A 53 años de la quema del Palacio Municipal, hoy se recuerda una noche marcada por la destrucción, el descontrol y el desconcierto que dejó una profunda huella en la historia de Tizimín. El hecho ocurrió el 19 de noviembre de 1972, cuando la comunidad aún tenía la categoría de villa.
De acuerdo con el historiador Luis Pérez Salazar, quien presenció los acontecimientos, el origen del disturbio se atribuyó al descontento social por el cambio de sede de las tradicionales corridas de toros de las fiestas patronales de los Tres Santos Reyes. Durante décadas estas actividades se realizaban en la placita Romero, espacio que también albergaba encuentros deportivos y que fue sustituido tras la construcción del parque Juárez. A ello se sumaron tensiones políticas y la agitación de grupos partidistas, factores que, según Pérez Salazar, recuerdan la polarización que hoy se observa en redes sociales.
La chispa final ocurrió la tarde del 19 de noviembre de 1972. Para las vísperas de las celebraciones de la Revolución Mexicana, se había programado la presentación de un conjunto musical proveniente de Mérida. Hacia las 18:00 horas, el parque Juárez (recién construido un año antes) estaba listo con sillas y equipo de sonido. Sin embargo, se anunció que el grupo no llegaría. La multitud, integrada en buena parte por jóvenes en estado de ebriedad, reaccionó con violencia, destruyendo el equipo, las sillas y cuanto había sido preparado.
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Pérez Salazar recordó que “en medio del caos, algunos jóvenes utilizaron sogas, palas y picos para destruir el parque. Uno de los actos más ofensivos fue arrancar la cabeza de la estatua de Benito Juárez y dejarla caer al piso. Al Oeste del sitio se encontraba la cantina El Clarín, cuyas puertas fueron forzadas por la turba, que ingresó para llevarse bebidas alcohólicas y consumirlas ahí mismo”.
Aproximadamente a las 19:00 horas, el historiador y algunos amigos observaban desde el techo del convento cómo los manifestantes arrancaban bancas, derribaban luminarias, rompían pisos y tuberías de agua potable, e incluso desprendían la placa conmemorativa del parque.
Un joven conocido como Kiko intentó resguardar la placa llevándola hacia el Palacio, pero la multitud lo siguió. Los agitadores irrumpieron en las oficinas municipales, sacaron fotografías antiguas, fusiles sin balas e instrumentos musicales, que terminaron tirados en la calle.
La situación se agravó cuando el fuego inició en las oficinas del Registro Civil, donde se consumieron muebles antiguos, archivos y documentos históricos. Según el historiador, incluso se invalidaron matrimonios debido a la pérdida de constancias oficiales en el incendio.
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Durante la noche, el fuego se extendió por todo el edificio. Hacia las 23:00 horas, la torre del reloj fue la primera en colapsar. Los techos y paredes, construidos con piedra, sascab, cal y vigas de madera, cedieron poco después.
Entre las 23:00 horas y la medianoche, las calles aledañas estaban cubiertas de documentos de la tesorería, el sistema de agua potable y otras oficinas municipales.
Posteriormente, entre las 3:00 y 4:00 horas, llegaron a Tizimín elementos de la Policía Judicial y un pelotón del Ejército Nacional. Varias personas (involucradas o no) fueron detenidas y trasladadas a Mérida mientras se realizaban las investigaciones.
Pérez Salazar concluyó que este episodio recuerda que la historia de Tizimín se ha construido entre momentos de orgullo y logros, pero también con sucesos dolorosos derivados de tensiones sociales y políticas, como el incendio de 1972.