La comunidad musical y los habitantes de Zací se encuentran de luto tras el fallecimiento de Pablo Osorio Cosgaya, destacado trovador y uno de los pilares del grupo musical Los Tachos de Valladolid, quien contagió alegría con sus notas a decenas de personas durante más de siete décadas.
Pablo Osorio, el más joven de la dinastía familiar, perdió la vida recientemente tras una breve dolencia, noticia que se difundió rápidamente entre la ciudad y la región Oriente del estado, causando profundo pesar entre los vallisoletanos.
Su trayectoria se suma a la de sus también fallecidos hermanos Carmi, Carlos y Luis, quienes, bajo la guía de su padre Anastasio Osorio Canché, iniciaron el grupo cuando eran apenas adolescentes.
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Con el paso de los años, Pablo se integró al conjunto tras la salida de Carmi, consolidando con Carlos y Luis la formación que daría vida a Los Tachos de Valladolid, grabando al menos ocho discos de larga duración y convirtiéndose en un referente de la música yucateca.
Desde hace casi tres décadas, los tres hermanos formaron parte de la Banda Municipal, animando los domingos al público en el parque principal Francisco Cantón Rosado, los bajos de la presidencia local y en diversas explanadas de la ciudad, con cumbia, danzón y cha cha chá.
En su desarrollo personal, Pablo Osorio estuvo casado con Carmen Sánchez Fernández, con quien procreó cinco hijos: Hugo, Paco, Nancy, Alondra y Rodrigo, además de varios nietos. La familia y amigos realizaron el velorio en la funeraria Sánchez Villafaña, tras su fallecimiento en una clínica de Mérida.
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La pérdida de Pablo representa un golpe para la tradición musical de Valladolid, ya que su talento y entusiasmo formaron parte esencial de la identidad cultural de la ciudad.
Los vallisoletanos recuerdan su presencia en talleres, presentaciones y celebraciones, donde siempre ponía a bailar y a sonreír a grandes y chicos con su música.
Con la partida de Pablo Osorio Cosgaya, se despide una generación de músicos que construyó un legado que seguirá vivo en la memoria colectiva, en las melodías que aún resuenan en plazas y parques, y en la influencia que sus notas dejaron en trovadores y bailarines contemporáneros de la región.