre. Los animaba una sola y unánime pasión: la del combate.
606
A la bandera cubana
Loca de sentirse paria,
Cuba provocó a combate
al pendón de oro y granate
con la estrella solitaria.
Con altivez temeraria
rompió el villano eslabón,
y para hacer su pendón
unió jirones de velo
con tres pedazos de cielo,
la estrella y su corazón.
Me dijo una madre anciana
que vio la luz en mi tierra:
“Mi hijo sucumbió en la guerra
por la bandera cubana.
Por ella muy de mañana
salgo de mi hogar desierto
a verla ondear en el puerto;
¡a ella con gozo y calma,
la llevo dentro del alma
junto con el hijo muerto!...”.
Mi bandera tricolor
es del mundo la más bella;
tiene en el centro una estrella
que tal parece una flor.
Como símbolo de amor
sobre los mares tremola,
y al ver que una estrella sola
esparce tanta belleza,
el sol, que es todo grandeza,
la ciñe con su aureola.
Cuando al ínclito invasor,
con el pecho abriendo paso
la enseña llevó al ocaso,
no fue en tu nombre, rencor.
Libertad, era tu amor
el que impulsaba la idea;
al soldado en la pelea
vigor y consuelo diste.
¡La bandera que tú ungiste
de amor y concordia sea!
Va mi verso, mariposa
de pobre y tímido vuelo,
en éxodo al dulce cielo
donde flamea victoriosa
la bandera más hermosa
del americano suelo,
a quien se rinde amor ciego,
para que perdure altiva
con la estrella pensativa
en su triángulo de fuego…
607
A mi bandera
En la fragosa contienda
de la patria irredimida,
fuiste tricolor egida:
sudario, clámide, venda.
Del rebelde ante la tienda
colgaste como una entraña
sacudida por la saña;
hoy, del congreso en lo alto,
eres un clamor de asalto
contra la perfidia extraña.
Ondulante tricromía,
alma del pueblo cubano,
en tu palpitar humano
hay incendio, nieve y día.
En la torva lejanía
finges un brazo que llama;
en tus colores inflama
el mar sus vivos reflejos,
y de la altura a lo lejos
eres voz que gime y clama.
Te saludó la metralla
bajo el crujir del cañón,
y fue tu nupcial unión
con el campo de batalla.
De la lid el trueno acalla
al desplegarte en la cumbre;
y en la paz, casi costumbre
de nostálgica tristeza
del vibrar en la maleza
bajo un incendio que alumbre.
608
El mambí y la indiana
Bajo un cedro corpulento
que hay del monte allá en el llano
un joven camagüeyano
lanza su postrer aliento.
Cuando en marcado momento
una indiana apareció,
y como que lo encontró
en situación lastimosa,
con voz dulce y melodiosa
de este modo preguntó:
Ven, que conmigo hallarás
vendajes y medicinas
y de las gordas gallinas
el buen sustento tendrás.
Al momento encontrarás
alivio a tanto dolor;
no agradezcas el favor
que ésta, tu hermana, te ofrece
si mucho más se merece
de su patria un defensor.