Yucatán

Mosquitos buenos: la apuesta de Yucatán para combatir el dengue, zika y chikungunya

El Gobernador Joaquín Díaz Mena encabezó el inicio de la Estrategia Nacional para el Control del Dengue y otras Arbovirosis.

Yucatán, a la vanguardia en prevención y control de la transmisión de dengue, zika y chikungunya
Yucatán, a la vanguardia en prevención y control de la transmisión de dengue, zika y chikungunya / Especial

En un pasillo iluminado del Laboratorio para el Control Biológico del Aedes aegypti de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), los técnicos cuentan bajo lupa huevos diminutos que, dentro de semanas, podrían cambiar la forma en que se combaten las arbovirosis en la Península de Yucatán.

Ayer, el gobernador Joaquín Díaz Mena inauguró allí la Estrategia Nacional para el Control del Dengue y otras Arbovirosis. Consiste en la producción local de mosquitos portadores de la bacteria Wolbachia, estrategia biológica que, dicen las autoridades, “hace a los mosquitos incapaces de transmitir dengue, zika y chikungunya”, y coloca a Yucatán como proveedora de estas “buenas” poblaciones para otros estados.

“Con la estrategia de mosquitos ‘buenos’ con Wolbachia, Yucatán aplica la ciencia de manera sencilla, pero responsable y humana. Estos mosquitos buenos ayudan a detener al mosquito que transmite el dengue, un trabajo de innovación que muestra cómo la ciencia puede salvar vidas”, explica el titular del Poder Ejecutivo estatal.

No es la primera ocasión que se realiza esta actividad. Entre mayo y junio del 2024, un total de 170 mil mosquitos macho con Wolbachia fueron liberados de forma experimental por investigadores de la Universidad Autónoma de Yucatán, como parte la iniciativa ¡Mosquitos Buenos! “Uts K’oxol”.

¿Qué es Wolbachia y cómo funciona?

Wolbachia es una bacteria que vive dentro de las células de muchos insectos (no en humanos). Cuando se introduce en el mosquito Aedes aegypti (el principal vector del dengue, zika y chikungunya), actúa de dos maneras útiles para la salud pública: por un lado dificulta que virus como el dengue se multipliquen dentro del insecto; por otro, puede generar un fenómeno llamado “incompatibilidad citoplasmática”, que reduce la capacidad reproductiva de los mosquitos no portadores y facilita que la cepa con Wolbachia se mantenga en la población.

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En la práctica, al cabo de liberaciones controladas y repetidas, la mayor parte de los mosquitos de la zona termina portando la bacteria y –crucialmente– tiene una capacidad mucho menor para transmitir virus a las personas. Estos mecanismos están bien documentados en la literatura científica y en los programas implementados en otras partes del mundo.

¿Por qué esta técnica es distinta?

No se trata de un insecticida genético ni de un virus: Wolbachia ya existe en la naturaleza y la técnica consiste en criar mosquitos en condiciones controladas, infectarlos en laboratorio y luego liberarlos para que se apareen con los silvestres. No es tóxica para humanos ni para animales domésticos. Tampoco elimina por completo a los mosquitos; lo que busca es transformar la población para que sea menos capaz de transmitir virus, una solución de “reemplazo poblacional” que puede ser sostenible en el tiempo si se logra la fijación de la bacteria.

La evidencia mundial muestra reducciones importantes de transmisión en sitios donde la técnica ha sido correctamente implementada (aunque los resultados varían según contexto y cobertura).

Beneficios esperados y límites reales

En la práctica, los beneficios probables son claros: menos personas enfermas, menos hospitalizaciones y –en el mejor escenario– menos muertes por dengue grave. Programas en países como Australia, Brasil, Indonesia y sitios pilotos en México mostraron disminuciones de incidencia y hospitalizaciones en zonas intervenidas, y la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud han recomendado que se considere la técnica como parte de un paquete integrado contra el dengue.

Pero también hay límites: la técnica exige supervisión entomológica constante, aceptación comunitaria y, en algunos contextos, complementarse con otras medidas (eliminación de criaderos, vigilancia y atención clínica). Además, la velocidad con la que Wolbachia se establece en una población depende del tipo de cepa usada y de factores ambientales locales.

Yucatán: laboratorio propio y finalidad nacional

Las autoridades estatales y la UADY presentaron el Laboratorio para el Control Biológico como un centro único en México capaz de producir mosquitos portadores de Wolbachia para su liberación en la entidad y para abastecer a otros estados.

Según el anuncio oficial, el aporte de recursos federales permitirá ampliar la capacidad de producción y compartir los insectos “buenos” con Campeche y Quintana Roo como parte de la estrategia nacional. Investigadores de la UADY ya hicieron liberaciones experimentales en 2024 y este laboratorio es el corazón operativo de la nueva etapa.

Díaz Mena asegura que para su gobierno es un orgullo que el talento de científicos de la Universidad Autónoma de Yucatán haga posible esta estrategia nacional, ya que estos moscos se producirán en el Laboratorio para el Control Biológico del Aedes Aegypti, que se ubica en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.

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Expresó que, gracias al apoyo del Cenaprece, que aportó 10 millones de pesos adicionales a este proyecto, se podrá producir aún más mosquitos “buenos” y compartir esta innovación con todo México.

Crecimiento en el país

En el país existen antecedentes y proyectos en marcha. La ciudad de La Paz, en Baja California Sur, fue la primera experiencia a gran escala documentada con liberaciones de mosquitos con Wolbachia (iniciadas en 2018) y los resultados operacionales sirvieron de referencia para otras localidades. Recientemente, el método se ha anunciado y comenzado a aplicar en Los Cabos (Baja California Sur).

Además, hay experiencia experimental y pilotos en otras regiones del país –por ejemplo, reportes de trabajos en Chiapas en años anteriores– y la estrategia nacional 2025-2030 contempla biofábricas y liberaciones coordinadas.

La fábrica de mosquitos “buenos” producirá también para otros estados del país, como parte de la política nacional de salud anunciada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, quien pidió expandir este método a nivel nacional tras los buenos resultados obtenidos en la entidad, donde los casos de dengue se redujeron en un 44 por ciento en los últimos meses.

La voz de la ciencia y la comunidad

Investigadores de la UADY insisten en que el éxito no depende sólo del laboratorio: “la técnica funciona en la medida en que haya aceptación social, vigilancia y coordinación interinstitucional”, señalan especialistas que llevan años estudiando Wolbachia.

Para la población, el reto es menos técnico y más cotidiano: seguir eliminando criaderos, permitir el acceso a brigadas y comprender que la nueva herramienta complementa –no sustituye– medidas clásicas como la limpieza de patios, el uso de repelentes y el acceso oportuno a la atención médica.

El asesor de emergencias de la OPS en México, Carlos Melo, destaca esta acción como un importante aporte de Yucatán a la prevención de enfermedades transmitidas por mosquitos, poniendo al estado a la vanguardia en el control en el país, a nivel regional e incluso global, pero también en el uso de la innovación en pro de la salud de las personas.

Mientras que el director general del Cenaprece y representante de la Secretaría de Salud (SSa) del Gobierno de México, Rafael Valdez Vázquez, explica que se trata de una tecnología innovadora, donde el mosquito infectado con Wolbachia, bacteria común en insectos, pierde la capacidad de transmitir el virus de estas enfermedades.

Riesgos, fiscalización y transparencia

Los riesgos directos para la salud humana son mínimos según la evidencia disponible: Wolbachia no infecta mamíferos ni causa enfermedades en personas. Pero los programas requieren fiscalización (control de calidad de las cepas, registro de liberaciones, monitoreo entomológico y reportes públicos) para evitar fallas operativas o mala comunicación con las comunidades. Organismos internacionales como la OPS/OMS han recomendado marcos de evaluación y supervisión para escalar la técnica con seguridad.

Si la UADY y las autoridades mantienen cobertura amplia de liberaciones, riguroso monitoreo y la colaboración comunitaria, el efecto esperado es una reducción sostenida de la transmisión local y, por ende, menos hospitalizaciones por dengue grave. A mediano plazo podría consolidarse una “zona protegida” en municipios intervenidos y, si el modelo se replica en Campeche y Quintana Roo con cobertura adecuada, la península podría experimentar una baja notable en las arbovirosis.

Pero el resultado no será inmediato: la consolidación de Wolbachia en la población silvestre y la comprobación epidemiológica de impacto exigen meses a años de seguimiento sistemático.