
Ante la creciente inseguridad, cada vez más negocios han optado por blindarse con rejas y cámaras de videovigilancia, lo que representa una inversión promedio de entre 12 y 17 mil pesos. A través de estos mecanismos buscan protegerse del robo, extorsiones y cobro por “derecho de piso”, lo que ha generado un ambiente de temor constante entre comerciantes, quienes deben seguir operando con miedo por los asaltos frecuentes o la posibilidad de ser víctimas de amenazas.
Durante un recorrido, fue evidente el aumento en la colocación de rejas de protección en fachadas y accesos de negocios como tiendas de abarrotes, ferreterías, refaccionarias y lavanderías. Estos elementos de seguridad, en combinación con cámaras de videovigilancia instaladas en puntos estratégicos, buscan disuadir a los delincuentes, aunque los propietarios reconocen que no garantizan su seguridad al 100%. Muchos de ellos consideran que se trata de una inversión que no debería ser necesaria, pero que resulta obligada ante el contexto actual.

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En la Ruta 5, por ejemplo, se constató que pequeños comercios cuentan ya con hasta tres cámaras de seguridad. Las grabaciones se monitorean desde dispositivos móviles, lo que permite a los dueños observar en tiempo real lo que ocurre dentro y fuera de sus establecimientos, incluso cuando no están presentes; sin embargo, pese a estas medidas, los robos no han cesado del todo, y la percepción de vulnerabilidad sigue latente.
Algunos locatarios comentaron que cada cámara instalada, dependiendo de su resolución y tipo de conexión, tiene un costo que va desde mil 500 hasta 3 mil 500 pesos. A esto se suma el gasto en equipos de almacenamiento, cableado, instalación profesional y mantenimiento. En el caso de las rejas, hay quienes han desembolsado más de 10 mil pesos sólo por el material, sin contar la mano de obra. En total, asegurar un negocio puede llegar a representar hasta 17 mil pesos, un gasto significativo para quienes viven al día.

En zonas como Talleres y López Portillo, la mayoría de los negocios ha implementado algún tipo de protección adicional, aunque esto sólo ocurre en los casos donde el flujo económico lo permite. Los comerciantes reconocen que no todos pueden costear estas medidas, por lo que muchos siguen estando expuestos.
La instalación de sistemas de alarma también ha comenzado a popularizarse, aunque su uso se limita a comercios de mayor tamaño. En general, los pequeños emprendedores priorizan las cámaras y rejas por su accesibilidad. Además, mencionan que, en muchas ocasiones, las autoridades no responden con la rapidez esperada ante un llamado de emergencia, lo que les obliga a buscar soluciones por cuenta propia.
En varias zonas de Cancún se ha observado que incluso los locales que anteriormente operaban con puertas abiertas al público ahora funcionan con acceso restringido, atendiendo desde ventanillas o a través de barrotes. Esta medida, que antes era común solo en bancos o farmacias de alto riesgo, se ha vuelto cotidiana en negocios de barrio. Aunque representa una barrera entre el cliente y el vendedor, muchos prefieren sacrificar cercanía con tal de proteger su integridad.
Pese a todo, los comerciantes no bajan la guardia y aseguran que continuarán operando con esfuerzo y determinación. Aun con el miedo constante, siguen apostando por sus negocios como una fuente de ingreso para sus familias. En el fondo, existe una esperanza de que la situación mejore, pero mientras eso ocurre, la realidad los obliga a seguir invirtiendo en seguridad.