Desde octubre del pasado año grandes incendios forestales devastan Australia, en particular la región de Nueva Gales del Sur y Victoria, un área de más de 44 mil Km2 donde se han quemado 10,6 millones de hectáreas, mientras numerosas regiones del país padecen una sequía extrema.
Hasta el momento han fallecido 23 personas y se calcula que unos 500 millones de animales silvestres han sido exterminados por el siniestro y otros tantos obligados a escapar de sus sitios de origen. Los incendios han destruidos 2 mil viviendas y amenazan a 140 mil pobladores. En la ciudad costera de Sidney a causa del humo, la contaminación del aire superó los niveles tolerables. Los bomberos están rebasados. El gobierno declaró emergencia nacional y convocó a 3 mil reservistas militares para ayudar a combatir la conflagración que ha enviado una enorme nube de humo sobre Chile y Argentina, distante 12 mil kilómetros de Australia.
Sin embargo, el primer ministro australiano, Scott Morrison, notorio por su defensa de la industria del carbón, restó importancia al gas de efecto invernadero en el cambio climático, como resultado de la quema de fósiles, ignorando los estudios científicos comprobados sobre el deterioro medioambiental. El gas de efecto invernadero absorbe la energía y el calor del Sol que se irradia desde la superficie del planeta evitando se esparza en el espacio, siendo la principal causa del aumento gradual de la temperatura. Parte de esos gases se producen en la atmósfera, pero la actividad humana agrega cantidades enormes que contribuyen al calentamiento global. La falta de lluvia y las altas temperaturas, ayudan a que la vegetación se seque más rápido, alimentado los incendios forestales en diferentes regiones del planeta. Los principales países emisores del gas de efecto invernadero son: EE.UU., China, India, Rusia y Japón.
Además de ser una de los mayores exportadores de carbón del planeta, Australia obtiene las 3/4 partes de su electricidad a base de carbón. Los incendios forestales no son el único desastre del cambio climático en la “tierra del sur”. El aumento de la temperatura del agua está destruyendo la Gran Barrera de Coral, al punto que la Autoridad del Parque Marino de la Gran Barrera de Coral, (GMRMPA, por sus siglas en inglés), teme que se pierda el estatus de Patrimonio Mundial. El primer ministro está planeando una enorme mina de carbón en el interior del país y quiere construir el puerto de carbón más grande del mundo en Abbot Point, localidad cerca del amenazado arrecife. Un grupo de corporaciones de carbón, petróleo y gas se enriquecen, mientras los australianos de a pie sufren las consecuencias.
Desde el Acuerdo de París firmado en 2016 por 195 países para combatir el cambio climático, las emisiones globales de la industria fósil han aumentado con respaldo de gobiernos y partidos políticos. Los países firmantes se comprometieron al cierre de gran parte de las centrales eléctricas de carbón en 2030. Sin embargo expertos en protección climática, calculan que las nuevas centrales eléctricas de carbón que se están planeando o en construcción, aumentará la producción del combustible fósil a nivel mundial en un 29%.
En medio de la catástrofe incendiaria, el primer ministro Morrison escribió en un artículo periodístico en vísperas de Navidad: “No vamos a comprometer los objetivos climáticos descuidados y renunciar a las industrias nacionales, lo que pondría en peligro los empleos australianos”. No es secreto que el gobierno australiano está controlado por la industria carbonera y se empeña en evitar cualquier debate sobre el calentamiento global, tema que amenaza con convertirse en un conflicto político generacional.