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Cultura

De belleza y divas…

Paloma Bello

No fue su belleza la regida por los parámetros de la estética clásica, sino la suma total de sus prendas como mujer atractiva y talentosa: su flameante cabello rojo, su soberbia presencia, su conversación culta y su apariencia de estatua de mármol, plantada en una selva vegetal distante de su importancia como obra de arte.

María Teresa Sansores, la actriz dramática favorita de Alberto Cervera Espejo, se evaporó como el vaho que se fuga de un frasco añejado en mesita de cristal. Desde hace unos años, su vida se fue cerrando como los pétalos de una orquídea al anochecer, lentamente, enmudeciendo primero, dejando de escuchar después.

Finalmente, aislada de sonidos y envuelta en el recuerdo de antiguas voces: Antígona, Yerma… y multitud de susurros escénicos que venían a su encuentro para hacerla existir en un limbo que concluyó su amparo ayer.

María Teresa Sansores Pinkus recibe el último aplauso, de pie, de quienes fuimos sus admiradores. No podía dejar caer su telón en circunstancias comunes y corrientes, sino precisamente ahora, en los tiempos de la más grande tragedia humana del siglo, como la gran diva de escena que fue.

Va un cálido abrazo a su esposo, doctor Leonel Zapata Cabañas, familiar nuestro, a sus hijas Ruth, Lupita, Malusa, y su hijo Leonel. Cuando regresen los días en que todos podamos abrazarnos nuevamente, propongo reunir a un grupo de actores amigos para llevar a cabo la lectura de algunas de sus obras más trascendentes, como homenaje a su recuerdo.

¡Hasta entonces, excelsa actriz!

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