A lo largo de la avenida Efraín Aguilar, en el Mercado Viejo Manuel Ignacio Altamirano de Chetumal, se sitúan alrededor de 15 trabajadoras sexuales que viven “al día” con los pocos ingresos que obtienen, mismos que no rebasan los 500 pesos diarios.
Más de la mitad de las trabajadoras sexuales señalaron que no pertenecen a la capital de Quintana Roo.
Mencionaron que cerca de 4 mujeres son de Chetumal, mientras que las demás son originarias de otros puntos de Othón P. Blanco, así como de otros estados de México.
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No obstante, estiman que en Chetumal más de 90 mujeres se dedican al sexo servicio.
Las trabajadoras sexuales señalaron que no cuentan con seguro social, pues el oficio al que se dedican no les permite acceder al derecho básico de la salud.
Asimismo, mencionaron que no tienen apoyo del Gobierno Estatal, ni de las dependencias encargadas de los derechos de las mujeres en Quintana Roo, incluso, señalaron que desconocen cuáles existen en la Chetumal y quiénes son los encargados.
Una de las entrevistadas, cuyo nombre prefirió mantener en anonimato, señaló que el punto antes mencionado en el Mercado Viejo no es una zona definitiva para ellas, pues muchas trabajadoras sexuales se mueven de un lugar a otro en busca de clientes, sobre todo en las noches.
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Mencionó que lleva alrededor de 2 años trabajando en la avenida Efraín Aguilar, no obstante, aseveró que el lugar ha sido habitado por sexoservidoras desde más de dos décadas, antes de que ella se estableciera.
También reconoció la calzada Veracruz y las avenidas Héroes como demás puntos de reunión para las trabajadoras sexuales.
Señaló que es originaria de Champotón, Campeche, donde tuvo una infancia triste y precaria que no le permitió alcanzar un gran nivel de escolaridad.
Anteriormente, se había dedicado a la limpieza doméstica y a la cocina, sin embargo, abandonó dichas ocupaciones porque la paga era poca y la jornada muy cansada.
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Otra de las trabajadoras sexuales mencionó que es proveniente del poblado de Santa Elena, al sur de Chetumal.
Reveló que entre los clientes más frecuentes son hombres de entre 40 y 60 años de edad.
Mencionó que el oficio al que se dedican las expone a enfermedades de transmisión sexual y violencia machista, (aunque lo dijo de otra manera), no obstante, con la poca información que tienen hallan la manera de protegerse.
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Mantienen una vida reservada, hermética, y son reconocidas como sexo servidoras por sus clientes debido al lugar en el que permanecen durante el día.
Aunque aseveró que hasta el momento ninguna mujer ha muerto mientras ejerce el sexo servicio, mencionó que estas parecen condenadas a una vida llena de precariedad y abusos, pues ante la sociedad son invisibles y ante la mirada masculina simples objetos.