
En las entrañas de los cenotes yucatecos, la historia geológica de la región emergió con fuerza. Un equipo multidisciplinario liderado por especialistas del Instituto de Geología (IG) de la UNAM descubrió 22 fósiles marinos que datan del Mioceno y Plioceno temprano, es decir, de entre 11.6 y 3.6 millones de años.
Los restos, que incluyen peces óseos, tiburones y mantarrayas, fueron recuperados en tres cenotes: Sambulá (Motul), San Juan (Homún) y X-Nabuy (Suma).
“Lo que hoy vemos como cuevas inundadas, en el pasado fueron mares poco profundos conectados con arrecifes coralinos”, explicó el paleontólogo Kleyton Magno Cantalice Severiano, líder del proyecto. Entre todos los hallazgos sobresale uno: el pez erizo Chilomycterus dzonotensis, bautizado así en referencia a los cenotes que preservaron sus huesos.
Su identificación fue posible gracias a un fragmento de premaxila, una estructura dental única que combina placas raspadoras y dientes trituradores, característica de la familia Diodontidae.
Este descubrimiento, según los investigadores, no solo amplía el registro paleontológico de Yucatán, sino que también abre preguntas sobre los procesos de extinción y supervivencia de especies a lo largo de millones de años.
Cómo se formó
Los cenotes son formaciones naturales que nacen cuando el techo de cuevas subterráneas colapsa, dejando al descubierto aguas del acuífero. Su origen se debe a la acción del agua de lluvia, que durante millones de años disolvió la roca caliza porosa —conocida como coquina— compuesta por restos de organismos marinos como corales, conchas y caparazones.
Esta misma roca fue la que conservó los dientes, mandíbulas y huesos de las especies halladas, en depósitos que forman parte de la Formación Carrillo Puerto, un registro geológico clave para entender la historia de la Península.
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Hallazgo subacuático de alto riesgo
La recuperación de los fósiles no fue tarea sencilla. La exploración se realizó mediante los buzos especializados en cuevas, Erick Sosa Rodríguez y Kay Nicté Vilchis Zapata, quienes trabajaron en condiciones extremas para rescatar las piezas.
El proyecto reunió esfuerzos de la UNAM, la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS) y el Instituto de Investigación Científica y Estudios Avanzados Chicxulub, ubicado en el Parque Científico y Tecnológico de Yucatán.
Además, contó con la colaboración del profesor Hugo Enrique Salgado Garrido, encargado de la interpretación geológica, y del investigador Gerardo González Barba, quien identificó varias especies de tiburones.
Gigantes marinos y especies extintas
El registro fósil confirma que, hace millones de años, la Península era hogar de especies que hoy continúan en los mares mexicanos, como los tiburones cobrizo (Carcharhinus brachyurus), toro (C. leucas), coralino (C. perezii) y blanco (Carcharodon carcharias).
También revela presencias imponentes que ya no existen: el tiburón tigre prehistórico (Galeocerdo mayumbensis), el dientes de sierra (Hemipristis serra) y el temido megalodón (Otodus Carcharocles megalodon), uno de los mayores depredadores que ha existido.
El hallazgo incluye fósiles de mantarrayas del género Aetomylaeus, actualmente ausentes en el Atlántico Norte, lo que apunta a procesos de extinción local y regional.
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Un pez erizo único en la historia
El descubrimiento más notable es el Chilomycterus dzonotensis, un pez erizo hasta ahora desconocido para la ciencia. Su identificación se logró gracias a un fragmento óseo llamado premaxila, pieza que combina placas raspadoras y trituradoras, típica de la familia Diodontidae, famosa por sus cuerpos globosos y piel con espinas.
“El hallazgo confirma la existencia de ambientes marinos someros asociados con arrecifes en la región”, explicó Cantalice. “Ahora queremos entender qué pasó con las especies que sobrevivieron y por qué otras desaparecieron. Esa será la siguiente etapa”.
El tamaño reducido de algunos dientes indica que los cenotes pudieron haber sido refugios marinos para varias especies. Al mismo tiempo, la presencia y ausencia de ciertos taxones evidencia episodios de extinción a lo largo del tiempo.
Legado para la ciencia y la conservación
Este hallazgo no solo enriquece el conocimiento paleontológico del país, sino que también subraya la importancia de preservar los cenotes como ecosistemas únicos, guardianes de secretos que narran la historia del planeta.