Síguenos

Última hora

Ni salud, ni apoyo: Más de 220 mil adultos mayores en Q. Roo viven en condiciones de abandono

Cultura

Ecos de mi tierra

Luis Carlos Coto Mederos422Juan Polilla

Entre tantas citaciones,

actas, agendas, ficheros,

circulares, tarjeteros,

modelos, resoluciones,

directivas, instrucciones,

informes de cien cuartillas,

planes, planos y planillas,

cuánto papel se recibe,

me siento como el que vive

un mundo de maravillas.

Alberto R. Martínez

423El trasplante

Un médico tailandés

trasplantó el pene a un soldado,

que le fuera seccionado

por su bella esposa Inés.

Esta es la primera vez

que se logra tal trasplante,

la ciencia está rozagante

por el éxito alcanzado;

mas él está preocupado

porque era “cherna” el donante.

Paulino Reyes Moreno

424El marinero despedazado

En junio, el año pasado,

en algún puerto español

había un buque bajo el sol,

de vinos y uvas cargado.

Había sido contratado

por cierta entidad hispana,

para venir a La Habana

a entregar la mercancía

que “libre a bordo” adquiría

alguna empresa cubana.

Pero allí la reacción,

como en todas partes, anda

haciendo su propaganda

contra la Revolución.

Llegó la tripulación

diciendo que si venían

problemas se buscarían

en la tierra de Martí,

porque los hombres de allí

unos a otros se comían.

El barco su muelle gana

y, enseguida que atracó,

la tripulación salió

a dar vueltas por La Habana.

A la siguiente mañana

faltaba uno, el cocinero,

y en el tín marín obrero

le correspondió a Manolo

salir por la calle solo

a buscar al compañero.

Manolo era un afectado

mental que apenas hablaba

y por “palancas” estaba

en la nave colocado.

Salió a mirar por El Prado;

pero en eso, un billetero

caminando muy ligero

gritaba con interés:

Solamente quedan tres

pedazos del marinero.

En ese mismo segundo

gritaba un periodiquero:

Vaya, cayó el marinero,

vea el periódico El Mundo.

Y Manolo con profundo

miedo cuatro vueltas da

y cuando pensaba ya

si echaba a correr o no,

un billetero grito:

Cógelo, que se te va.

Manolo, que no tenía

cayos en los pies corrió

y en un minuto llegó

desde Prado a la Bahía.

En el resto de aquel día

no probó ni una manzana,

y se pasó la semana

repitiéndose impaciente:

Mientras que aquí coman gente

no vengo más a La Habana.

Bernardo Cárdenas

Siguiente noticia

La flor de mayo