Effy Luz Vázquez López
Nuestra Mérida
Con la luz de la aurora de una hermosa mañana,
La vida se despierta en mi blanca ciudad;
Troveros que cantaron en ventanas galanas,
Pulsaron aun sus liras, se van a descansar.
Los mercados y las plazas en cambio, se desgranan
Con la gente que bulle en cotidiano andar.
Los pregones se escuchan desde muchas gargantas
Ofreciendo mil cosas de comer o mercar.
¡Los voceadores gritan las noticias tempranas
Ocurridas al mundo sin poderse evitar,
Y en los templos repican vigorosas campanas
Invitando a los fieles al rezo matinal!
Los chicos y las chicas, en alegres parvadas,
Vocingleros y raudos se les mira pasar,
Comentando entre risas mil cosas, que mañana,
Cuando ya sean adultos, tal vez olvidarán.
¡Plaza Grande que fulges con las luces del alba,
La que enmarcan palacios con ascendencia real,
La que sombrean laureles y en las tardes doradas
Adormecen los rezos de tu gran catedral!
Ciudad de los Montejo, la niña enamorada,
Joyel de arquitectura con sabor colonial,
Te cantan tus troveros en dulces serenatas
Bajo cielos de estrellas y lunas de cristal.
Con el trote cansado de jamelgos en calma,
Conducidas por manos expertas en su andar,
Atraviesan tus calles adornadas calandrias
Desde donde el viajero te puede contemplar.
¡Iglesia de Santiago, conventual Mejorada,
Barrio de San Cristóbal, el templo de San Juan,
El parque majestuoso del barrio de Santa Ana,
El suburbio bravío de mi San Sebastián!
Son éstos, sólo algunos rincones que engalanan
Tu estructura castiza de hispánica ciudad
Aunque tus habitantes, descendientes de mayas,
Conservan el donaire de su herencia ancestral.
¡Mi Mérida radiante, mi Mérida mestiza,
La que evocan poetas en su dulce cantar,
La que espera al viajero con su suave sonrisa,
Y perfuma sus noches con aromas de azahar!
¡La que se adorna toda con la flama encendida
De la hoguera que fulge del rojo flamboyán!
¡La que natura ha dado, por ser su consentida,
Polícromas hechuras de fronda tropical!
Te miro por las tardes y pareces dormida
Como si, fatigada, quisieras descansar
Pero yo sé que alientas, que ríes y que brillas,
Aunque así, sosegada y muy suave en tu andar!
¡No cambies nunca, niña, mi ciudad consentida,
No transformes tu imagen ni aceleres tu andar,
No permitas que nadie modifique tu vida,
Sé siempre nuestra Mérida, para vivir y amar!
Mérida Nueva
He descubierto en ti, Mérida nuestra,
Que te adornan novísimos encantos,
Independientes de tu casta, expresa,
En tus calles y plazas que amo tanto.
He descubierto en ti nuevas fronteras
Que se extienden donde antes hubo campos,
¡Espaciosas, inmensas, sin barreras
Que limiten tu ámbito, tu espacio!
He descubierto en ti, Mérida ancestra,
Pretenciosa de ayeres soberanos,
¡megalópicas olas que se encrespan
Transformando tus aires campiranos!
¡He descubierto en ti nuevas bellezas!
¡Irradiantes de luz, brotes urbanos
Que le dan a tu faz mayor grandeza,
Cual diamantes prendidos en tus llanos!
¡He descubierto en ti, Mérida augusta,
Que por linda que eres, te chuleamos!
¡Y cantamos contigo serenatas,
Haciéndonos sentir más meridanos!
¡He descubierto en ti que eres moderna,
Pujante, arrebatada, y que en tus planos,
Aunque guardan tu hechura de princesa,
Te desbordas cual agua entre las manos!
¡Y he descubierto en mí, Mérida nueva,
La Mérida gentil de mis hermanos,
Que agradezco a la vida el que me diera
Nacer en tu suelo provinciano!
*Coord. Gral. de la Casa
de la Historia de la Educación en Yucatán