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Opinión

Los retos de las universidades públicas ante la Cuarta Transformación

Jorge Canto Alcocer

Al ser electo para un nuevo período de cuatro años al frente de la UADY, la más importante Universidad del Sureste de México, el Dr. José de Jesús Williams puso de relieve uno de los más grandes problemas de la Educación Superior en nuestro país: privilegió en su discurso el problema de la “Cuarta Revolución Industrial” y apenas dedicó algunas alusiones indirectas al de la “Cuarta Transformación de México”. Se podría pensar que Williams actuó como académico al referirse a un tópico del contexto internacional y no a la coyuntura nacional, pero en realidad lo que hizo fue mantenerse en el opaco discurso educativo neoliberal, que sataniza todas las experiencias previas, apuesta todas las canicas a la revolución tecnológica que supuestamente está ya en puerta, y soslaya los temas reales, torales, de una sociedad bárbaramente injusta, en la que permea la ignorancia y amenaza a cada paso la violencia.

Mientras las autoridades universitarias de todo el país continúan haciéndose lenguas de esa temida y esperada “Cuarta Revolución Industrial”, el 2019 empezó, tristemente, con asesinatos, secuestros y extorsiones en todo el país. El año que termina tuvo, como un tema recurrente, el de los abusos sexuales y la discriminación hacia las mujeres, SOBRE TODO EN ENTORNOS UNIVERSITARIOS, temas que apenas y recibieron una atención escasa y descuidada por parte de rectores y funcionarios, más preocupados por “tapar el sol con un dedo” que en ir a fondo en esos rubros cruciales para el desarrollo del país y, particularmente, de las universidades, de donde debería venir el impulso para acabar con estas prácticas.

Cuando los máximos funcionarios académicos de un país subdesarrollado como el nuestro muestran más preocupación por la mítica “Cuarta Revolución Industrial” que por lo que pasa cotidianamente a las personas de carne y hueso, incluyendo a sus propios estudiantes, las cosas están muy mal. Están exactamente al revés de cómo deberían estar. De ningún modo estamos haciendo un llamado a negar la influencia de la tecnología, o a propiciar su abandono. Mucho menos a cerrar las puertas a los progresos reales en la materia y sus consecuencias a mediano plazo. Efectivamente la “Cuarta Revolución Industrial” llegará, nos guste o no, en un futuro próximo, y por supuesto que debemos tomar medidas al respecto, y son las universidades y la educación en su conjunto las llamadas a encabezar el tema, pero no a costa de soslayar los gravísimos problemas que YA SON UNA REALIDAD, como la discriminación, la desigualdad, la falta de ética, la inseguridad, la violencia, etc.

Cada día, en las aulas universitarias de todo el país se comenten infinidad de delitos e irregularidades, se discrimina por razones de origen étnico, condición socioeconómica, género, preferencia sexual, etc.; miles de jóvenes, sobre todo pero no exclusivamente mujeres, son víctimas de acoso académico y sexual; otros miles recurren, por ignorancia o comodidad, al fraude del plagio; miles de profesores reciben sueldos indignos y se ven obligados a aceptar cargas académicas imposibles con tal de aumentar sus ingresos; y así podríamos continuar señalando un sinfín de situaciones que tienen que ver directamente con la exacerbación del patriarcado, la falta de ética y la precarización laboral, género de situaciones que se han recrudecido durante el infierno neoliberal. Amén de todo ello, que podríamos decir que son males internos, las universidades están inmersas en el terrible problema de violencia que nos aflige a todos los mexicanos.

Mientras los rectores mexicanos continúan viendo nuestras universidades con los ojos de la OCDE, Andrés Manuel ha puesto en marcha un ambicioso proyecto laboral para dar empleo a millones de universitarios que hoy por hoy están en el desempleo o en el subempleo. Ello no se contrapone a entrarle a los temas de la robotización, la nanotecnología y la impresión en tercera dimensión, simplemente es priorizar la realidad actual y atender los gravísimos problemas de un país que fue dejado en el colapso. Necesitamos que también nuestras universidades públicas, en el marco de su absoluta autonomía, den pasos hacia la transformación de la vida nacional, que luego permitirán aprovechar de un modo justo e incluyente la “Cuarta Revolución Industrial” y todas las que vengan.

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