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Opinión

PRI, 2020

Uuc-kib Espadas Ancona

Esta semana se reunió el Consejo Político Estatal del PRI yucateco, con la presencia de su presidente nacional. Al uso de los eventos partidistas de este tipo, y de cualquier color, los llamados a la unidad menudearon, aunque probablemente para este PRI tuvieron un significado especial.

Después de la elección de 2018, el capítulo local de este partido se encuentra en una circunstancia paradójica. Habiendo sido la expresión estatal del tricolor que mejor sobrevivió la catástrofe electoral sufrida a nivel nacional en los últimos comicios federales, y pese a que las encuestas indicaban una elevada aprobación del gobernador Rolando Zapata, perdió la gubernatura y no pudo alcanzar la alcaldía de Mérida. Posteriormente, la mayoría que sí logró en el Congreso se hizo inefectiva, al actuar dividida frente a su principal contraparte política, el actual gobernador.

En perspectiva de las elecciones de 2021 –de diputados locales, federales y ayuntamientos– si el PRI quiere no sólo recuperar algunos de los espacios perdidos, sino fortalecerse orgánicamente y volver a atraer a los electores que lo abandonaron meses atrás, tiene la necesidad política de evitar fracturas y desgaste internos. La tarea no es nada fácil por una diversa gama de circunstancias. La pérdida del gobierno del Estado significó para un importante número de dirigentes y operadores partidistas la pérdida de espacios de actuación política; las diversas corrientes, si bien no confrontadas abiertamente en la mayoría de los casos, tampoco han desarrollado mecanismos de consenso, mucho menos disciplinarios, que puedan favorecer la unidad que requieren; la búsqueda de acercamientos con Morena y sus aliados, o directamente con López Obrador de algunas de las figuras públicas del tricolor; y el pragmatismo de sectores muy importantes de sus electores, que voltean a ver a otros partidos potencialmente ganadores de las elecciones, especialmente a Morena, como ya ocurrió en 2018. A este adverso escenario, es de esperar que algunos grupos internos, especialmente los que mantengan fortaleza electoral estatal o regional, intentarán oponer la extensa estructura partidista que sobrevivió casi incólume la derrota electoral; un respaldo social extendido y arraigado, especialmente fuera de la ciudad de Mérida; una importante capacidad de negociación interna, que han mostrado en otros procesos; y una red de dirigentes experimentados a todos los niveles que pudieran encontrar en mantener la cohesión partidista su mejor alternativa en el futuro inmediato.

Sin embargo, más allá de los logros y fracasos que alcancen los priístas locales, una vez más, su suerte estará vinculada a factores totalmente fuera de su control, como son, especialmente, el respaldo social que el presidente ha ganado para su partido en Yucatán, y que hasta el momento ha resultado muy favorable para sus seguidores; y la solidez social de la histórica corriente electoral panista, especialmente en Mérida.

El escenario final es hoy claramente incierto tanto para los priístas como para los morenistas y sus aliados, y por tanto también lo es para Acción Nacional. Esto se debe a que, dependiendo de cómo se distribuya el voto de los ciudadanos entre sus ahora dos opositores competitivos, podrá mantener o no la principal plaza en disputa, el ayuntamiento de Mérida, con su muy sólido 40% de preferencias electorales, que no parece llamado a crecer o disminuir significativamente en el próximo año y medio.

Resulta interesante desde ya observar a los distintos partidos y otros actores políticos comportarse en estas circunstancias diversas y cambiantes. Ciertamente no es de aburrimiento de lo que podríamos quejarnos en los próximos comicios.

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