Guillermo Fabela Quiñones
Por demás extraño, por decirlo de algún modo, es el caso de los dos contenedores o cajas de tráiler que fueron abandonados en diversos sitios cercanos a la capital de Jalisco, lo que no sería noticia si en su interior no hubieran sido encontrados al menos 300 cadáveres, en buen estado porque los contenedores cuentan con sistema de refrigeración. Las autoridades estatales tienen mucho que explicar, además de la versión inicial de que se rentaron por la falta de cupo en la morgue del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses.
El caso es que los contenedores se abandonaron, no en despoblado con el fin de que no fueran hallados, sino en una zona cercana a Guadalajara a sabiendas de que necesariamente serían abiertos muy pronto. Los cuerpos sin vida son de personas asesinadas no identificadas, motivo por el cual la Organización Por Amor a Ell@s se manifestó fuera del Palacio de Gobierno del estado para demandar una investigación a fondo, pues “este caso no debe quedar en la impunidad”.
Esta modalidad viene a demostrar que la violencia mortal en varias regiones del país es de tal magnitud que rebasa la capacidad de las autoridades para hacer indagaciones y ejercer justicia; así como incapacidad para continuar con el procedimiento de abrir fosas clandestinas. Cabe la hipótesis de que los choferes de los tráileres que llevaban el lúgubre cargamento se dieron cuenta del contenido de las cajas que arrastraban y decidieron dejarlas sin llegar al final de la ruta.
Este episodio viene a sumarse al hallazgo de más fosas clandestinas en el estado de Veracruz desde hace dos semanas, donde se encontró un número récord de cadáveres y restos humanos (más de 600), hecho que pone en evidencia la bancarrota de la justicia en nuestro país. Esta es otra de las consecuencias del nefasto modo de producción que privilegia las ganancias del mercado por encima de cualquier consideración humana. No sólo hay bancarrota económica en el país, sino social y ética imposible de ocultar.
Aunque las autoridades y grupos beneficiados por el modelo neoliberal afirmen que “todo va bien en México”, la sociedad mayoritaria y los gobiernos extranjeros saben muy bien que no es así. ¿Cómo puede ser “normal” que sucedan hechos tan asombrosos como este de los dos contenedores repletos de cadáveres o las miles de fosas clandestinas a lo largo y ancho de la nación? Esta realidad es tan anormal como tener una deuda pública que rebasa los 10.9 billones de pesos cuyo costo financiero pasó de 30 mil millones de pesos en 1994 a más de 664 mil millones en este año de fin del régimen neoliberal.
Es evidente que la situación del país no sólo es muy compleja sino crítica, y no aceptarlo es una mala estrategia porque se parte de falsos diagnósticos, con el propósito de que los beneficiarios de las políticas públicas empobrecedoras sigan acumulando riquezas a costa de la pobreza de las clases mayoritarias. Claro que la gente quiere un cambio verdadero, no sólo por hartazgo ante tanto abuso de las elites, sino porque ya está consciente de que sus hijos serán quienes paguen las consecuencias de la descomposición generalizada que se vive en México.
No son las declaraciones de que nuestro país está en bancarrota las que alejan las inversiones, sino la realidad tan dramática en que nos encontramos los mexicanos, la cual es perfectamente conocida en el exterior. La crisis generalizada se ha venido afianzando cada sexenio neoliberal, no sólo por falta de crecimiento real, sino por la descomposición tan profunda que ha roto buena parte de la estructura de las familias mexicanas.
(guillermo.favela@hotmail.com)