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Cultura

La educación en México

José Antonio Cutz Medina  

Inicio este trabajo citando a Carnoy (2006) “A través de la historia ha habido dominación de unos pueblos por otros. Esta dominación la han ejercido para sus fines propios un grupo o clase poderoso dentro de una sociedad particular. La dominación económica y política de un grupo de personas que logran extender su poder a otras sociedades”.

No deja de inquietar lo sinuoso del tiempo en que nos movemos, ante las vicisitudes de un modelo de desarrollo implementado como camisa de fuerza por un sector dominante que funciona como aparato ideológico para mantener el control social y global bajo términos de continuar el sometimiento sociocultural de los sectores menos favorecidos. Un Estado neoliberal, según Althusser (2009:113) tiene “como función principal perpetuar las relaciones de explotación y así eternizar el sistema capitalista”.

En el caso de México, el modelo neoliberal forzado que implementa, incide directamente con el enfoque educativo que promueve, que desde casi dos décadas atrás tiene que ver con la polisemia del enfoque por competencias, enmarcado como posibilidad para potenciar los conocimientos, habilidades y actitudes que son desarrollables y que se despliegan en las relaciones interpersonales.

¿Cuáles han sido los resultados de dicho enfoque? En México según el INEE (2007), “los pueblos indígenas representan el segmento más marginado, siendo esta el 35 %”. Asimismo, en las escuelas indígenas se ha “detectado el uso preponderante de la castellanización directa (por ende, la sustitución cultural), por lo tanto, los aprendizajes se ven mermados en dicho nivel”.

La investigación educativa destaca que, con frecuencia la educación se contradice con el tipo de prácticas que se lleva a cabo mediante los programas escolares que norma el funcionamiento de los centros educativos; la escuela, lejos de combatir las desigualdades sociales, tiende a transformarlas en castas escolares, además de los planteamientos evaluativos que ignoran y sesgan los saberes y conocimientos del multiculturalismo mexicano; vista así, dichas evaluaciones son cuestionadas en términos de pertinencia. La ceguera ante las desigualdades sociales y educativas no hace más que condenar el futuro de miles de niños y jóvenes comunitarios.

Al respecto, Giroux (1997) señala: “Dentro del campo de la educación, el lenguaje que han dominado ha sido en lo general los que ha privilegiado a ciertos grupos de elites que se convierten en los dirigentes de la sociedad, las escuelas se convierten en meras factorías de adiestramiento de personal”.

Tal como se aprecia, la educación y la escuela misma históricamente han funcionado como un medio para controlar el pensamiento de la sociedad. Al respecto, Carnoy (2006) puntualiza: “El plan de estudios y el lenguaje de las escuelas coloniales, son cosa nada sorprendente, los mismos que en las escuelas de los países metropolitanos, sobre todo en las escuelas para pobres. Las escuelas primarias acentúan la socialización en lenguaje, valores y normas europeos y la degradación de todo lo indígena”.

En este sentido, no es un secreto las razones por la que la educación en México se encuentra siempre en los últimos lugares en cuanto a situaciones de aprendizaje, además de otros factores existentes que inciden hacia estos resultados, tal como son la situación socioeconómica que se configura en índices alarmante de pobreza y de habitar en condiciones de aislamiento social.

Aunado a lo anterior, Bracamontes y Lizama (2004), en un informe de resultados sobre marginalidad, pobreza e identidad del pueblo maya, reportan “el paisaje que conforma los datos presenta una población marginada y pobre, evidencia la situación vulnerable en que esta se encuentra”, por tanto, la marginación también se refleja en el nivel desarrollo educativo que hoy se presenta en dicho lugares. Ornelas (2011) da cuenta de ello: “el atraso es muy grande y existe una tremenda desproporción entre las regiones del país y particularmente entre los sectores sociales”; en este sentido, no es un secreto que la nación mexicana se caracteriza por una extensa desigualdad educativa, la combinación de factores subversivos como el racismo, clasismo y exclusión, convierte al país en un estado frágil en el cumplimento de una educación que tenga que ver con la igualdad y pertinencia cultural.

Asimismo, se sabe que en México los que tienen el poder y dinero son generalmente los que dictan las reglas de juego educativo, son los que imponen sus ideas, los supuestos educacionales, es ahí donde un porcentaje del profesorado es presa fácil de la ideología dominante reflejado en los programas y curricula educativa. Foucault (1977), lo advirtió hace algunos años al categorizar el sistema educativo como “instituciones punitivas” que ejercen el “Biopoder” sobre la población humana, e instó en la necesidad de defender a la sociedad ante tales agresiones sociales.

Lo anterior remarca las relaciones de poder y control que esta ejerce mediante la educación, quienes mediante sus planteamientos teóricos que rayan en el absolutismo, oprimen y obligan a los docentes implementar presupuestos de aprendizaje planteados en programas curriculares que, como menciona Pérez (2009), hace su aparición como una “serpiente sinuosa dominando orgulloso la escena” educativa, “reptil poderoso con la apariencia del mejor traje científico de la mano del conductismo” casi siempre llegan como “reptil serpenteante”, arropando prácticas domesticadoras y de control social, mediante ideas hegemónicas que excluyen y rechazan otras miradas del conocimiento, y otras formas de entender y vivir el mundo, y peor aún, cuando en la enseñanza se plantea el conocimiento científico como una verdad incuestionable.

Ante esta paradoja educativa, cabe preguntar, ¿hasta qué punto es pertinente educar por competencias en México? ¿Cuál es el trasfondo del enfoque educativo por competencias?

Para comprender el enfoque educativo que permea en algunos países de América Latina, incluido México, requiere sumergirse al modelo de desarrollo económico que lo caracteriza y marca el paso a llevar. La situación cultural, económica y política inciden directamente con el tipo de educación que se implementa en cada país. México requiere de políticas educativas curriculares incluyentes y con plena capacidad para integrar la diversidad cultural que lo caracteriza con nuevas propuestas de gestión desde la interculturalidad.

Finalmente, diría que tanto el aprendizaje como la enseñanza constituyen el sentido de la labor profesional docente. Es innegable que hoy se vive una crisis educativa sin precedente, pero también vivimos una crisis social económica y cultural que no tiene igual. La escuela sigue siendo una escuela de espaldas a la vida, de espalda a la realidad. Nuestras escuelas continúan impregnadas de universos pedagógicos fuera de la realidad.

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