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Opinión

Un 8 de marzo en el tiempo de los feminicidios

Georgina Rosado Rosado

Qué conmemoramos el ocho de marzo y cómo ha trascendido esta fecha a lo largo del tiempo. Hablemos de su origen, la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, Dinamarca, en 1910, entre ellas estuvieron Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo. Exigían el derecho al voto, el de ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral, entre otras demandas en su mayoría aún vigentes, aunque aparentemente hoy pasan a segundo plano ante la exigencia de: no nos maten, basta de feminicidios.

Y es que para poder disfrutar el llamado avance de las mujeres como el empoderamiento, equidad entre géneros, la no discriminación o igualdad de oportunidades y todo por lo que se instituyó el “Día Internacional de las Mujeres”, establecido para conmemorar la lucha y fortalecerla, antes tenemos que mantenernos vivas, o mejor dicho evitar que nos maten. Esto que es una obviedad al parecer para muchos necios, incluso necias, no lo es, ya que pretenden seguir insistiendo en que los feminicidios son un problema entre “personas malas contra personas buenas”, ignorando a propósito las estadísticas que nos indican claramente que la mayoría de los asesinatos contra hombres y mujeres, son realizados por integrantes del género masculino o sea tienen que ver con una cultura machista propia del sistema patriarcal.

Pero ¿cómo se vinculan nuestras antiguas demandas, que también son las de hoy, con nuestra lucha actual contra todas las formas de violencia que vivimos, entre ellas la más extrema, el feminicidio? ¿Los asesinatos de mujeres son el resultado del neoliberalismo? Más sano y vivo que nunca en nuestro país, o ¿de la pérdida de valores como nuestro presidente sostiene?

Por supuesto que el neoliberalismo tiene que ver, ya que como sistema requiere mantener vivo el patriarcado para su reproducción, las dobles jornadas de la mujer, el trabajo doméstico no remunerado, salario menor con el pretexto de que sólo es un complemento al sostenimiento familiar, el control de su sexualidad para mantener vigente a la familia burguesa y sus leyes de herencia, entre otros mecanismos que benefician al gran capital y que son fundamentales para su reproducción.

Sin embargo, no será cuando el capitalismo se acabe, lo que no está ni cercanamente de suceder, cuando mágicamente finalicen los feminicidios y la violencia contra la mujer, y por tanto debemos pacientemente esperar que eso suceda mientras nos matan y violentan, como parece ser la estrategia que nos pide el presidente de México. Es más bien al revés. Se requiere desmantelar el sistema patriarcal para asestar un golpe mortal al capitalismo, es nuestra lucha por nuestros derechos como mujeres, al igual que la defensa del medio ambiente, los derechos de los indígenas, de la diversidad sexual, entre otros, lo que podrá generar el cambio que todos y todas requerimos. Claro, los únicos que no serían beneficiados con el fin del neoliberalismo son los más poderosos, la verdadera mafia del poder que hasta hoy no ha sido tocada en nuestro país y que es la única a la que no le conviene dicha transformación.

Ahora bien ¿qué tiene que ver la lucha por nuestros derechos con los feminicidios actuales? ¿Es acaso un síntoma del fracaso de nuestro movimiento? ¿O de la pérdida de valores de la que tanto habla “cabecita de algodón”? Me temo que es todo lo contrario ya que el adelanto de las mujeres y los resultados positivos, aunque parciales de nuestra lucha, ha generado la fiera respuesta del patriarcado. Las crisis de masculinidad se agravan dado que los hombres se sienten inseguros y temerosos al perder sus privilegios, ya que las transformaciones en los roles y concepciones sobre lo femenino no vinieron acompañadas de lo mismo en lo que respecta a lo masculino. Ojo no hay que perder de vista que uno de los errores de las generaciones pasadas feministas fue no incluir a los hombres en las luchas, lo que generó marcados desniveles en las transformaciones en los géneros.

Hoy más que nunca requerimos hombres deconstruidos que participen en la formación de nuevas masculinidades, o sea, que no sean violentos y sí empáticos con nuestra lucha.

Pero esto no es un problema únicamente entre las personas, sino que competen a las instituciones, Estado, Iglesia, medios de comunicación, etc., mismas que reproducen el patriarcado y lo alimentan, con sus políticas económicas y sociales, sus mensajes y valores que difunden y que por lo tanto son las principales responsables de que el sistema patriarcal y el machismo continúe y por lo tanto también la violencia de género y los feminicidios.

Retomemos el asunto de los valores, o de su falta como explicación del aumento de la violencia. ¿De cuáles valores morales se habla? Si hablamos de justicia, honestidad, de gratitud, respeto, así en abstracto, estamos de acuerdo, pero si los aplicamos a su interpretación machista en nuestra sociedad la cosa cambia. Ya que las iglesias y los sectores conservadores inculcan valores como el de “sacrificio femenino por los demás”, la “honestidad sexual de las mujeres” o sea el control sobre nuestros cuerpos y goces; el “respeto a la autoridad”, porque “a la autoridad se les respeta” dijo AMLO en Tabasco, ¿sólo por ser autoridad aunque sea corrupta, injusta y patriarcal? Y “la mentira es cosa del diablo” y ¿si yo no soy religiosa y no creo en el kisín? ¿Estamos hablando de valores universales? o ¿de la reproducción de las normas morales tradicionales y de los estereotipos que nos han mantenido sometidas y que son la justificación de la violencia contra las mujeres?, ya que para muchos y muchas nos matan porque no las cumplimos, porque andamos solas en la calle, gozamos de nuestro cuerpo y sexualidad, algunas nos negamos a ser madres, rompemos con la autoridad masculina patriarcal, no somos abnegadas ni sacrificadas, etc. Es decir esos, precisamente esos sermones cuasi religiosos, son los que no queremos y los que en mucho justifican que nos estén matando.

¿Qué debemos hacer entonces este 8 de marzo y todos los días del año? ¿Recalar, someternos nuevamente y pedir disculpas por ejercer nuestros derechos para que ya no nos maten? ¿Esperar pacientemente que nuestro patriarca se decida por desmantelar efectivamente el neoliberalismo para que nos dejen de matar? Por supuesto que noooo. Debemos salir a gritar más fuerte que nunca a favor de todos nuestros derechos, blindadas por nuestra sororidad entre mujeres y ¿por qué no?, por aquellos hombres que han logrado deconstruir su masculinidad, siempre y cuando no pretendan dirigirnos ni en lo público ni en lo privado y acepten que en esta lucha el liderazgo indiscutiblemente nos pertenece. Articular nuestra lucha con las otras, igual de legítimas e importantes como son, en defensa de nuestra madre Tierra, la autonomía de los pueblos indígenas, la diversidad sexual, de la clase trabajadora. Porque al menos las feministas socialistas, herederas de aquellas que un día se reunieron en Copenhague y de las yucatecas como Elvia Carrillo Puerto y Felipa Poot, sabemos que todas están enlazadas y se enfrentan al mismo monstruo que nos está matando, el capitalismo patriarcal.

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