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Antropólogo Jorge A. Franco Cáceres
Introducción
El Gobierno de Enrique Peña Nieto (EPN) nunca proclamó nada en contra de los gobiernos partidarios de la estrategia negativa del cambio climático, que se pronunciaron sobre este fenómeno en función de componendas políticas, señalando que no se trataba de nada más que un ciclo planetario natural o un invento intimidatorio de China. Sin embargo, siempre lejos de algún planteamiento asertivo al respecto, el mismo presidente mexicano no guardó ninguna prudencia al pretender en las cumbres climáticas que desde las leyes federales y las instituciones nacionales, México es ejemplar por el acatamiento incondicional de los acuerdos de mitigación y adaptación de las COP de la ONU.
En la inauguración de la COP 13 de Cancún sobre biodiversidad en 2016, EPN insistió que “hemos sido reconocidos como el país con la legislación, la normatividad y los instrumentos más avanzados del mundo, y también como el que ha demostrado incrementar su ambición en sus compromisos y, sobre todo, de marcarle el paso a otros países”. Ahí destacó también que la superficie de áreas naturales bajo protección en México alcanza la cifra de 91 millones de hectáreas luego de sus cuatro últimos decretos, mismo que significa que nuestro país ha cumplido y rebasado los compromisos adquiridos con la ONU en esta materia. En pleno clímax de la simpleza neoliberal de su retórica ecologista, expresó que “hemos alcanzado un punto en el que o cambiamos nuestra forma de vida para detener la pérdida de la biodiversidad global o esta pérdida va a cambiar para siempre nuestra forma de vida”. Y señaló también que la única forma de garantizar un futuro más limpio y seguro para todos es mediante un verdadero desarrollo sustentable.
El Gobierno de EPN se dedicó a pregonar al mundo globalizado que cada país tiene que comprometerse contra el cambio climático desde las leyes federales y las instituciones nacionales, asegurándoles que nuestro país había conseguido así los poderes eficientes y los métodos vinculantes que requería la estrategia global de las COP, para avanzar en las realidades nacionales y regionales. Peña Nieto ignoró siempre que ese proyecto de la ONU se convirtió en un fracaso global sujeto a riesgo terminal, debido a las posturas unilaterales –como la de los Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump u otras naciones, como China, India o la Unión Europea, siempre señaladas como artífices del calentamiento global en la dimensión planetaria–, para procurarse espacio en los foros globales para repetir que si los demás países no hacían lo mismo que México, la estrategia climática global no avanzaría en los hechos.
Sin embargo, lejos de los consejos “ejemplares” del presidente mexicano ante las COP-ONU, la realidad de los sucesos críticos y los problemas crónicos del cambio climático en las áreas estratégicas y las zonas vulnerables, evidenció que este fenómeno nunca fue una preocupación del “Pacto por México”, y menos lo fue de las denominadas reformas estructurales del Estado mexicano. Concentrándose siempre en asuntos de competencia económica, transparencia administrativa, financieros y hacendarios, político-electorales, penales y judiciales, energéticos, telecomunicaciones, laborales y educativos, etc., acaso se mencionó en ellos alguna vez al medio ambiente como uno los asuntos pendientes del Gobierno de EPN. Esto último, más que efecto de alguna apreciación asertiva y consideración crítica de la situación climática de nuestro país desde la perspectiva estratégica del patrimonio cultural, sucedió debido a los escándalos de corrupción vinculados a la degradación ambiental, como fue el caso de Grupo México en Sonora en 2014, y otros parecidos en varias entidades.
Así las cosas, las enmiendas reformistas aprobadas por el Estado mexicano durante el sexenio de EPN nunca dispusieron que algún combate sistemático al calentamiento global procediera como una estrategia afirmativa o asertiva de reversión radical desde el mismo modelo económico operante en nuestro país. Ningún poder o ley exigió tampoco que se actuara en forma eficiente y vinculante en términos de sostenibilidad, contra los procesos industriales autorizados y los entornos urbanos creados para satisfacción de las empresas transnacionales de bienes y servicios. En síntesis, desde la presidencia de la república hasta los gobiernos estatales y las comisiones regionales nadie respaldó en los hechos que una estrategia climática procediera en forma implacable desde un modelo de desarrollo sostenible contrario a los cursos de acción de interés mercantil que son: 1) destructores de paisajes culturales, 2) depredadores de recursos naturales, 3) desequilibrantes de sistemas naturales, y 4) desintegradores de legados ancestrales.
En pocas palabras, además de grandes contaminadores por las emisiones de carbono a la atmósfera, por los residuos químicos y metálicos enviados al subsuelo, el acuífero, las corrientes superficiales y los mares profundos, permanecieron intocables los impactos múltiples de orígenes industriales y urbanos sobre los paisajes culturales de las zonas pobladas y las áreas naturales. Se preservó así el afán especulativo del modelo económico transnacional de mantener la rentabilidad capitalista en nuestro país. He aquí la principal razón por la que AMLO y MORENA deban corregir que México sea un pésimo ejemplo de poderes eficientes y métodos vinculantes de la estrategia negativa del cambio climático de las COP de la ONU.
Las razones de que México sea un pésimo ejemplo de la estrategia negativa de las COP de la ONU
La actuación del Gobierno mexicano ante el mundo globalizado, especialmente cuando se pretendió que nuestro país era ejemplo para otros en los asuntos estratégicos contra el cambio climático, fue siempre controversial e inaceptable. En las declaraciones oficiales que –en forma explícita pero bastante torpe realizaban el presidente EPN o el secretario del Medio Ambiente–, traslucían de ordinario dos cosas: 1) la incapacidad de las autoridades mexicanas en la materia, y 2) su alineamiento incondicional con las COP de la ONU. Se trataba de posturas patéticas, porque lejos de reconocer la inhabilidad del Estado mexicano para combatir la problemática global desde un modelo de desarrollo sostenible, solo pregonaban que México tenía fórmulas magistrales para tener los poderes eficientes y los métodos vinculantes que se reclaman en las cumbres climáticas.
Si consideramos ahora las componendas detrás de las propuestas burocráticas que se pretendían como fórmulas avanzadas, entendemos un poco más sobre la incapacidad institucional y el alineamiento oficial del Gobierno de EPN con la estrategia negativa de las COP de la ONU. Lo primero a considerar son los términos poderes eficientes y métodos vinculantes que las autoridades mexicanas no asumieron como poderes que todos estábamos obligados a respetar, y tampoco como métodos que todos debíamos observar para alcanzar metas previstas. Aunque sabían que el derecho fundado en las constituciones hacía posible que los poderes fueran eficientes y los métodos fueran vinculantes con las realidades nacionales y regionales, puesto que la existencia de ellos como derechos ciudadanos involucraban obligaciones en todos los demás de no impedir su ejercicio o violar estos derechos; y no lo asumieron así para mantenerse en la esfera ventajosa de la consonancia pública con los intereses mercantiles.
Otra cuestión relevante fue que debido a la consonancia señalada, el Gobierno de EPN nunca pugnó por leyes nacionales con poderes eficientes y métodos vinculantes para la reversión radical del cambio climático en las áreas estratégicas y las zonas vulnerables, que pudieran imponer obligaciones contritas a propios y extraños desde el modelo económico operante de nuestro país. A decir verdad, los poderes y los métodos de los tipos en cuestión se pretendieron desde el Estado mexicano para los diversos temas de las reformas estructurales, sin intentarse algo parecido para respaldar la estrategia negativa del cambio climático de las COP de la ONU.
Ciertamente, no pasó de ser un desplante ramplón lo que el Gobierno de Peña Nieto pretendió como fórmulas avanzadas ante las cumbres diplomáticas, especialmente cuando declaró que México tenía un liderazgo moral indiscutible en importantes aspectos concernientes a los impactos generados por el cambio climático global. Decimos esto porque, si bien se contaba con un marco institucional y un marco normativo ambiental que incluía: 1) una Ley General de Cambio Climático desde el 2012; 2) una estrategia que define los pasos a seguir a largo plazo (20, 30 y 40 años); 3) un programa especial de cambio climático; 4) un sistema nacional contra el cambio climático; 5) un Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC); 6) una Reforma Energética que nos permite avanzar a una matriz energética más limpia; 7) una ley de transición energética aprobada y reconocida en la esfera internacional, y 8) una reforma fiscal que pone un precio al carbono, estos dos marcos nunca tuvieron el nivel para proceder con poderes eficientes y métodos vinculantes para enfrentar la problemática en sus más importantes niveles y órdenes.
Poderes ineficientes y métodos dispersores en México para la sumisión incondicional al mercado global, más que para la reversión radical del cambio climático
Agarradas de las posturas negativas del cambio climático durante el sexenio de EPN, las estrategias oficiales permanecieron reducidas a los aspectos normativos e institucionales que son tributarios de las cumbres climáticas. México no avanzó más allá de los mecanismos generales de mitigación y formas de adaptación conformistas, a pesar que hoy existe mucha gente que clama con razón histórica por sus derechos vitales bajo las condiciones letales del calentamiento global. Si el Gobierno de AMLO intenta figurar en el concierto mundial como ideólogo espontáneo de esta estrategia negativa de las COP, al estilo de EPN, solo evidenciará que no rechaza la utilidad de este proyecto climático de la ONU para la plena vigencia del modelo económico de despojo patrimonial y saqueo mercantil del mundo globalizado.
A pesar del respaldo al Acuerdo de París 2015, nadie puede creer en serio que México tiene poderes eficientes y métodos vinculantes para hacer realidad las medidas de mitigación y adaptación de las COP en las áreas estratégicas y las zonas vulnerables. Aseguramos esto porque al observar que el Gobierno de EPN presumió que estamos cumpliendo los objetivos de la ONU con fórmulas que son reduccionistas y simplificadoras: a) creando más burocracias medioambientalistas, 2) declarando más ámbitos aislacionistas, 3) respaldando más retóricas proteccionistas, y 4) alentado prohibicionismos selectivos de sistemas y tecnologías, la conclusión científica y social es que no existe apertura estatal ni capacidad institucional para ningún modelo de desarrollo sostenible bajo condiciones de cambio climático en México. He aquí la razón por la que AMLO y MORENA tendrán que corregir la realidad que México es un pésimo ejemplo sobre la cuestión climática a nivel global.
AMLO debe dejar muy claro que el poder que se ejerce desde el Estado mexicano en nombre de la estrategia negativa del cambio climático de las COP de la ONU, posee una falsa moral científica y social, donde se refugia en forma política y burocrática, tratando de esconder sus compromisos con el modelo económico que domina en el orbe civilizado. Se trata del modelo que, en su perversidad mercantil y su voracidad patrimonial, ha abierto los espacios planetarios al calentamiento global y ha ocasionado los tiempos más inciertos del cambio climático.