I.M. Ortuno
Los dos primeros son más materiales que el último. Comenzar se refiere más a la duración del tiempo, y a la perfección de la acción o de la cosa, por lo cual decimos “ahora comienza el discurso”, aquí empieza la comedia. Empezar se refiere, principalmente, a la totalidad e integridad de la acción o de la cosa, como lo expresamos diciendo: aquí empieza el caserío de la ciudad, “lo que no se empieza no se acaba”.
Principiar atiende más al origen, y la causa tanto moral como física, y por eso nos valemos del sustantivo principio, para expresar la entrada, el exordio, todo aquello por donde empieza una cosa. En moral y en política llamamos principios a las reglas de nuestra conducta. En matafísica llamamos del mismo modo a las causas primeras y decimos que Dios es el principio (esto es el origen) de todo. En física y química, damos el nombre de principios a las sustancias simples que entran en la composición de las mixtas. En literatura llamamos principios a los primeros rudimentos de la ciencia, etc. Comenzar se refiere a la duración del tiempo. Lo que comienza concluye, y por eso llamamos concluida a la obra que ha sido muy limada y perfeccionada, para la cual se necesita más tiempo del que comúnmente se emplea cuando no se perfecciona tanto la obra… Empezar atiende más a la integridad: lo que empieza acaba, y esta es la razón porque llamamos “acabada” a una obra que tiene todo lo que debe tener para estar acabada, entera. Principiar atiende al fin, lo que principia finaliza, y como la voz principio es muy indeterminada por referirse primero al origen de las cosas: decimos que el mundo tuvo principios, pero que no sabemos cuándo llegará su fin. De todo lo expuesto, puede fácilmente deducirse la diferencia que hay entre conclusión, acabamiento y fin, y por consiguiente, entre los verbos concluir, acabar y finalizar, de los cuales se derivan aquellos sustantivos.
Conciso, lacónico
Lo conciso da más claridad, lo lacónico más energía, el primero de estos dos estilos omite las palabras ociosas, los rodeos, los adornos inútiles para exponer la idea con la más exacta precisión; el segundo indica con frases cortas y expresivas lo que debe entender o adivinar el lector, las demostraciones geométricas, las distinciones de los sinónimos deben ser concisas. Los lacedemonios que dieron el nombre al estilo lacónico, respondieron con un solo “sí” a una larga carta en que el padre de Alejandro, Filipo, les proponía la guerra.
Por hoy es todo, saludos.