Jesús Peraza Menéndez
La secretaria de la Cultura y las Artes en Yucatán, Érica Millet Corona, se tomará seis meses para empezar a resolver las tareas de su área. “La funcionaria informó que en seis meses tendrá información suficiente sobre el Gran Museo y en general sobre la Sedeculta, y en ese tiempo presentará su plan de trabajo para el sexenio del gobernador Mauricio Vila Dosal”. Los partidos políticos cuestan miles de millones para enfrentar con diagnósticos sus programas, no venga a hacer la tarea a la hora de escuela.
Primero hay que tener claro que no hay insustituibles ni dueños de la cultura, eso ha sido un mito que ahora enfrenta el rechazo generalizado en Yucatán y el país. La señora secretaria no tiene que sacar de la basura de la historia a los medradores del modelo cultural agotado de cultura eclipsada por la política autoritaria priista, como anota Tatiana Clouthier, “ya estuvieron, no hicieron lo que ahora exigen ni son los expertos.” Contra ellos votaron 30 millones de mexicanos y sus obras transexenales que comprometen el presupuesto a pagos de deudas de obras ineficientes porque ni funcionan ni se pagan por sí mismas.
A Felipe Ahumada del PAN, recién nombrado director de Cultura, lo encontré en la Plaza Grande. En tono de concreción sincera, realidad inapelable, al saludarme me dijo “No hay dinero, maestro”. Respondí: “Si necesitara dinero no lo buscaría a usted, sino a quien toma las decisiones. Mi obra no la compran ni depende de gente como usted. Yo hago escultura con lo elemental; a usted le corresponde organizar la cultura, gestionar donde no hay dinero, su tarea es conseguirlo. Esa es la realidad, señora secretaria, se necesita empeñarse en la gestión para instrumentar el proceso cultural sin resignarse con la continuidad, menos aún en tiempos de ruptura con intensidad creativa que no se detendrá con declaraciones. AMLO-MORENA ya enfrenta esta situación antes de ser gobierno por el saqueo con lo que se puede hacer comprendiendo la corrupción e impunidad para transformar, haciendo más que interpretar al mundo, atando los cabos sueltos para definir lo posible con esta realidad.
La cultura en Yucatán está amarrada al usufructo del negocio turístico, no recibe en correspondencia inversión para avanzar en otras franjas poco desarrolladas o francamente abandonadas geo-sociales-culturales. El reto es para volverlas atmósferas transitables, habitable ecológico-humanas en todo el Estado, en la otra Mérida del sur. Esta es justo la transición exigida. Si usted ve la zona metropolitana desde un satélite constatará que habitamos una plancha de cemento ardiente. La urbe metropolitana está atrapada con cargas masivas industriales de automóviles que hacen perder la tranquilidad en la vía pública, no hay cultura de otros vehículos con senderos transitables, como la bicicleta, usarla es ser potencialmente la siguiente víctima de un automóvil fantasma con el desprecio de algún o alguna aspirante de la “casta divina.” La ecología, en acelerado deterioro, suma la estética ornamental-conmemorativa destinada al consumismo, genera ganancias con obras de bisutería o letras en donde debería haber arte.
La cultura maya sobrevive sin certificación institucional; es parte del desprecio y el privilegio racial, se le usada como folclor. Aparentemente, más bien han condenado al anonimato a creadores, subordinado la creación estética a otras producciones consideradas superiores. Se coloca la estética maya mestiza en la cultura popular, que los es, sin duda, refugio natural sin ese sentido discriminatorio de lo “menos culto”. En realidad, es fuente de la producción de la cultura que escriben con “C” mayúscula, es esta que la remeda o la ocupan sin reconocer el acervo vivo de la imaginación de temple regional con técnicas ancestrales combinadas con modernas que tienen significados plásticos, literarios, danza, música, arquitectura-ecológica-humana.
Se precisa capacidad para hacer la relación inteligente entre y con los creadores que producen en Yucatán, en México, América y el Mundo. Se trata de abrirse para dejar de consumir lo ya consumido y construir lo original.