A veces los sueños más grandes surgen en cuerpos pequeños. Omar, un niño de 10 años de edad, originario de Muna, quien lucha contra la leucemia con una fortaleza admirable, cumplió ayer uno de los anhelos más profundos de su corazón: conocer de cerca un aeropuerto, ver un avión por dentro y sentir, aunque fuera por unos minutos, cómo es la vida de quienes surcan los cielos todos los días.
Gracias al apoyo de la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (Amanc) Yucatán y del Aeropuerto Internacional de Mérida “Manuel Crescencio Rejón”, Omar vivió una experiencia que, según dijo, “le dio más fuerzas para seguir luchando y llegar a ser piloto algún día”.
Desde que llegó a la terminal aérea, los ojos del pequeño brillaron como si cada detalle de la instalación fuera una pista iluminada. Lo recibió con gran calidez el administrador del aeropuerto, Óscar Carrillo Maldonado, quien le dio la bienvenida con un abrazo sincero y lo invitó a iniciar un recorrido especial preparado exclusivamente para él.
Omar caminó por los pasillos como quien recorre un mundo nuevo. Saludó a los bomberos del aeropuerto, conoció las operaciones en plataforma y, finalmente, llegó al momento que más esperaba: subir a un avión real.
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“Un día voy a estar aquí”
La tripulación lo recibió con entusiasmo, le mostró la cabina, le explicó para qué sirve cada palanca, cada luz, cada instrumento. Omar escuchaba con atención absoluta; sus manos temblaban, no de miedo, sino de emoción pura, que sólo los niños, con su inocencia, pueden experimentar.
“Un día yo voy a estar aquí”, dijo, sentado en el asiento del capitán, mientras su sonrisa competía con el brillo de los instrumentos. La tripulación lo aplaudió y le recordó que los sueños también tienen motor… y que el suyo ya había encendido.
Fue un día distinto en el aeropuerto meridano. Un día en el que la esperanza se volvió combustible y en el que un niño de Muna demostró que incluso en medio de la enfermedad, los sueños mantienen la capacidad de elevarnos.