Víctor Salas
En la pequeña sala del Centro Cultural José Martí, del Parque de las Américas, se lleva cabo una pequeña muestra pictórica que abarca una totalidad de diez temas yucatecos correspondientes a igual cantidad de obras, trabajadas de manera más impulsiva que con conocimiento profundo y exacto de lo que es el lienzo sobre el cual se plasman las imágenes.
El pintor ha de ser muy joven y me parece que no debería perder el tiempo creyéndose “genio” con capacidad para lo novedoso y en vez de eso debería acudir al inmenso taller que Víctor Argáez desarrolla en el Parque Hidalgo y donde reciben ayuda profesional centenas de pintores de distintas partes de Yucatán.
Lo más trivial es acudir al folclorismo, al naturalismo, así, sin más, buscando, quizá, el favor de algún comprador extranjero.
Lo que hay que valorar hoy por hoy es la oportunidad de encontrar apoyo institucional y exponer el producto de ese trabajo. Esa suerte debería convertirse en compromiso y en trabajo y en búsqueda de una calidad necesaria para la trascendencia plástica.
Los temas van de un rincón de algún parque, pasando por una hacienda idealizada y llegando hasta la famosa ciudad arqueológica de Chichén Itzá. Y no es que esa temática sea negativa. No. Lo censurable es abordarla sin visos de creatividad que es la condición única para que un trabajo vaya al camino del arte.
Gheider Estrella May en su Homenaje a mi tierra yucateca deja en claro el amor que siente por Yucatán y el impacto que le producen muchos sitios de nuestro entorno. Mi única recomendación es trabajo sin pausa y con mucha autocrítica.