CIUDAD DE MEXICO, 29 de diciembre (SinEmbargo).- La marginación, el rezago, la falta de oportunidades y las adicciones rodeaban a los siete niños que perdieron la vida ayer en el trágico incendio de la colonia Buenavista en la Alcaldía de Iztapalapa, Ciudad de México. Las víctimas vivían en una grave condición de pobreza y vulnerabilidad, de acuerdo a testimonios de vecinos.
Una joven mujer con un bebé en brazos llega apresurada al área ubicada a unos metros de la intersección de las avenidas San Miguel y Las Torres. Su nombre es Marlene López Hidalgo. Con el rostro consternado y entristecido mira la escena y comienza a hablar con los vecinos.
La joven, que iba acompañaba de su esposo, es pariente de las víctimas. El padre de los menores, dice, es su tío y parte de los niños eran sus primos; otro bebé, era su sobrino.
Marlene pregunta por su tío y sus familiares. La información que recibe es escueta. Algunos funcionarios que aún estaban en la zona le repiten los datos que hasta ese momento –alrededor de las 12 del medio día– ya se habían dado a conocer: un incendio y siete niños muertos.
“Es una noticia muy triste, por los niños más que nada. Eran unos niños sonrientes, estaban chiquitos”, dice Marlene en una breve charla con SinEmbargo.
La joven comenta que en esa casa residían su tío y su esposa –identificados extraoficialmente por los vecinos como Ramón y Chavela–, quienes tenían cinco niños, el más pequeño era de unos dos años de edad y el más grande de aproximadamente 12 años. Ahí también habitaba una joven a la que nombran como Alma, de apenas unos 15 o 16 años. Alma, hermana de “Chavela”, tenía un bebé de dos años de edad.
Habitantes del sector ubican también a otro menor de edad, primo de los cinco hermanitos, de unos 12 o 13 años.
“No sabemos [detalles]. Nada más nos informaron que había pasado esto [incendio]. No sabemos nada, ni cómo pasaron las cosas”, comenta Marlene.
Los padres de los niños y la familia se dedicaban a vender dulces o cosas con la gente, expresa la entrevistada. Añade que no visitaba frecuentemente a sus parientes. “Nosotros venimos de vez en cuando. Ahorita lo que queremos saber si el tío de ella está bien”, abunda su esposo.
“Estamos en shock, venir y ver así todo, y peor por los niños”, dice el matrimonio.
“Vivían de limosnas”: vecinos
Diversas personas se aglomeran frente a los cordones y observan la casa donde ocurrió la tragedia. A unos metros del siniestro se forman pequeños grupos y platican entre ellos. La noticia ha consternado a todo el vecindario y múltiples versiones de lo ocurrido rondan en la escena:
A unos metros de la vivienda, justo en la esquina, se ubica un pequeño parque. Ahí es donde los pequeños eran vistos la mayor parte del tiempo.
Una mujer, que vende tacos de guisado, se acerca a la zona acordonada. La comerciante, que no quiso brindar su nombre, comenta que una de las jóvenes que vivían en el lugar [Alma], así como uno de los menores, Cruzito, iban seguido a su puesto por tacos… siempre regalados.
“Pero lo feo es que todos se drogaban. Los niños siempre estaban sentados en los arbolitos. Dicen que los papás los drogaban cuando les pedían de comer, que los drogaban con tal de que los niños no pidieran cosas”, afirma la comerciante.
Algunos de los colonos comentan que la situación fue reportada a las instancias correspondientes, como el DIF. Sin embargo, una parte de las versiones dice que las autoridades no hicieron caso; otra asegura que al lugar sí acudió gente del DIF en meses pasados, pero que no tomaron cartas en el asunto.
Viviana Silva concuerda que los niños siempre estaban en la calle e incluso escuchó que alguna ocasión fueron personas del DIF, pero no supo si le dieron seguimiento al caso de abandono, aunque ante los hechos –destaca– es fácil deducir que no existió tal seguimiento de las autoridades.