El descenso de la temperatura hasta los 17 grados en zonas rurales obligó a las familias de la región a recurrir a tianguis y bazares de segunda para adquirir prendas abrigadoras. Ciudadanos señalaron que actualmente no hay ningún programa de apoyo gubernamental para que población vulnerable enfrente la temporada invernal, lo que representa un riesgo para su salud y una presión económica para comprar ropa abrigadora. Para madres de familia como Vianey N., Nely P. y María Tuz, la llegada de los frentes fríos no sólo signifi ca desempolvar las cobijas, sino enfrentar la dura realidad de un presupuesto limitado.
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De acuerdo con sus testimonios, la prioridad es ahorrar, por lo que los tianguis que se instalan de manera periódica en la cabecera se han convertido en su principal fuente de abastecimiento. De acuerdo con las mujeres, buscan prendas para enfrentar el inverno a precios que van de 30 a 50 pesos, así como ropa de paca, considerablemente más barata que la comercializada en negocios formales; comprar artículos nuevos en tiendas departamentales resulta un lujo fuera de su alcance.
Esta situación se reproduce con mayor severidad en las comunidades de la zona sur, donde el termómetro desciende uno o dos grados más que en la cabecera y la vestimenta se transforma en un bien reutilizable; los hijos menores usan las prendas que sus hermanos mayores ya no ocupan, prolongando su uso durante varios años.
El problema se intensifica al analizar el perfil laboral de la región, ya que la mayoría de los ingresos dependen de actividades diarias en el sector informal o de trabajos que requieren esfuerzo físico, como las labores agrícolas, el servicio de mototaxi, tareas en ranchos, albañilería o la producción de carbón, entre otros.
Las ciudadanas señalaron que, si bien existen brigadas del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), estas se concentran sólo en la entrega de cobertores a adultos mayores, por lo que tienen la esperanza de que se tome en cuenta a familias donde hay menores de edad, ya que la limitación económica difi culta comprar ropa para el frío, a ello se suma una queja constante: la falta de programas sociales de protección durante la temporada invernal.
Los pobladores urgieron a las autoridades a que las campañas de donación amplíen su alcance y no sólo se limite a un grupo etario, sino se evalúe el grado de precariedad en cada hogar, permitiendo que quienes trabajan el campo o conducen un mototaxi puedan resguardar a sus hijos de las inclemencias del clima sin comprometer su alimentación diaria.