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¿Otra vez se asoma el rostro del fraude en la Plaza Mérida?

Jorge Canto Alcocer

Días de finados, en los que nuestros muertos, aquellos seres con quienes tenemos los mayores compromisos, se hacen más presentes aún que de costumbre. Y en estos tiempos tradicionales, mis hermanos recurrieron, como tantas otras familias, a las redes sociales para patentizar el eterno recuerdo de nuestro padre. Los cuatro nos enzarzamos en un bello duelo mediático por mostrar ese apego al ser que más nos ha influido en la mayor parte de los temas de la vida. En mi caso, su presencia se hace especialmente notable al hablar y escribir de toros, incurable enfermedad que me transmitió desde mis primeros días en este mundo.

Mi padre fue un gran amigo del Dr. Tomás Díaz, ganadero de Quiriceo. Recuerdo como si fuera ayer cuando lo llevaba hasta la casa donde hacíamos temporada en Progreso mi hermana y yo. Ellos conversaban de toros, mientras quien esto escribe y mi progenitor cumplíamos otro de los rituales hermosos de mi infancia: bolearnos en la playa. Por supuesto que también recuerdo el apoyo del Dr. Díaz a mi padre en los crueles días de su agonía, un gesto que nunca olvidaré.

Por ello, por fidelidad a la presencia permanente de mi padre en cada día de mi existencia, me veo obligado a salir al paso de las irresponsables declaraciones de los empresarios de la Plaza Mérida, que intentan, seguramente sin la menor posibilidad de éxito, desprestigiar al Juez Ulises Zapata, a la Comisión Taurina y a la afición toda de nuestro vetusto coso para tratar de tapar el terrible error de haber anunciado a Quiriceo para la corrida del 11 de noviembre, cuando es más que obvio que no tiene animales con el trapío que se ha impuesto como norma en nuestra Plaza. Y, en un error más lamentable aún, exhibir las fotografías de algunos de los toros rechazados, poniendo en evidencia la absoluta falta de trapío de 5 de los 6 exhibidos, todos ellos cornicortos, mogones, escasos de caja y anovillados.

Como sabe cualquier taurino de la región, Quiriceo hace un buen rato que salió de los círculos de calidad. No sabemos qué problemas aquejan a esta ganadería, sita en Campeche y que desde hace años sólo lidia en corriditas de la legua.

Lo cierto es que no tuvo lote para Mérida, así que Díaz debió declinar el contrato y los empresarios sustituir el ganado sin mayor trámite, sin la engorrosa, vergonzosa y económicamente absurda aventura de su traslado a la capital yucateca, cuando se sabía de antemano cuál sería la decisión de las autoridades.

En su irresponsable comunicado, Toros Yucatán hace un llamado al Presidente Municipal para cambiar a las autoridades. ¿Esa era su esperanza? ¡Mayor tontera aún! En la anterior administración municipal de Renán Barrera, recordemos, el Juez Zapata fue restablecido en el biombo con tal éxito que, con el apoyo de los verdaderos taurinos meridanos y yucatecos, logramos echar a la corruptísima empresa de Alberto Bailleres, que regenteaba nuestra Plaza de la manera más sucia y degradante que se recuerda en tiempos recientes. En los círculos taurino-políticos, se dijo en aquel entonces que Bailleres utilizaría sus influencias en el PAN nacional para obligar a Barrera a cesar al Juez Zapata, pero la primera autoridad meridana cumplió como los buenos y Bailleres y compañía, con todos sus millones y sus influencias, se fueron con sus fraudes a otra parte.

Hasta esta ocasión, la empresa Toros Yucatán, dirigida por los coterráneos Alberto Hagar y Alberto Basulto, había cumplido con creces en lo que respecta a la presentación del ganado. Respecto a la bravura, sabemos que los toros no tienen palabra de honor, y en cuanto a la baraja, pues hemos visto de todo, de lo mejorcito a lo peorcito.

Con sinceridad, la administración de Toros Yucatán, había sido la mejor en muchas décadas, al menos desde aquella fantástica empresa que conjuntaron por un par de temporadas los matadores Jesús Solórzano, Manolo “Armilla” y Jorge Avila. Confiemos en que sólo fue un pésimo error, seguido de declaraciones más lamentables aún.

Tiene aún Toros Yucatán la confianza de la afición: una golondrina no hace verano, y una equivocación, por grave que sea, no enloda una trayectoria. Los invitamos a rectificar y a mantener nuestra confianza y, sobre todo, el respeto por la Fiesta.

Un aplauso a nuestro Juez y a su Comisión, de nuevo demuestran que están con nosotros, con la afición, con quienes amamos este bello espectáculo y queremos su grandeza y eternidad. Son momentos graves para la Fiesta, muchos lo hemos advertido y se le defiende así, dando el paso pa’ alante, con el pecho descubierto y la mano baja.

Como me enseñó a ver toros el Dr. Eugenio Canto, el entrañable amigo del Dr. Tomás Díaz, a quien le deseo toda la suerte del mundo en los avatares ganaderos, que son muchos, y muy difíciles. Pero fue mucho mejor, le decimos respetuosamente al estimado galeno, el rechazo de una autoridad digna que un escándalo en la Plaza y las denuncias por fraude el día posterior.

¡A cerrar filas por el bien de la tauromaquia!

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