María Teresa Jardí
La tarea que saltaba a la vista, que era la adecuada y la que debería haber emprendido Carlos Salinas, pasaba por reformar la PGR convirtiéndola en la cabeza de las instituciones de prevención de la delincuencia. Se debió investigar a los comandantes que se habían convertido en los amos de esa institución. Y poner énfasis en la creación de una policía honesta y eficiente. Pero se creó la CNDH. El imperio yanqui había ordenado que la policía debía estar al servicio del narcotráfico, negocio del capitalismo que hoy nos regresa al fascismo.
Jorge Carpizo, de quien fui amiga y de quien lamento su inmerecida y extraña muerte, siempre supo lo que yo pensaba. Eligió ser un hombre de Estado y priorizar en sus determinaciones las razones de Estado. Insensatas razones casi siempre, desde mi punto de vista. Lo que también le dije muchas veces a Jorge.
Y, al poco tiempo de creada la CNDH, como a los gobernadores, antecesores de los que hoy amagan con desconocer a Rosario Piedra, les molestaban las recomendaciones, se les crearon las comisiones estatales a modo de que nombraran ellos al presidente de la misma que conviniera a sus intereses. Y la CNDH creció y creció convertida en un ente inoperante. Y por eso alguien como Rosario Piedra quizá pueda convertirla en lo que nunca ha sido.
Pasó el tiempo y se fue haciendo diáfano que nunca se trató de cambiar nada para bien de los mexicanos condenados por el neoliberalismo que recién se aplicaba con Carlos Salinas, mintiendo sobre sus bondades y haciéndonos creer, a los que decidimos jugar el papel de crédulos, que algunas cosas cambiaban.
Y, además, de para no meter mano a la PGR, la CNDH fue concebida para controlar la influencia que como denunciantes iban teniendo organizaciones no gubernamentales de Derechos Humanos, que se veían obligadas a proliferar para enfrentar la delincuencia policíaca.
Cosyddhac (Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos A.C.) nació en Chihuahua, y ahí se le hizo saber a Salinas que la PGR debía salir de ese Estado. Organización creada merced al auspicio de Pepe Llaguno S.J., obispo del Vicariato de la Tarahumara, para enfrentar el abuso de los comandantes de la PGR. Aunque el pretexto elegido como justificante para su creación haya sido el asesinato de Norma Corona, por un comandante, que, como más tarde se sabría, merced a una investigación de la CNDH encabezada por Carpizo, era el asesino, pero quien fue premiado por “resolver” el caso fabricando culpables. Nada fue lo que debería haber sido. Aunque hay que reconocer que Jorge siguió la investigación y finalmente es uno de los pocos casos resueltos.
Y cabe añadir que el asesinato de Norma Corona, que pudo ser punta de lanza para el cambio de fondo, era nada comparado con lo que la crónica anunciaba que vendría. Hasta ese momento los narcotraficantes se mataban entre ellos y en los ajustes de cuentas no tocaban ni a sus respectivas familias ni a los no implicados en ese negocio del capitalismo.
Los narcotraficantes, anteriores a los comandantes narcotraficantes, tenían una especie de “ética” a su manera. Y todavía entonces la sociedad también jugaba el papel de no mezclarse con los narcotraficantes. No se puede soslayar que cuando empezaron a llegar a las escuelas de los hijos de ricos empresarios los hijos de los narcos y no sólo se permitió fueran amigos, sino que, además, en más de un caso se pusieron como ejemplo de éxito a sus padres y empezaron las bodas de políticos con empresarios y narcos, desapareció la ética del diccionario y contribuyó lo anterior, sin duda, al inicio de la violencia que hoy alcanza a cualquiera por estar en el lugar equivocado o porque sí o por nada destruyendo el tejido social y toda posibilidad de sana convivencia. Rosario Piedra quizá pueda sentar bases distintas en la defensa que el pueblo mexicano necesita.