Jorge Lara Rivera
La machacona propaganda pro intervencionista desde los medios controlados por las oligarquías locales, subordinadas a los dictados del gran capital internacional, insiste en crear la percepción de que “el mundo apoya a Juan Guaidó” quien recién se autoproclamó presidente de Venezuela, bajo el padrinazgo de Washington/Ottawa y aprovechando la coyuntura del agobiado país, cuando en los hechos eso no es ni remotamente cierto, dado que el concierto de las naciones representadas en la ONU es de 193 y mucho menos de la mitad ha desconocido al gobierno de Nicolás Maduro.
Se matiza entonces “el mundo qué importa”, aduciendo que son las grandes potencias quienes se alinean con el ¿espontáneo?, pero eso tampoco es exacto: Rusia y China han asumido la defensa denodada del gobierno legal de Venezuela en el Consejo de Seguridad de la ONU y en foros internacionales. Entonces se habla de “los más importantes países occidentales”, pero resulta que ni eso: Italia que es miembro del exclusivo y poderoso G-7 y de la Unión Europea, por lo pronto no e incluso paró en seco el intento de presentar un solo pronunciamiento de Europa. Ni siquiera “la OEA entera”, ya que 17 naciones –México, Uruguay, Bolivia, Nicaragua y las 13 del CARICOM– se han opuesto a desconocer al gobierno de Maduro, y aparte está Cuba que lo respalda.
Y si bien Australia se ha plegado al tropel de la embestida que viola las reglas más elementales del Derecho Internacional en cuanto a la soberanía de los estados y la libertad de los pueblos para autodeterminarse, Turquía e Irán –además de Norcorea–, se han expresado “condenando en los medios internacionales” antes que los traspiés de Caracas, a ese tosco y criminal injerencismo sediento del petróleo y las minas de Venezuela. La crisis de ese país del Caribe arroja varias lecciones para los pueblos que buscan preservar su soberanía. Para empezar, lo obvio: es un gravísimo error ‘petrolizar’ la economía y concentrar toda la obra pública en el sector energético, dejando de lado la planta productiva local –en especial la de los alimentos e insumos médicos. Pero también –y esto lo hace notar Guillermo Barba, respetable economista mexicano que no se presta a la campaña difamatoria como la que Lorenzo Lazo oficiosamente despliega en el reducto de la derecha que es el Canal 11 del Politécnico Nal. contra el gobierno de la República Bolivariana, sin importarle el orden internacional y las implicaciones negativas que para México y Latinoamérica tendría la rediviva idea del ‘Manifest Destiny’ (propalada por John Cotton y John L. O. Sullivan), el retorno de la Doctrina Monroe (“América para los Americanos”, según John Quincy Adams y James Monroe), la “diplomacia” del Gran Garrote prohijada por Theodore Rosselvelt–, poner al resguardo de terceros países –léase el Banco de Inglaterra (de corsarios, filibusteros y piratas antecedentes) o el banco de la Reserva Federal estadounidense– el oro patrio que apuntala la economía y la solvencia de la moneda nacionales.
En medio de amagos, golpes traicioneros e inaceptable grosería de Washington con su amenaza de encarcelar en Guantánamo a Maduro y ofrecer “eximir de proceso a los militares que reconozcan a Guaidó”, tal si Venezuela fuese su asunto interno, como alternativa al sesgado ‘Grupo de Lima’ y la entreguista OEA desdibujada, México y Uruguay han organizado el ‘Mecanismo de Montevideo’ (“diálogo inmediato y generación de condiciones para el contacto directo entre los actores”, “negociación y puntos en común con cierta flexibilidad”, construcción de soluciones mediante “compromiso y suscripción de acuerdo”; “implementación y materialización de los acuerdos con acompañamiento internacional”) en el que participan, además de los países del CARICOM y los latinoamericanos que reconocen a Maduro, la Unión Europea y 8 de sus integrantes (acaso para sabotearlo) para intentar la solución del desastre antes de que se convierta en catástrofe, en más de un sentido.