Marta Núñez Sarmiento*
XII
Mi manía de ser una socióloga que durante las 24 horas del día intento responder a mis “por qué” me llevó hace casi un año a buscar las letras de las canciones yucatecas para analizar cómo trataban las relaciones de género. Esa, decidí, sería mi entrada a los estudios de caso comparativos entre Yucatán y Cuba. Soy aficionada al programa radial cubano dominguero “Memorias”, de Radio Rebelde, en especial de la sección que reproduce partes del programa “Cancioncitas” del mexicano Fernando González Gortázar, en la que escuché varias veces canciones del yucateco Guty Cárdenas. Me fascinaron esas trovas a las que en ocasiones les escribió las letras mientras en otras compuso la música. Cuando comencé a “bajar” en internet sus composiciones, noté similitudes con las letras de las canciones de la trova cubana contemporáneas a él y me dije “comenzaré por Guty mi estudio de caso comparativo entre las letras de este género musical en nuestro país y en Yucatán”. A medida que seguí indagando su vida, supe que nació en Mérida en 1905 y murió de un balazo en Ciudad México en 1932.
Pero lo que más me llamó la atención fue que visitó La Habana poco antes de morir. Aquí compartió con el poeta Nicolás Guillén, quien dejó fe de este encuentro en su artículo “La última noche de Guty en La Habana”, publicado en la revista Orbe el 24 de abril de 1932. Posiblemente influido por nuestro Poeta nacional, Guty compuso la música del poema de Guillén Canto negro, que sería su última canción, en la que, según especialistas, recrea el canto ñáñigo. Su partitura quedó traspapelada por años entre los archivos del músico y la obra se escuchó por primera vez el 13 de abril de 2010 interpretada por el dúo yucateco de Laura Moguel y Felipe García en el auditorio del Olimpo de Mérida, Yucatán. El musicólogo Luis Pérez Sabido, director de Centro de Investigación, Documentación y Difusión Musicales Gerónimo Baqueiro Fóster, de la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY), viajó a La Habana en 2015 para entregar la partitura de Canto negro a Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), y al director del Museo Nacional de la Música, el investigador Jesús Gómez Cairo.
Rompo el fuego de esta coda atrevidísima comenzando por analizar los contenidos de las letras de Guty en las que define los significados que él le imprime al amor y, además, en las que refiere cuánto dañan las mujeres a los hombres en las lides amorosas hasta el punto del llanto, sin llegar al extremo de derramar las “lágrimas negras” de Miguel Matamoros.
Escogí al azar diez de sus canciones referidas a este tema: Peregrino de amor, A qué negar, Adiós, linda morena, ¡Ay, prietita de mi vida!, Caminante del Mayab, Estrellita marinera, Nunca, Para olvidarte, Dile a tus ojos y Tanto he sufrido.
En sus letras el amor es algo ideal, “total”, sagrado porque es de Dios y, a la vez, está dotado de la magia de todas las cosas mayas; es algo que debe ser correspondido por ambos miembros de la pareja. Pero es inalcanzable porque siempre el hombre, quien es el protagonista principal de sus letras, lo persigue, lo busca y, cuando lo encuentra, resulta decepcionado por la mujer. En A qué negar describe su desgarrada, decepcionante búsqueda: “Es esa gloria, el dulce amor soñado, que tantas veces me robó la calma. Y aunque siempre por él sea desdeñado, seré feliz porque lo hallé en tu alma”.
El hombre, que es fundamental en los acontecimientos amorosos que relata Guty Cárdenas, es un peregrino, un devoto que identifica al amor con “la gloria”, un sentimiento perfecto por su cercanía a Dios, que pide que sea correspondido. Es un caminante que recorre sin descanso parajes desconocidos en busca de lo que es su ideal del amor. Pero su búsqueda constante de esa pasión sagrada que habita en un santuario es infructuosa, inalcanzable. Ello se debe a que mientras el hombre coloca a la mujer en un altar para rendirle su devoción, admiración, adoración y respeto, ella –la mujer– es irreverente, irrespetuosa, desdeñosa, maligna, impía, sacrílega, profana, sin dios, blasfema. En sus canciones ella siempre niega que lo amará, e incluso, en algunos casos niega que aún lo ame.
El hombre vio ese amor ideal en el fondo de los ojos de la mujer que adora, pero ella se burló de él. En sus canciones describe los ojos femeninos mezclando sus signos contrapuestos de ser a la vez lindos y mentirosos, adorables y desdeñosos, que dan vida y que matan. Resumiendo, son ojos que hacen sufrir, son perversos y no tienen piedad de él. Así resume este anhelo no correspondido en Dile a tus ojos: “Dile a tus ojos que no me miren porque al mirarme me hacen sufrir. Que no me miren porque me hieren, diles que tengan piedad de mí”. “Ojos perversos de tintes vagos. Ojos que hieren mirando así. Ojos que matan y que dan vida, tened clemencia, piedad de mí”.
Cuando describe la boca de la amada dice que es sabrosa “como capulines”, provocadora, irresistible. Resalta varias veces la belleza de la mujer “morenita”, chatita” y “prietita”, como las de su tierra. Acudo a Estrellita marinera para demostrar esta admiración: “Tu nombre traigo en el corazón grabado y tu recuerdo en mi pecho aprisionado. Pero, chatita de mi alma, me traes bien entusiasmado, que hasta en el sueño parece que te oigo hablar”.
Al hombre de estas canciones la amada lo abandona para “irse para el norte” porque él es un pobre que exclama: “¿Qué culpa tiene el huizache de haber nacido en el llano?” Uno “que compró más de huarache, que de choclo americano”. En Estrellita marinera le ruega a esta: “…dame razón de mi amor, tú que iluminas el silencio de la noche. Dicen que mi amor se va pa’ las fronteras del Norte. Dime si es cierto”.
En su canción Caminante del Mayab ubica en su tierra a ese hombre que es un peregrino eterno que busca un amor que identifica con la gloria, que es puro, es sagrado porque pertenece a un dios que, simultáneamente, podría pertenecer a la liturgia católica y a la maya. Ese ideal del amor es como las nubes de su Mayab que él adora. Pero también en su tierra una mujer aparentemente blanca como las nubes lo engañó, lo embrujó.
El protagonista solo anuncia una vez que deja a la mujer porque ella es un diablo que lo arrastró al infierno, que
lo hechizó, lo hizo disfrutar “cosas malas” y arruinó su vida. Pero él decidió abandonarla para buscar un amor verdadero, ese que busca incansablemente este viajero soñador. Así lo confiesa en Adiós, linda morena: “¿Qué me enamoró? ¿Cómo me sucedió? Sentir lo que siento, vivir un infierno y ser feliz con lo que tengo. ¿Qué me despertó? ¿Cómo se me ocurrió? Dejar que en mi cara mi vida arruinaras y me aferrara a tus cosas malas; tan sólo quise yo venir a decirte que me marcho, que estoy harto, que quiero encontrar cada parte de mí, que arrancaste en el camino. Que quiero empezar de un distinto lugar…”. Pero también recurre a la venganza en Para olvidarte: “Para olvidarte a ti, que aún me quieres a pesar de tu orgullo y tus agravios, me embriagaré sediento de placeres en la pagana copa de otros labios”.
Me emocioné cuando descubrí que Guty Cárdenas compuso la canción Nunca que ha sido interpretada durante décadas por agrupaciones musicales cubanas. Su letra sintetiza esta apreciación del autor de las relaciones amorosas como algo que los hombres buscan perennemente porque los atrae y, a la vez, los rechaza. Pero culpa a la mujer porque ella transforma ese ideal en algo inalcanzable, ya que él la adora, la venera, la ama aunque ella no le corresponda con su actitud irreverente y desdeñosa.
Quiero compartir con los lectores de Unicornio la letra de esta canción.
Nunca
Yo sé que nunca besaré tu boca,
Tu boca, flor de púrpura encendida,
Yo sé que nunca llegaré a la loca
Y apasionada fuente de tu vida.
Yo sé que inútilmente te venero,
Que inútilmente el corazón te evoca.
Pero a pesar de todo yo te quiero,
Pero a pesar de todo yo te adoro,
Aunque nunca besar pueda tu boca.
El “distanciamiento” me obliga a cerrar este “apasionado” análisis de las canciones de Guty Cárdenas, a las que escribió las letras y/o compuso las melodías, subrayando cuán interesante resultaría que estudiosos yucatecos me acompañaran en un estudio de caso en el que comparemos las letras de este autor y de otros muchos de su época con las que escribieron los trovadores cubanos de esos años.