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Internacional

La presencia militar rusa en Venezuela

Las crecientes tensiones entre Washington y Moscú por el arribo de tropas y armas rusas a Venezuela, con el fin de incentivar sus capacidades de defensa ante una eventual invasión organizada por Estados Unidos, ha provocado que algunos analistas vuelvan la vista hacia la Crisis de Octubre o Crisis de los Misiles en octubre de 1962; cuando el mundo estuvo al borde de una guerra atómica por la presencia de misiles soviéticos en Cuba, que si bien tenían un objetivo estrictamente defensivo para evitar una nueva agresión militar imperialista; sin embargo, una vez listos para ser operados podían alcanzar territorios norteamericanos.

El armamento suministrado es convencional, sin dispositivos nucleares; ni cambia la correlación de fuerzas en la región ni constituye una amenaza para otras naciones.

Al respecto, la portavoz de la Cancillería rusa, María Zajárova, afirmó que “ni Rusia ni Venezuela son provincias de Estados Unidos” ante las exigencias del presidente Donald Trump de que tienen que salir del país sudamericano, mientras amenazó con que “todas las opciones” están abiertas para lograrlo. Por su parte, Zajárova enfatizó que la presencia militar responde a un acuerdo bilateral intergubernamental firmado en el año 2001 entre ambas naciones sobre la colaboración técnica-militar; y estará, agregó, “Todo el tiempo que necesiten y el tiempo que los necesite el Gobierno de Venezuela”.

Nunca faltará una excusa para que el Pentágono agreda a otros países para arrebatarles sus recursos y someter a sus pueblos. Si no las hay, las crean.

En momentos históricos y ante una inminente victoria de las tropas independentistas cubanas en 1898 sobre el Ejército español, irrumpió Estados Unidos so pretexto de la voladura del “Maine”, un viejo acorazado de la Armada estadounidense enviado a Cuba para proteger los intereses de los ciudadanos estadounidenses en medio de la guerra de la isla contra España, y que estalló en la bahía de La Habana el 15 de febrero de ese año, causando la muerte al 75% de su tripulación. Fue el catalizador para entrar en el conflicto y convertir a la isla caribeña en una neocolonia.

La denominada guerra hispano-cubano-americana concluyó con el Tratado de París, que fue suscrito el 10 de diciembre de ese año por representantes de Washington y España, sin que participaran representantes cubanos o de otros territorios ocupados por la metrópoli española. A la sombra del tratado, Estados Unidos compró por 20 millones de dólares a Filipinas; y Guam junto con Puerto Rico, pasaron también a ser propiedades norteamericanas.

La triste experiencia se repetiría en la Crisis de Octubre en 1962 cuando Cuba, a solicitud de la Unión Soviética, aceptó instalar misiles atómicos para defender su soberanía luego de la invasión mercenaria de Bahía de Cochinos en abril de 1961; y aunque el Gobierno cubano insistió en hacer pública la decisión conjunta; sin embargo, no se materializó. El mundo estuvo al borde de la tercera y posiblemente la última guerra mundial.

La crisis concluyó como un calco del Tratado de París, el líder soviético, Nikita Jruschov, a espaldas de La Habana, negoció con Estados Unidos la retirada de los misiles a cambio de la promesa de que no atacaría a Cuba. Los cohetes fueron retirados en tres semanas ante la indignación del pueblo que coreaba en las calles, típico del gracejo criollo, “Nikita, Nikita, lo que se da no se quita”.

La respuesta de Fidel Castro en nombre del pueblo cubano, fue un símbolo de dignidad ante las principales potencias mundiales, al establecer como garantía para la no injerencia de Washington en nuestros asuntos internos los famosos Cinco Puntos: “Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica de Estados Unidos contra nuestro país; Cese de todas las actividades subversivas; Cese de los ataques piratas; Cese de las violaciones de nuestro espacio aéreo; retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos”. Pero fueron ignorados.

No hay que creer en compromisos. Sólo la firmeza y la unidad serán el mejor escudo para Venezuela.

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