Ariel Avilés Marín
Haber tenido la oportunidad de escuchar en un concierto al mejor tresista de Cuba, fue un privilegio excepcional. Pancho Amat, representa una figura de la más profunda importancia en la difusión y conservación del patrimonio musical de la Mayor de las Antillas. Además de gran concertista, Amat es un hombre con una amplia y profunda cultura musical, en especial de la de su patria, y tiene material y conocimientos para charlar con él largo, tendido y sabrosamente. Así que, al terminar el concierto del domingo, la experiencia de haberlo conocido se amplió en una rica convivencia, aderezada con refrescantes frapés de frutas tropicales y platillos voladores, en el entrañable y tradicional “Impala”.
Con gran amenidad y sencillez, Pancho nos va poniendo al corriente de cómo el tres cubano sigue en el tiempo y por el mundo una ruta hasta llegar a convertirse en el instrumento nacional de Cuba. Señala como punto de partida en la isla, la región oriental de Cuba, y esto se da a fines del S. XIX. Ya, un poco antes, en 1845, en República Dominicana, aparece un tres, y es usado para acompañar ritmos de la época, como polkas y cuadrillas.
“El origen remoto del instrumento, lo podemos situar en el Renacimiento; entonces aparecen la vihuela y la guitarra renacentista, aunque estos instrumentos es poco probable que dieran origen al tres, pues son de cuerda sencilla; por otro lado, el laúd y la mandolina sí pueden ser antepasados del tres cubano, pues son instrumentos de doble cuerda”, explica. Así, con el paso del tiempo, estos instrumentos de cuerda van evolucionando y con ello cambiando para dar lugar a nuevos instrumentos.
En el último lustro del S. XIX, en Santiago, René Monfabase consigna la aparición del tres. “En el libro, ‘Crónicas de Guerra’, publicado en 1895, durante la Guerra de Independencia, se describe a gente de los batallones tocando sones, acompañados por treses; ahí se va encaminando a ser el instrumento nacional, pues está ligado a la consolidación de la nacionalidad cubana”.
Su entraña nacional se va forjando en el tiempo. “Está en el epicentro del son, los conjuntos originarios se integraban con bongó, maracas y tres”. Pancho nos habla del “tumbao”, que es el ritmo quebrado, a contra tiempo que es la entraña de la música nacional cubana, que se marca con un tiempo largo y dos cortos, acentuando el cambio. “El ‘tumbao’ nos viene de Europa y Africa, pero con el tiempo toma calor de Caribe y se hace natural de aquí. Entonces el tres es cubano ya. Poco a poco, va invadiendo la isla, va influyendo en las orquestas, hasta el piano empieza a tresear; llega a las sinfónicas, llega al jazz, y ya es intrínsecamente cubano, pues ha nacido en el son”.
Pancho nos va relatando otros hechos en la historia del instrumento. Por ejemplo: “A mediados del S. XIX, en República Dominicana, aparece el acordeón y con él un tres, pero no llega a desarrollarse y no pasa nada. El ritmo cubano se va extendiendo por otros países, como el caso de Pérez Prado, que alcanza el éxito en México, lleva el mambo, y el mambo es ‘tumbao’. Aproximadamente en 2011, se llevan a cabo profundas y acuciosas investigaciones históricas musicales, a resultado de éstas se declara el tres como “cordófono nacional” y se fija su cuna en Santiago. Un momento de gloria llega cuando se toca ‘La Bayamesa’ con tres, y a mí me cupo el privilegio de ser quien la tocó”, nos dice con gran emoción.
Como todo en la vida, el tres pasa por períodos de fuerza y de decadencia. “El tres, tiene su período de letargo y luego cobra una fuerza imparable. En México, en Veracruz específicamente, el Negro Peregrino, hermano de Toña la Negra, fue un tresero de miedo. El tres se extiende por el mundo; hay treseros en Cuba, también los hay en México, hasta en Japón hay treseros. Un instrumento de origen humilde cruza fronteras y alegra los corazones del mundo”.
Hablamos con Pancho de su propia vida. “Me inicio en la música desde muy niño; mi madre me ponía en un corral de madera y desde ahí oía música en una radio; muy pronto, mis padres se dan cuenta de mi actitud hacia la música. Ya en la escuela mandan llamar a mi papá: ‘Este niño se sale de su salón y no se va al baño, como otros, éste se mete a todas las clases de música de los otros salones’. El director le aconseja a mi papá que me ponga a estudiar música. Eramos una familia humilde, mis padres hacían carbón para vender, un día, mi padre cambia un saco de carbón por un viejo tres, éste fue mi primer instrumento formal. ¡Cuando me hice músico, mi padre fue muy feliz!”, exclama con la emoción en la mirada.
Su enseñanza musical fue un tanto accidentada; se inicia en la enseñanza media, en su natal Güira de Melena, un municipio a cuarenta y cinco kilómetros de La Habana. Recibe una beca universitaria que le permite ingresar al Instituto Pedagógico “Enrique José Varona”, donde destaca como estudiante y muy pronto lo encontramos como auxiliar de varios profesores. Después de un año de estancia en el instituto, es responsable del área de cultura de la Asociación de Estudiantes del plantel.
Un suceso que deja gran influencia en su vida es la presentación en el instituto del grupo chileno Quilapayún, de música folclórica. Hay un intercambio de estudiantes con los chilenos, él es seleccionado y así se inicia su vida profesional en la música. Posteriormente ingresa a la Escuela Superior Profesional de Música “Ignacio Cervantes”, donde estudia orquestación y composición; y como consolidación de su preparación, estudia también guitarra clásica, pero por otro lado, profundiza sus conocimientos del tres. “En forma autodidacta, en la escuela de la tradición”, declara con orgullo.
Su carrera profesional ha tenido varias etapas. Una muy importante, es con su grupo “El Cabildo del Son”, que tiene por objeto preservar y salvaguardar la cultura africana. Importante también, es su estancia en Londres, por dos temporadas, 1997 y 1998, con el grupo “Cubanísimo”, del trompetista cubano Jesús Alemany.
“Siempre soñé con venir a Mérida, ahora este sueño está cumplido”, nos dice con gran alegría. “Hay una profunda comunión por la trova entre Yucatán y Cuba. Yucatán es una extensión del Caribe, ‘nuestro mar’ empieza en Puerto Rico y termina aquí”.
No cabe duda que, conocer y tratar a Pancho Amat ha sido un gran privilegio en la vida.