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Cultura

Poeta por sobre todas las cosas

Pedro de la Hoz

“Si en un poema se saca una sola palabra, o se cambia por otra y no pasa nada, es que no era un poema. O todavía no era un poema”. Tal es la percepción que tiene del uso del lenguaje Joan Margarit, el poeta catalán que sorprendió a los medios cuando en noviembre del año pasado se dio a conocer su proclamación como Premio Cervantes. Sorpresa porque no estaba en las cábalas previas al evento, por haber escrito buena parte de su obra en catalán y por no contar con el respaldo mediático de unos cuantos de los galardonados precedentes.

A la espera de que el jueves 23 de abril próximo se haga efectivo el galardón en Alcalá de Henares, en acto que debe ser encabezado por el monarca español, Margarit sigue viviendo el día a día de su humildísima vocación.

Cerró el año pasado con su participación en la velada Poesía y Arquitectura, un único camino, donde sostuvo un diálogo con la arquitecta Silvia Farriol, presentó su último libro Per tenir casa cal guanyar la guerra, en el que repasa su niñez y primera juventud; disfrutó improvisaciones jazzísticas a cargo de Carles Margarit al saxo y Albert Bover al piano, y a petición del auditorio leyó algunos poemas.

No fue casual su compromiso con ese acto; Margarit estudió y ejerció la profesión de arquitecto, aunque, a decir verdad, más que al diseño de proyectos, inclinó la balanza hacia la trasmisión de conocimientos desde la cátedra.

Pero ya en el bachillerato –nació en 1938– comenzó a escribir. Poesía y más poesía, en castellano y, sobre todo, en catalán. Cantos para la coral de un hombre solo (1963), Doméstico nací (1965) y Predicción para un bárbaro (1979), mostraron a otro arquitecto, el de las metáforas cinceladas con paciencia y conciencia de sí mismo. Con L’ombra de l’altre mar y Vell malentès (Premio de la Crítica), que aparecen en 1981, empieza a publicar su obra poética en catalán.

Cants d’Hekatonim de Tifundis obtuvo en 1982 el Premio Miquel de Palol. Por esas fechas prolongó su cosecha lírica con Raquel, La fosca melangia de Robinson Crusoe y L’illa del tresor. Gracias a Mar d’ hivern consiguió el Premio Carles Riba (1985) y con La dona del navegant el Premio Serra d’Or (1982). Els primers freds. Poesía 1975-1995 (2004) representa la primera selección poética antologada por él. Joana (2002) representó uno de los hitos elegíacos más conmovedores que recuerden las letras peninsulares en lo que va de siglo: reflexión a partir de la muerte de su hija. Publicado simultáneamente en catalán por Proa y en edición bilingüe por Hiperión, el poemario confirmó la excelencia del verso de Margarit y su enorme sensibilidad humana.

Los premios llueven. En 2008 la Generalitat catalana lo honró con su máxima recompensa literaria y siete años después mereció el Jaume Fuster, para escritores en lengua catalana. Trascendió, en parte, las fronteras de su ámbito lingüístico con el Premio Nacional de Poesía, el Premio Víctor Sandoval Poetas del Mundo Latino, que compartió en México con el maestro José Emilio Pacheco, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda que concede Chile, y meses antes del Cervantes, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Sin embargo, a pesar de tantas distinciones, Margarit no es suficientemente conocido en España, ni se diga en América Latina. Cuando publicó sus obras inaugurales en español, no llamó demasiado la atención, y eso que el primer cuaderno llevó el aval de Camilo José Cela. Quizá el Cervantes propicie lo que no ha pasado hasta ahora: la ruptura definitiva de un nicho sólo accesible a iniciados. Que no son pocos; en Cataluña Margarit manda y bien entre lectores avezados y juglares empedernidos. Hasta lo confunden con el trovador Paco Ibáñez. Por demás, no sólo es cuestión de lenguas, sino de la poesía como género literario. La novela y, en general, la prosa llevan la delantera en el mercado editorial. Raramente la poesía escrita figura entre los bestsellers.

De manera oblicua, esta supuesta subalternidad del oficio poético ocupó las reflexiones de Margarit, pocos días después de que se enterara del Cervantes: “Tengo 81 años y las repercusiones que un premio pueda tener son poco importantes. ¿Por qué acepto y me interesa un premio? Es muy sencillo. ¿Este señor qué vende? Vendo poesía. Espero que mis poemas sean unos grandes poemas, pero que lo sean no lo sabremos hasta de aquí a una o dos generaciones. ¿Qué es la poesía? Una herramienta, quizá de las más efectivas, en los momentos peores de nuestra vida. Por mucho consuelo que tengas, llega un momento en que estás solo y sólo tienes a tu disposición la poesía y la música, y poco más. ¿Qué produce un premio? Que tengas más lectores. Si hay más personas que buscan consuelo en mis poemas, pues mejor, porque doy consuelo a más personas. Un poema de Machado me ha servido de consuelo en diferentes momentos de mi vida, a diferentes Joan Margarit. No hay un solo poema, hay muchos. Es el misterio del arte”.

Su dedicación a la poesía está por encima de cifras y modas. Al prologar el libro Todos los poemas (1975-2012), el crítico José Carlos Mainer afirmó que Margarit es de los que “no suelen abanderarse en la espontaneidad sino en la densidad. No buscan la humedad del sentimiento, sino la quemazón del raciocinio y, decididamente, escriben para mejor dominar y entender lo que han vivido, evitando absolverse a sí mismos, por lo menos no demasiado, sustituyendo la complicidad o el pudor por la destemplada lucidez”.

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