Jorge Lara Rivera
Hasta marzo y en un lapso que se remonta 1 año atrás, 17 iraníes que laboraban en centrales clave de instalaciones militares, nucleares y otros sectores del ámbito privado, y quienes operaron de modo independiente, sin coordinarse unos con otros, habrían sido arrestados bajo cargo de espiar para la CIA proporcionando información sensible a Estados Unidos; resultando bajo la Ley Islámica penas de cárcel para ellos y condenas de muerte a algunos, como ‘corruptores en la tierra’ a ejecutar próximamente, refirió el 21 de este mes el Departamento de Espionaje del Ministerio de Inteligencia persa sin precisar cuántos ni cuándo se emitieron las sentencias. Tampoco aclaró si el caso es el mismo que el de desmantelamiento de una red vinculada a la CIA, anunciado por Irán en junio.
Al parecer, los inculpados fueron víctimas de añagazas del organismo de inteligencia extranjero cuando tramitaban una visa o al tratar de renovarla, aunque a algunos más se les ofreció dinero, empleos bien remunerados y proporcionarles servicios médicos; y anunció la pronta transmisión por TV de un documental sobre las investigaciones que desembocaron en la detención de los presuntos “espías”. Se acompañó el anuncio con la difusión del CD conteniendo el ‘tráiler’ del documental que incluye recreaciones de juntas de espías y entrevistas con autoridades, incluido el titular del Departamento.
Tales vaguedades causaron que la noticia fuese recibida con escepticismo por la comunidad internacional y que el presidente Donald J. Trump, tomando desquite al desmentido que le hizo el comando de las fuerzas armadas iranias cuando informó que los marines derribaron un dron persa, refutara twitteando: “Los reportes de que Irán capturó espías de la CIA son totalmente falsos. Cero verdad. Sólo más mentiras y propaganda –como su ‘dron’ derribado– de un régimen religioso que está fracasando y no tiene idea de qué hacer. Su economía está muerta y empeorará mucho más. ¡Irán es un desastre total!”.
Sin embargo, a decir de analistas expertos, el asunto exhibe la sorda, pero televisada rivalidad que enfrenta a instituciones de Estado como el Ministerio de Inteligencia con instancias teocráticas, tal la Unidad de Inteligencia de la Guardia Revolucionaria Islámica. Un par de semanas atrás ésta, a través de la televisión estatal persa, transmitió el final de un documental/drama que la autoexaltaba mientras que hacía parecer como ineficaz y débil ante la infiltración occidental al régimen del presidente Hassan Rohani, del cual forma parte el Ministerio de Inteligencia. Lo que hace maliciar que el Ministerio responde con su documental reivindicativo del éxito que tiene en el combate al espionaje, por cierto una acusación muy popular en el Irán bajo férula de los ayatolás como ilustra la temida y tristemente célebre prisión Evin, donde abundan los reclusos acusados de espiar para muchas potencias extranjeras.
Más allá de la propaganda (en la que Estados Unidos no puede pretenderse neófito) en las aguas internacionales que corren por el Estrecho de Ormuz es patente el nerviosismo, sobre todo luego de confirmarse los esfuerzos norteamericanos por formar un convoy naviero militar internacional que escolte el tránsito de los buque-tanques petroleros que atraviesan esa vía y tras la propuesta concreta del Reino Unido –provocador y agraviado en este lance rijoso– para integrar “una misión marítima europea” que proteja a los cargueros que pasen por allí, a las cuales siguió el mesurado comunicado del presidente iranio Hasan Rohaní en el marco de una reunión bilateral en Teherán con Adel Abdelmahdi, premier de Iraq (país otrora enemigo acérrimo contra el que Irán libró una guerra de 10 años, pero que actualmente es uno de los mayores importadores de bienes iranios y potencial mediador con EE.UU.), reiterando que “Irán ha sido y será el principal guardián de la seguridad y la libertad de navegación en el Golfo Pérsico, el Estrecho de Ormuz y el mar de Omán” y que “no tiene la intención de aumentar las tensiones en la región y con otros países y que nunca iniciará una guerra”. Pero el efecto está lejos de ser tranquilizador.