Roldán Peniche Barrera
Estupenda ejecución por la orquesta de “Muerte y Transfiguración” de Richard Strauss y la “Sinfonía Heroica” de Beethoven con su magistral Marcha Fúnebre
“Muerte y Transfiguración”, de Richard Strauss
Henry W. Finch acuñó para Strauss el término “Wagnerolatría” ante la desmedida adoración del joven compositor por el autor de Tannhäuser, adoración que se palpa en muchos de sus poemas sinfónicos.
“Su reverencia por Wagner -añade Finch- sobrepasó los límites del buen sentido”. Y hay mucho de verdad en ello: dicen que por costumbre, Strauss dirigía sentado, pero lo hacía de pie cuando se trataba de Wagner.
Dígase lo que se diga, “Muerte y Transfiguración” (obra que alude a la agonía de una persona) nos revela con meridiana claridad la influencia wagneriana en un joven compositor de 25 años de edad que en el poema dicho evidencia una notable orquestación. Ciertos críticos han rastreado por allá defectos a esta obra que dura 24 minutos y nos transmite el talento de este genio que viviría más allá de los noventa años y que vivió 49 del pasado siglo. Con excepciones, los temas de sus múltiples óperas son diferentes de los grandes asuntos épicos de Wagner.
La actuación de nuestra Sinfónica en esta obra de aire trágico y melancólico podemos calificarla de clara y disciplinaria a las difíciles exigencias del compositor. Dos arpas complementan el instrumental. El Mtro. Lomónaco ejerció su acostumbrado dominio orquestal a través de los pasajes del poema y obtuvo una cálida ovación.
La “Sinfonía Heroica” de Beethoven
La segunda parte de este 8º. Programa dio paso a acaso la sinfonía más grande de todos los tiempos. Yo diría la más importante por el nuevo, poderoso estilo que imponía el autor. Beethoven deja muy atrás las sinfonías clásicas de Mozart y de Haydn (sin desdoro de sus obras maestras) y abre las puertas emotivas del Romanticismo alemán que triunfaría después con Liszt, Schumann, Schubert, Wagner y Berlioz. Para consumar sus ideas, Beethoven expande la orquesta, crea nuevos sonidos, brinda a la música acordes épicos, aires heroicos y melodías inmortales. Las audacias del gran sordo de Bonn escandalizaron a sus contemporáneos, usados a las festivas óperas de Mozart y a las lindas sinfonías de Haydn, hechas para el regodeo tranquilo de príncipes y reyes. Esta 3ª. sinfonía de Beethoven rompe con gustos y tradiciones y a principios de 1800 hizo retumbar las salas de concierto para disgusto de los pedantes connossieurs. Pero el pueblo disfrutó el nuevo orden de cosas, en especial, esta “heroica” que con su memorable Marcha Fúnebre anticipa la muerte de Napoleón Bonaparte 20 años antes de su realidad. Sigue a la marcha el boyante Scherzo (recuérdese que el Scherzo es invención de Beethoven para sustituir al antiguo minueto) y concluye con el Finale: Allegro molto, al que el compositor destina líneas melódicas de gran fuerza expresiva. En la coda suenan a todo lo alto las trompetas y la Heroica (o “Eroica”, como escriben los italianos) finaliza con aires de bravura. Una cerrada ovación premió la ejecución de la orquesta y la sabia dirección de Juan Carlos Lomónaco. ¡Gran velada!