Yucatán

El maya, herencia viva de Yucatán, enfrenta un retroceso: en dos décadas, la proporción de hablantes se redujo casi 40%

El uso del maya es especialmente alto en municipios del Sur y Oriente de Yucatán.

La proporción de yucatecos que hablan maya ha disminuido de forma sostenida en las últimas dos décadas
La proporción de yucatecos que hablan maya ha disminuido de forma sostenida en las últimas dos décadas / Por Esto!

La lengua maya sigue siendo uno de los signos más profundos de identidad en Yucatán. Vive en los apellidos, en los nombres de los pueblos, en los oficios, los rezos, los refranes y la conversación cotidiana de cientos de miles de personas. Sin embargo, al revisar censos, estudios académicos y la experiencia diaria, emergen dos realidades que conviven con tensión: la persistencia del idioma en numerosas comunidades y, al mismo tiempo, un retroceso gradual pero constante que inquieta a lingüistas, docentes y defensores de la cultura.

En el marco del Día Nacional de la Cultura Maya, que se conmemora cada 21 de diciembre, los registros oficiales confirman que Yucatán concentra la mayor población de hablantes de maayat’aan en el país, con más de medio millón de personas que usan esta lengua originaria. Esta cifra coloca a la entidad como el principal bastión del idioma en la Península y a nivel nacional.

No obstante, cuando se observa la proporción respecto al total de la población, el panorama es menos alentador. Estudios académicos y datos de instituciones universitarias muestran que, entre 2000 y 2020, el porcentaje de yucatecos que declararon hablar maya disminuyó de manera sostenida, pasando de poco más de un tercio de la población a menos de una cuarta parte. El descenso refleja una menor transmisión intergeneracional y transformaciones sociales profundas asociadas a la urbanización, la migración y los cambios en el mercado laboral.

Medio millón de mayahablantes

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en Yucatán más de medio millón de personas de tres años y más hablan alguna lengua indígena, lo que representa cerca de una cuarta parte de la población en ese rango de edad. Los grupos etarios con mayor presencia de hablantes se concentran entre los 35 y 44 años, con proporciones similares entre hombres y mujeres, lo que refuerza la idea de una base adulta sólida, pero con señales de debilitamiento en generaciones más jóvenes.

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El mismo reporte señala que una pequeña pero significativa parte de la población habla únicamente maya, sin dominio funcional del español. Esta condición los expone a problemas de inclusión, sobre todo en contextos urbanos donde la presencia del idioma en oficinas públicas, hospitales o servicios es limitada, a pesar de su peso demográfico y cultural.

En términos territoriales, el uso del maya es especialmente alto en municipios del sur y oriente del estado. Localidades como Tahdziú, Chikindzonot, Mayapán, Chacsinkín y Tixcacalcupul registran los porcentajes más elevados de población hablante, lo que confirma la vigencia del idioma en comunidades con fuerte arraigo cultural y redes sociales tradicionales.

Más allá del idioma, el Censo también arroja datos sobre identidad: una amplia mayoría de la población yucateca se reconoce como indígena, incluso entre quienes ya no hablan maya. Municipios como Teabo, Tixmehuac y Chankom encabezan la lista de población que se asume como originaria, lo que evidencia que la identidad étnica persiste aun cuando la lengua se debilita.

¿Por qué se pierde el uso?

Las causas del retroceso no responden a una sola explicación. La migración hacia ciudades o fuera del estado, la concentración de empleos y servicios en espacios donde predomina el español y décadas de escolarización monolingüe han desplazado al maya del ámbito formal. A ello se suman factores culturales: durante mucho tiempo, hablar maya estuvo asociado a estigmas de pobreza o atraso, lo que llevó a numerosas familias a dejar de transmitirlo a sus hijos como una estrategia de movilidad social.

Investigaciones recientes sobre actitudes sociolingüísticas confirman que estos prejuicios no han desaparecido del todo y continúan influyendo en la autoestima lingüística de las y los hablantes. Sin embargo, el mapa del idioma también muestra focos de resistencia y renovación.

En números absolutos, municipios como Mérida, Valladolid, Chemax y Tizimín concentran grandes comunidades mayahablantes. En el caso de la capital, el idioma sobrevive en barrios populares y en una amplia población bilingüe que se mueve entre el mundo urbano y sus comunidades de origen.

Contrastes en las zonas

En comunidades rurales y ejidos, la lengua sigue siendo parte central de la vida cotidiana: se habla en la casa, el mercado, el trabajo y las ceremonias. En contraste, en zonas periurbanas y colonias de ciudades medianas, se observa que niñas, niños y jóvenes ya no dominan el maya con la misma fluidez que sus abuelos, debido a la hegemonía del español en la escuela y en los espacios de ocio.

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Especialistas han documentado que la transmisión familiar, el pilar fundamental para la continuidad lingüística, se debilita cuando madres y padres priorizan el español como herramienta para el ascenso social, aun cuando mantengan un vínculo emocional con el idioma.

Los esfuerzos actuales

Ante este escenario, distintas instituciones han intensificado acciones de revitalización. La Secretaría de Educación de Yucatán impulsa programas de lengua materna en preescolar y primaria; la Universidad Autónoma de Yucatán y centros de investigación ofrecen cursos y diplomados; el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas apoya la producción de materiales y la difusión cultural; y en 2025 el gobierno estatal lanzó el programa Ko’ox kanik maaya t’aan (“vamos a aprender maya”), con cursos presenciales y virtuales dirigidos tanto a estudiantes como a funcionarios públicos.

Si bien estas iniciativas representan un cambio institucional relevante, especialistas y activistas advierten que la cobertura es desigual y que aún faltan docentes especializados, materiales adaptados y presupuestos sostenidos para garantizar continuidad.

Prejuicios y marginación

El peso de la discriminación histórica sigue presente en la memoria colectiva: generaciones que fueron castigadas o ridiculizadas por hablar maya recuerdan esas experiencias y, en algunos casos, optaron por no transmitir la lengua. Frente a ello, han surgido discursos de reivindicación que plantean la inclusión lingüística como un derecho y una herramienta práctica, no solo como herencia cultural.

Hoy, en Yucatán conviven aulas donde el maya se enseña formalmente, medios de comunicación que lo difunden y plazas donde sigue siendo el idioma de la vida diaria. Hablar maya es, cada vez más, una decisión consciente que mezcla memoria, identidad y convicción.

Revertir su pérdida no dependerá únicamente de políticas públicas o de la escuela: requiere recuperar el orgullo, garantizar servicios en la lengua materna y crear espacios donde el maya sea tan útil como el español para la vida cotidiana de las nuevas generaciones que estudian, trabajan y sueñan en 2025.