Cultura

Unicornio Por Esto: Escultores y carpinteros del arte SACRO: Ejecutantes en Yucatán, siglos XIX y XX

El historiador José Iván Borges Castillo recupera los nombres de quienes trabajaron en las imágenes religiosas de algunos municipios de Yucatán en los siglos XIX y XX.
El arte sacro y las manos que lo crean
El arte sacro y las manos que lo crean / Por Esto!

Es poco lo que se tiene en los registros sobre creadores de las esculturas y mobiliarios de lo sacro en la región yucatanense. Escasamente se nombran dos o tres personajes, que sobresalen en este asunto, dejando evidencia del enorme vacío de nombres y estudios sobre este tema. Este trabajo presenta algunos nombres más, que han llegado al presente por los rastros que han dejado de sus obras, punto de partida para la formación de un breve bosquejo biográfico que ayuda a visualizar su formación, así como las regiones donde desempeñaron sus obras.

Son notables los nombres de Gumercindo Sandoval Ponce,  Donato Pech Cambranes  y Francisco Mena Valdés  por sus obras en escultura o retablos que se exponen en las iglesias de la entidad. En este trabajo agregamos el nombre de nueve personajes cuyo legado aún está vigente, tanto en el ornato como en la pública veneración. Asimismo, se reflexiona sobre los nombres de los expositores de escultura que aparecen registrados en publicaciones decimonónicas.

Partimos el estudio desde el siglo XIX, especialmente la tercera década, que se vio ampliamente necesitada de la mano maestra de escultores e imagineros, tanto para el retoque de conservación de piezas patronales como para la elaboración de nuevas imágenes, y para el siglo XX para reemplazar alguna escultura que se perdió a causa de la persecución religiosa que se desarrolló en sus primeras tres décadas.

La continuación de la obra de evangelización, su renovación y sus necesidades, no son solamente de índole teológico o de estrategia de misión, sino que transcienden en la expresión artística, como propuesta recogida desde los primeros siglos de la cristiandad para dar a conocer el evangelio en la expresión de la belleza, de lo sublime o del amor divino, que la Iglesia empeña en el impulso al talento y la inspiración. Toda una consagrada tradición artística que va desde el primer siglo de la cristiandad con el llamado arte paleocristiano.

Como consecuencia de la llamada conquista espiritual de Yucatán se hizo real la necesidad de destacados maestros en materias como arquitectura, pintura y escultura para los nuevos templos que se iban levantando.

Las crónicas de los franciscanos Diego López de Cogolludo y Bernardo de Lizana refieren el fomento de las artes por parte de los frailes de la misma Orden seráfica. Los primeros talleres se abrieron en los anexos de las iglesias y espacios conventuales, cuya nueva técnica fue la consecuencia de la mezcla de saberes europeos y locales que se fundieron hasta extenderse a las particulares.

Con el correr del tiempo aquellos trabajos de pintura, escultura y carpintería ebanistería, continuaron efectuándose con la finalidad del ornato de los templos, cubriendo el cuidado o reemplazo de piezas, extendiéndose más allá de los espacios sagrados públicos, hasta los oratorios privados y los altares domésticos.

En el siglo XIX hay un impulso importante del culto a la Santa Cruz tras la primera etapa de la llamada Guerra de Castas. El modelo de dos piezas de madera unidas y sostenida por una base, era fácil de elaborar, y quizá en el propósito del fervor escultores y carpinteros cubrieron la demanda.  

Los artífices que aborda este trabajo desarrollaron sus obras en el siglo XIX y en la primera mitad de la centuria siguiente, donde las situaciones política, religiosa y social eran muy distintas a las de los anteriores siglos de gobierno español.

Los talleres de estos personajes eran particulares, desde donde ofrecían sus servicios y sus obras tanto a clérigos, a templos, como a particulares. Las diferentes revueltas armadas que predominaron a mediados del siglo XIX dejaron a su paso daños en los templos y en sus imágenes de veneración y desde luego, también en los bienes particulares, por lo cual la mano de un artífice se hacía evidente.

El auge económico propiciado por el henequén también necesitó de las obras de arte y ornato para el reflejo del poder social y económico de la élite. A la par del inicio del siglo XX con sus revoluciones y persecución religiosa, la mano de imagineros y escultores de nuevo se hace presente para reparar, para crear nuevas imágenes, nuevos mobiliarios para las iglesias que había experimento saqueos, profanaciones y pérdidas. De la manera que en 1916, durante la persecución religiosa, sucumbieron las imágenes de los santos patronos de varias comunidades, por ejemplo: el Santiago Apóstol de Halachó, la Virgen de Tabi,  en Sotuta, las imágenes de la Virgen de la Asunción de los pueblos de Muna,  Kopomá  y Sanahcat  y el San Buenaventura de Sinanché.  El cronista Francisco Cantón Rosado expone que hubo quemazón de santos en varias cabeceras y villas de la entidad, donde desaparecieron imágenes meritorias del arte sacro que poseían los templos católicos de la entidad.  

A continuación, se presentan los nombres de algunos creadores y las referencias de sus trabajos.

Juan Diego Moguel Morales

Se le reconoce en las actas legales como carpintero. Nació en 1864 en la hacienda Sihomal, dependiente de los montes de Sitilpech, jurisdicción actual de Izamal.  Hijo de Juan Pablo Moguel Arcila y de María Saturnina Morales Arcila, su padrino de bautismo fue José Trinidad Molina, director de una escuela rural, comerciante y de los hacendados más ricos de la entidad. Quizá de éste recibió algún apoyo económico para el desarrollo de sus habilidades.

Para 1894 estuvo como vecino en Tekal de Venegas donde contrajo matrimonio con Natalia Verde,  y ambos fueron padres del destacado personaje José Victoriano Moguel Verde, filántropo e impulsor de la educación en la comunidad.

Moguel es autor del santo sepulcro y de un púlpito en la iglesia de San Pedro Apóstol de Tekal de Venegas, obras que se realizaron entre 1893 y 1895.  Para 1896 fue carpintero en la hacienda Subincancab en la región de Timucuy. Murió en Izamal probablemente alrededor de 1955.

Lucas María Canto Briceño

Este escultor tiene un interesante trabajo y su legado fue continuado por sus descendientes. Transitó desde los últimos años del gobierno español desarrollando su obra por más de siete décadas. En su acta de bautismo se le nombra como “niño español”, que nació en Izamal en 1812.  Casó en 1830 con Josefa Cervera Cisneros  con la que tuvo varios hijos, de ellos destacan Carlos María y Rafael, que siguieron sus pasos en el ramo de la escultura y pintura. Un nieto de nombre José del Rosario Canto Aguilar, hijo de Rafael, también realizó carrera en la escultura hasta la sexta década del siglo pasado.

Lucas María brilló en la región de Izamal con su oficio de escultor, se desconoce dónde aprendió este oficio, como en la mayoría de los casos. En 1851 retocó a la Virgen de la Natividad de Cansahcab  y para 1857 retocó a la Virgen de la Natividad de Sucilá,  y firma el trabajo junto con su hijo Carlos María. Dos trabajos más se le conocen para 1863, interviniendo con retoque en la pintura a la Virgen de la Concepción, entonces titular de la iglesia de Buctzotz  y a la célebre imagen de Nuestra Señora de San Sebastián, en Mérida. 

Es importante destacar que los talleres tanto de escultores como de carpinteros eran también centros de aprendizaje, donde las técnicas, estilos y formas de trabajar la madera se iban enseñando. Por lo menos esto se puede deducir de taller de Lucas Canto Cervera, donde aprendieron sus hijos, y en sus diferentes establecimientos en los pueblos donde desarrollaban su obra despertaban quizá el interés de jóvenes que, impresionados por la pintura y la creación escultóricas, se aficionaban a estas artes e iban siguiendo los pasos de estos maestros. En el proceso de aprendizaje los alumnos lo acompañarían por las diferentes iglesias de la región. Aparte del nombre de sus hijos, se tiene el nombre de Florentino Ek de Mocochá que fue su alumno, y en consecuencia también fue creador de imágenes sagradas.

Lucas muere el 7 de mayo de 1898 en Izamal a los 86 años,  dejando un importante legado de conocimientos tanto a sus hijos y quizá a más de un aprendiz, pero cuyos nombres no llegaron al presente.

Carlos María Canto Cervera nació en Izamal en octubre de 1843, aprendió el oficio en el taller de su padre Lucas María y colaboró en las empresas destinadas.  De nuevo retocó, pero ahora solo a la Virgen de la Natividad de Sucilá en 1874. En 1884 realizó la escultura de la Virgen de la Concepción de la iglesia de San Pedro Apóstol, en Panabá, a petición del cura Eulalio Ancona Acevedo.  Retocó a la Virgen de la Natividad en Cansahcab en 1892 y otra vez interviene la pintura a la Virgen de la Concepción de Buctzotz para 1895. Continuó realizando trabajando a pesar de su avanzada edad; para 1910 retoca a la Virgen de la Candelaria de Sitilpech,  entonces con 67 años. Murió a los 86 años de edad.

Rafael Canto Cervera, a quien se nombra como de oficio “escultor” en los documentos legales,  tuvo por escuela el taller de su padre Lucas Canto, y es prácticamente desconocida la obra que realizó, solamente sabemos que en la exposición de Yucatán, en 1871, se menciona que participó en el ámbito de la escultura con un misterio de la Santísima Trinidad, y es mencionado como vecino de Yobaín.  Consta que contrajo matrimonio con Tomasa Aguilar;  entre sus hijos sobresale José del Rosario quien se dedicó también a la escultura.

José del Rosario Canto Aguilar se casó con Susana Baeza Peraza en febrero de 1924 en Yobaín, de donde declara ser natural y vecino.  En la parte trasera de la base de San Buenaventura patrono de Sinanché, se encuentra la leyenda: “El 14 de marzo de 1923 se terminó la construcción de la imagen en Yobaín por el escultor (parte borrada)”. Enseguida, otro texto contiene: “El 15 de marzo reconstrucción de la imagen en Yobaín por el escultor José R. Canto A. y terminado el 1 de julio de 1948 por el mismo escultor.”  Por el acta de matrimonio se sabe que gozaba de la fama de escultor es probable que en consecuencia se le encomendó este proyecto. Un punto más a favor es la distancia entre Sinanché y Yobaín que es de legua y media, es decir, siete kilómetros, para el traslado de la imagen recién elaborada.

Rafael Carrillo

Se desconocen datos biográficos. Únicamente consta que en abril de 1897 retocó a la Virgen de los Dolores, patrona de la hacienda de Xoy,  perteneciente a la jurisdicción de la entonces Villa de Peto.

Sabino Valencia

Nació en 1874 en el poblado de Acayucán en Veracruz, hijo natural de Francisca Valencia. Para 1897 aparece como vecino del pueblo de Baca, Yucatán, donde contrajo matrimonio con Pascuala Carrillo.  Retocó a la Virgen de Buctzotz en 1918, cuando ésta regresó a la iglesia tras la concluir la persecución religiosa; estuvo en resguardo en una cueva y la humedad debió afectar la imagen.

Juan C. Alonso O.

Se desconocen datos biográficos. Para 1922 se encontraba como vecino del pueblo de Halachó, por lo que tuvo oportunidad de realizar la imagen patronal de Santiago Apóstol, en ecuestre,  que vino a reemplazar la primera efigie que fue destruida por la tropa pre-constitucionalista en 1915.

José Ramos

Se desconocen datos biográficos. Retocó la pintura de la Virgen de la Concepción del pueblo de Buctzotz en 1934. 

Estos son los nombres de los hombres que intervinieron creando o restaurando las obras sacras en el lapso señalado, un acercamiento a los trabajos de algunos escultores y carpinteros que legaron importantes piezas en la región yucateca, y que hemos detectado a través de la investigación de campo. Son una muestra de los varios artífices que existieron en la entidad; estos “escultores” como ellos mismos se llaman, seguramente también realizaron piezas pequeñas de imágenes religiosas para uso doméstico, como vírgenes o santos, para satisfacer la demanda regional. Esas exigencias locales debieron ser, con base en su predominio cuantitativo, representaciones de la Virgen María en sus advocaciones de la Concepción y Asunción, y de algunos santos como San Antonio de Padua, San Francisco, o bien la Santa Cruz verde y crucifijos.

En la Enciclopedia Yucatanense, al abordar el tema de las Artes menores su autor José Hernández Fajardo señala que esta es consecuencia de la fusión de técnicas mayas y europeas. Hace énfasis en nombrar para el siglo XIX, a Gumercindo Sandoval,  y expone: “En la rama vernácula de la escultura, se puede citar a D. Francisco Sánchez, que por muchos años tuvo su taller en Mérida, a un señor Falcón que tenía el suyo en Izamal, y a otros varios, menos conocidos pero no menos importantes.”  Solo tenemos datos del primero su nombre completo fue Francisco Sánchez Aldana, que nació en 1852, contrajo nupcias con Barbara Rejón en 1882, y se reconoce como pintor solamente.  Del segundo no se encontró información

En La Revista de la exposición de los productos de las artes y de la industria de Yucatán para 1871,  se destacan otros escultores. En el caso de Mérida, aparte del maestro Sandoval, se hace referencia a Francisco Lazarin como carpintero, que participó con un marco tallado y dorado. También aparece Leandro Cauich Martínez que presentó un Ecce – homo y Amado Sotero Sosa, quien participó con un crucifijo pequeño. De Cauich sabemos que murió en Mérida el 4 de octubre de 1933, y es señalado como “escultor”,   mientras que Sotero se nombra de oficio pintor.

En Izamal, se une al grupo Miguel Fóster con “un misterio de la pasión de Cristo de hueso y de madera”, este era extranjero natural de “Filadelfia en los Estados del norte de América” y que contrajo matrimonio en 1872 con María Mercedes Ramírez.  Figura también Florentino Calderón Cortés con una imagen de la Purísima Concepción,  este era vecino de Temax, pero natural de Izamal. Es probable que hay sido alumno del taller de Lucas Canto o de Francisco Sánchez.

En la segunda exposición de Yucatán, realizada en mayo de 1879,  se registra la participación de Florentino Ek de Conkal con una “estatua ecuestre de Santiago Apóstol. Su valor estimado de 30 pesos.” De Florentino sabemos que fue hijo natural de Teodora Ek, ambos de Mocochá, pero casó en Conkal con Asunción Ix en noviembre de 1873. En el acta de matrimonio religioso se asienta, en la parte inferior, que “Dice pagar los dos pesos D. Lucas Canto, lo demás se dispensa por el Sr. Cura Herrera.”  Deducimos que fue alumno Canto, y pudo salir del itinerante taller de este escultor, que iba por las iglesias de Yucatán reparando y retocando las imágenes sagradas. Para 1873, se asienta que tenía 19 años y su oficio era “escultor”. 

La documentación consultada para este trabajo consta básicamente de actas sacramentales y del registro civil, que evidencia la movilidad de estos creadores artísticos por el mapa geográfico de Yucatán. Fijan su residencia en las diferentes poblaciones donde desarrollan sus proyectos, tanto de carpintería o ebanistería, como de pintura y retoque de imágenes religiosas. A donde se desplazaban, contraían matrimonio, tenían hijos y fueron dejando sus diferentes trabajos.

En las actas consultadas aparecen como testigos y padrinos ejecutantes de oficios como pintores, plateros y carpinteros que evidencian el amplio panorama local artístico, del cual solo se tienen sus nombres, pero se desconocen sus obras.

Algunos informes parroquiales del siglo XIX refieren reparación, retoques, agregados que se realizaron a las imágenes religiosas, pero no se consignan los nombres de los autores que desarrollaron la obra, fueron estos mismos los que dejaron en la parte trasera de las imágenes intervenidas alguna referencia del año y sus nombres. Probablemente esta acción discreta de dejar constancia siga una tradición de marcar con la firma la obra ejecutada, aunque también pudo ser con el objetivo de cuidado y preparación para futuros retoques a la pieza.

Uno de los problemas que se ha presentado es el poco valor que se ha dado a estas inscripciones, así como a los testigos, es decir, a los documentos encontrados dentro de las piezas sagradas. En el caso de Buctzotz, que contenía referencias muy tempranas como del siglo XVI y otras más del siglo XIX y XX, fueron borradas sin ninguna consideración. Este es solamente un ejemplo representativo de lo que se repite con las piezas de arte sacro local.

Los nombres de estos maestros y artífices también se han conservado en la tradición oral de sus familiares, pero aún quedan varias inscripciones en bases y peanas de santos y vírgenes por descubrir, e iniciales por descifrar.