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Internacional

Nosotros el pueblo…

Jorge Gómez Barata

Con el respeto debido a quienes creen en los designios de la Providencia, resulta un enigma la lucidez de la vanguardia política de las 13 colonias británicas de Norteamérica quienes, al realizar la primera revolución de independencia en el Nuevo Mundo, en lugar de crear trece países, fundaron uno, los Estados Unidos de América.

La Constitución de los Estados Unidos que se adoptó en 1787, once años después de proclamarse la independencia, es un contrato largamente negociado y suscrito entre trece partes, que refleja los consensos alcanzados mediante el ejercicio del gobierno a partir de los Artículos de la Confederación (Constitución provisional) y del intenso debate mediante los escritos periodísticos conocidos como Artículos de El Federalista, publicados entre 1787 y 1788.

El carácter contractual de la Constitución de los Estados Unidos explica por qué se concentra en encontrar lo que ellos llaman “pesos y contrapesos” para alcanzar la unidad y estabilidad del nuevo país, solucionar los problemas asociados al tamaño y la relevancia de cada uno de los estados y lograr una adecuada combinación de gobierno central y federalismo, omitiendo todo aquello que pudiera dividir o estorbar a la unidad que se procuraba.

El carácter federal de los Estados Unidos exigió la adopción de un sistema político consecuentemente liberal, en el cual las restricciones y limitaciones a los estados y los individuos fueron mínimas y la separación de poderes excluyeran el autoritarismo y el caudillismo.

De ahí que en el texto no se adoptaran posiciones respecto a la esclavitud, ni se aludieran asuntos sociales, no se trazaran fronteras, ni se asumiera como oficial ningún idioma. Tan judicial fue la Constitución norteamericana que se olvidó de las personas. Para reparar tamaña omisión, en 1789 fueron adoptadas diez enmiendas que, como la libertad de culto, expresión y prensa, derecho al debido proceso y otras dan al documento trascendencia universal.

La Constitución de los Estados Unidos de América no consagra la independencia de una nación, sino que la funda por acuerdo. Se trata del acta de nacimiento de un Estado que no fue fruto del desarrollo histórico ni de la imposición de un liderazgo, como ocurrió con los imperios romano, ruso, otomano y otros con la formación del Estado español, por ejemplo. Para ellos la expresión: “Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos”… tiene un significado y un valor jurídico por la sencilla razón de que, hasta ese momento, el pueblo de los Estados Unidos no existía, de hecho, es una creación de la revolución.

Con esa fórmula los constituyentes reunidos en la Convención Constitucional de Filadelfia crearon un ente que estuvo por encima de los estados que se unían y de los ciudadanos que los integraban.

En el momento de adoptarse la Constitución, los colonos y emigrantes presentes en el país, sin importar dónde hubieran nacido, se transformaron en estadounidenses, derecho que, posteriormente, la Decimocuarta Enmienda que establece el trato igualitario, concedió también a los nacidos o naturalizados en los Estados Unidos, incluidos los ex esclavos.

La figura de Nosotros el pueblo…entronizada por la Constitución hace que, a pesar de estar formado por personas procedentes de todo el mundo, los Estados Unidos no sean un país multinacional, sino una entidad nueva, nacida no de lazos históricos sino de un acuerdo, de ahí que la fórmula se complete con una explicación del alcance del concepto: “Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta…”. Es decir, se trata de crear una unión inexistente antes de ese documento.

Tal vez por el modo estricto como al interior del país el acuerdo original ha sido observado, aquella Constitución redactada por 55 hombres, aprobada por la mayoría de los estados originales y asumida por los que luego se formaron o anexaron, ha sobrevivido por más de doscientos años.

Obviamente, no se trata de un documento perfecto, pero, aunque con 27 Enmiendas les funciona. Nadie que opere dentro de sus preceptos podrá considerarse “enemigo del pueblo”. Cosa que, defectos aparte, no es la prensa liberal. Allá nos vemos.

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