Alfredo García
La salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), el próximo 31 de enero es un hecho. Boris Johnson, primer ministro británico y líder del Partido Conservador, obtuvo el pasado jueves un contundente triunfo electoral, logrando mayoría absoluta de 364 diputados en la Cámara de los Comunes de un total de 650 escaños.
La arrolladora victoria fue atribuida al estable voto de los que respaldaron la salida de la UE en el referendo de 2016, el sector progresista frustrado por las vacilaciones del líder laborista, Jeremy Corbyn, y electores cansados de la polémica que tenía inmovilizado al país.
Sin embargo, como ha sucedido en Estados Unidos con la respuesta del Partido Demócrata a la victoria electoral republicana del presidente Donald Trump y su política extremista, el triunfo conservador británico incuba su contrario en Escocia e Irlanda del Norte.
En Escocia, el Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) arrastraba debilitado la derrota del referendo sobre la independencia en 2014, (55% en contra y 45% a favor). Pero el mayoritario rechazo del 62% de su electorado al “brexit” y un continuo mensaje de desventaja económica en su contra, permitió al SNP conquistar en estas elecciones 48 de los 59 diputados en juego.
“No queremos un Gobierno conservador de Boris Johnson, no queremos el ‘brexit’ y aspiramos a que Escocia tenga en sus manos su propio futuro”, declaró, Nicola Sturgeon, principal ministra de Escocia tras asegurar que los votos recibidos son un “claro mandato y respaldo” para celebrar en 2020 nueva consulta sobre la independencia.
El independentismo escocés es un movimiento de varios partidos políticos que aboga por la secesión de Escocia del Reino Unido, tal como fue hasta 1707.
La historia de la nación escocesa está plagada de conflictos sobre fronteras y disputas con el rey de Inglaterra. Durante la guerra de Independencia de Escocia (1290-1363) los ingleses ocuparon vastos territorios, pero la independencia prevaleció.
En 1603, Jacobo VI de Escocia se convirtió en Jacobo I de Inglaterra uniendo ambas coronas, pero Escocia retuvo su gobierno y parlamento. Finalmente ambas Asambleas Legislativas firmaron el Acta de Unión, siendo transferidos todos sus poderes a un nuevo parlamento en Londres. A partir de entonces, el conflicto entre ambos países es principalmente económico.
En Irlanda del Norte el Partido Unionista Democrático, (DUP, por sus siglas en inglés), aliados del Gobierno conservador británico, logró el 43,1% de los votos, siendo superados por la opositora alianza de republicanos del Sinn Féin (47,1%) y la agrupación moderada, Alliance Party, (9,8%).
Irlanda del Norte es una de las cuatro naciones constitutivas del Reino Unido. Fue fundada en 1921 por el Parlamento de Londres con la partición de Irlanda en dos entidades: Irlanda del Norte e Irlanda del Sur, esta última disuelta 7 meses después.
En 1922, la isla de Irlanda proclamó el Estado Libre Irlandés, tras una guerra de independencia que terminó con la firma del Tratado anglo-irlandés. Sin embargo, Irlanda del Norte solicitó al rey permanecer junto al Reino Unido, ocupando un tercio de la isla.
La población norirlandesa está formada por dos grupos religiosos: mayoría protestante (unionistas) partidarios de preservar sus vínculos con el Reino Unido y minoría católica (republicanos) a favor de la independencia o integración de Irlanda.
El estallido del conflicto de Irlanda del Norte en 1968, sumió al país en el caos y la violencia, hasta la firma del acuerdo de “Viernes Santo” en 1998. Desde entonces, católicos y protestantes comparten el gobierno. Sin embargo según algunos analistas, el impacto del extremismo conservador del primer ministro Johnson, amenaza con poner en peligro la frágil paz en la histórica provincia norirlandesa y reverdecer el sentimiento independentista escocés.