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Entretenimiento / Virales

Debates sobre diversidad sexual en Cuba hoy (I)

Marta Núñez Sarmiento*

XXVIII

Los seres humanos siempre han sido diferentes de acuerdo a sus etnias, sus razas, sus nacionalidades, a las religiones que practiquen y a su género, entre las variadas características de sus identidades. A lo largo del siglo xx surgieron movimientos que batallaron para que los países y sus leyes reconocieran las diferencias entre las personas y se desarrollaran entre sus ciudadanos actitudes contrarias a todo tipo de discriminación. Estos propósitos incluyeron el reconocimiento de los derechos de los seres humanos a ejercer sus orientaciones sexuales y sus identidades de género.

En Cuba persisten actualmente contradicciones en torno a lo que significa ser lesbiana, ser gay, ser bisexual, transgénero o intersexual (LGBTI). Los logros para reconocer sus derechos a manifestarse tal y como son resultan lentos, pero se perciben desde hace más de dos décadas. Antes de mencionar ejemplos de estos cambios que abogan por luchar contra la homofobia en mi país, insisto en algo que expliqué como un requisito imprescindible que existió y que perdura para avanzar en lo relativo a la igualdad de las cubanas: en tanto este fin no forme parte de las estrategias para transformar a toda la sociedad en una donde impere la justicia social, no se discrimine a nadie y no se postergue este sueño, este no se convertirá en una realidad.

A mi entender, en Cuba el principio de incluir a las personas LGBTI como parte de la sociedad en igualdad de condiciones se pospuso demasiado. Pero ya se perciben los cambios, porque poco a poco, el derecho de estas personas se está incorporando en las estrategias de desarrollo de toda la nación.

Uno de los ejemplos que exponen las confrontaciones que subsisten entre los cubanos y las cubanas sobre el tema se visibilizó a fines de 2018, cuando todos discutimos el proyecto de la nueva Constitución de la República de Cuba. En él apareció el artículo 68 que proponía: “El matrimonio es la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común. Descansa en la igualdad absoluta de derechos y deberes de los cónyuges, los que están obligados al mantenimiento del hogar y a la formación integral de los hijos mediante el esfuerzo común, de modo que este resulte compatible con el desarrollo de sus actividades sociales”. Esta formulación redefinía el matrimonio tal y como aparece en el Código de la Familia de 1975, el cual establece que esta es una unión legal entre un hombre y una mujer. El 25 % de quienes intervinieron en los debates de este proyecto de Ley Fundamental rechazaron este artículo 68. Por tanto, la comisión nacional que reformuló el proyecto de la Constitución, que definitivamente aprobamos por amplia mayoría en marzo de 2019, lo eliminó, sin embargo, la voluntad política de mantener el enfrentamiento a la homofobia en Cuba se mostró de dos modos.

En primer lugar, la nueva Constitución incluye al menos 7 artículos que aseguran la no discriminación de los ciudadanos, entre ellos el 41, el cual plantea que “es parte del goce y del ejercicio irrenunciable, imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente de los derechos humanos, en correspondencia con los principios de progresividad, igualdad y no discriminación. Su respeto y garantía es de obligatorio cumplimiento para todos”. El artículo 42 enuncia que todas las personas son iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género… o cualquier otra condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana”. El artículo 48 establece que “Todas las personas tienen derecho a que se le respete su intimidad personal y familiar, su propia imagen y voz, su honor e identidad personal”.

Les resumo otros dos artículos que reconocen la diversidad de las familias cubanas e, indirectamente, a las que están encabezadas por personas del mismo sexo. El artículo 8, por su parte, establece que “toda persona tiene derecho a fundar una familia. El Estado reconoce y protege a las familias, cualquiera que sea su forma de organización […]”. Continúa declarando que las familias “se constituyen por vínculos jurídicos o de hecho, de naturaleza afectiva, y se basan en la igualdad de derechos, deberes y oportunidades de sus integrantes”. Agrega que “la protección jurídica de los diversos tipos de familias es regulada por la ley”. El artículo 82 “Reconoce […] la unión estable y singular con aptitud legal, que forme de hecho un proyecto de vida en común, que bajo las condiciones y circunstancias que señale la ley, genera los derechos y obligaciones que esta disponga”.

La segunda acción que la Dirección del país promueve para luchar contra la homofobia consiste en la decisión de reformular el Código de la Familia, que –como expliqué– no reconoce la unión marital legal entre personas del mismo sexo. ¿Por qué afirmo esto? Porque la nueva Constitución de la República transformó una buena parte de todos los códigos legales vigentes hasta el momento y se decidió que el relativo a la familia fuera el primero en modificarse y someterlo a consulta popular. Si cuando esto suceda la cuarta parte de la población rechazare la unión marital legal de las personas del mismo sexo, de todos modos la mayoría de los cubanos votará a favor del nuevo Código de la Familia, que seguramente lo incorporará.

Sin embargo, las transformaciones legales que persigan combatir la homofobia no erradicarán de la ideología popular cubana el machismo que engendra las actitudes discriminatorias de este tipo. Esto se palpa diariamente en el imaginario popular que incluye al lenguaje: las mayores injurias trasmiten contenidos contra quienes no se ajustan a la heterosexualidad. ¡Imaginen las palabrotas! Lo mismo sucede con los chistes, incluso, los que se trasmiten por la TV y la radio, por citar dos medios de comunicación muy populares.

La institución de la familia también está impregnada de la homofobia, aunque en las últimas décadas, sobre todo a partir de la crisis de los años noventa, aprecio que sus miembros se han ido transformando en el sentido que respetan a sus miembros LGBTI. Dentro de una familia coexiste diversidad de criterios en este tema. Existen quienes llegan al extremo de rechazar a los hijos gays, pasando por los padres y las madres que exclaman “Yo no soy homofóbico (a), pero no admito que mi hijo (a) sea gay o lesbiana”. Simultáneamente, aparecen cada vez más familias que admiten que sus hijos traigan a vivir a sus hogares a sus parejas del mismo sexo.

En las escuelas, que es otra institución formadora de ideologías, los programas de educación sexual son obligatorios desde 2011 y en ellos se enseña los orígenes de la homofobia y se proponen vías para combatirla. Pero hay maestros que no enseñan estas partes del programa porque no están de acuerdo con esos temas. Desde hace dos años se reconoce a nivel de toda la sociedad y, especialmente en las instituciones educacionales, que subsiste en ellas el acoso a los niños, cuyos compañeros estiman que no encajan en sus grupos, bien porque son gordos, flacos, usan espejuelos o son gays, entre otras muchas razones de practicar lo que ampliamente se conoce como bullying.

A nivel personal, estos conflictos que discriminan a los seres humanos LGBTI que subsisten en Cuba son muy dolorosos por lo que sufre un niño, un adolescente o un adulto que no es heterosexual. Hay entre ellos quienes reconocen su orientación sexual e identidad de género alrededor de la adolescencia, pero el dilema reside en si lo muestran públicamente o si deciden ocultar este comportamiento. Esto de “salir del closet” lo practican cada vez más los jóvenes, porque sienten que poseen la libertad de actuar como lo que son. Los tiempos cambian. Pero hay quienes, en su adultez, ocultan públicamente su condición LGBTI por la vía de mantener un matrimonio heterosexual u optan por vivir con sus parejas de manera discreta. Otros y otras se enfrentan libremente a los estigmas y viven sus vidas LGBTI abiertamente.

Se abre paso en la terminología cubana la noción que reconocer los derechos de las personas no heterosexuales es una cuestión de tratarlos con la dignidad y el respeto que merecen, como un asunto de reconocer sus derechos de seres humanos. Dejamos poco a poco atrás el concepto de “tolerarlos”, porque ello tiene un significado sumamente discriminatorio, e incluso, hipócrita.

En la academia existen diversas definiciones sobre la sexualidad y en mis clases sobre los “Debates de la diversidad sexual en Cuba hoy” asumo la definición de la profesora de la UNAM Gloria Careaga. Ella indica que esta es “la producción social que se refiere a aspectos erótico-amorosos de nuestras vivencias, mucho más allá de la genitalidad”. Considera que concurren tres dimensiones para analizar la diversidad sexual: la orientación sexual, la identidad sexual y la expresión sexual.

La orientación sexual se define según a quien dirige la persona su erotismo, su afectividad, en resumen, a quien considera como su objeto amoroso. La identidad sexual se construye de acuerdo a la actitud sexual que adopta la persona. La expresión sexual radica en las preferencias por los comportamientos sexuales que eligen los seres humanos. Cada una de estas dimensiones asume una diversidad de expresiones.

Continuaré en el siguiente trabajo.

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