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La imaginación y la creatividad, agentes importantes en el desarrollo infantil

Pilar Faller Menéndez

“Es una gran amiga de la posibilidad.

Despierta y viva, la imaginación jamás

se vuelve rígida ni cerrada, sino que

permanece abierta y te incita a nuevos umbrales

de potencialidad y creatividad”.

John Odonohue

Uno de los factores más importantes que juegan en la creatividad de un niño es la imaginación. Esa imaginación en la que puede traer a la mente todo aquello que no se encuentra presente y no es tangible a los sentidos, aquella que puede abrir nuevas perspectivas que transforman nuestras vivencias, que puede evocar recuerdos y nos permite viajar a ellos. La imaginación transformando nuestras experiencias y ampliando nuestro aprendizaje.

La imaginación es la única que nos regala la posibilidad de viajar al futuro, y nos abre un abanico de múltiples futuros posibles para poder experimentar distintas realidades, así como la manera de vivirlas, también nos permite desarrollar recursos originales cuando necesitamos hacer frente a situaciones nuevas y complejas, brindándonos la posibilidad de crear posibles caminos, y estrategias para enfrentarlas.

Cuando llevamos la imaginación a un acto tangible en el que se generan ideas originales que ofrecen alguna innovación, nos encontramos ante un proceso creativo. Al nacer, nuestra mente tiene el potencial de la creatividad el cual puede desarrollarse, o verse interrumpida por la rigidez cultural tanto en el sistema educativo como las creencias que vivimos durante nuestra crianza, cuando se restringe su manifestación y se privilegia la memoria o el razonamiento lógico, lo cual intimida nuestra creatividad.

Para conquistar el mundo, los niños usan su creatividad y su imaginación, sorprendiéndonos con preguntas y razonamientos que en su gran mayoría se salen de la lógica convencional. Muchas veces el razonamiento adulto resulta un muro para su mente creativa y espontánea. Los interminables porqués de las cosas nos crean a menudo momentos incómodos y hasta nos hacen cuestionar nuestras creencias y enfrentarnos a nuestras propias inconsistencias y limitaciones.

Para que un niño sea independiente en su forma de pensar y asimilar las diferentes situaciones que vive, es necesario promover la creatividad, a fin de que sean capaces de explorar el mundo que los rodea y poder generar ideas y soluciones originales a sus propios problemas para poder hacer frente a los retos que les presente la vida. Esto sin duda alguna es un gran desafío para los padres y educadores cuando se tiene la convicción de estar preparándolos para un futuro que desconocemos y al que ellos se enfrentarán.

Para poder potenciar la creatividad de los niños y desarrollarla, hay que tener presente sus distintas dimensiones para potenciarlas. Una mente creativa es naturalmente inquisitiva y constantemente formula preguntas, investiga y explora. Es persistente porque se atreve a enfrentarse a las dificultades y tiene tolerancia a la incertidumbre, y sobre todo se permite ser diferente del resto. También puede añadirse que es imaginativa, ya que puede “jugar” con distintas posibilidades y utiliza la intuición para establecer relaciones o conexiones. También es disciplinada porque el acto creativo requiere de ejercitar las habilidades, desarrollar técnicas, o bien realizar una reflexión crítica para buscar una mejora continua. Otra de sus características es que es colaboradora, ya que el proceso creativo potencia la reciprocidad, lo cual debe incentivarse junto con el valor de la diversidad.

Para atreverse a inventar y desplegar su creatividad libremente es de suma importancia el fortalecimiento de la confianza y la autoestima, así como hacerle sentir que sus propuestas son valoradas a fin de no bloquear su creatividad. Crear un ambiente que estimule la investigación, imaginación y manipulación que permita dar sus propias respuestas, es fundamental, así como la orientación del adulto en las ideas propuestas por el niño.

El principio de “dejar ser y hacer” favorece su naturaleza espontánea y evita desalentar sus iniciativas, lo cual le permite realizar sus ideas que pudieran ser poco convencionales, exageradas y algunas veces absurdas, las cuales le permiten descubrir nuevas formas de relacionarse con el mundo que le rodea. El propósito de este proceso y lo que le da sentido es valorar todos aquellos intentos en los cuales un niño realiza el intento de encontrar un resultado final, y no solamente el producto de éste.

Es indispensable que los adultos puedan promover la aceptación, confianza y valoración de la singularidad sin una actitud de crítica, ya que tenemos la tendencia arraigada de corregir y restringir el espíritu libre e individual del niño. La educación tradicional utiliza normas y estándares en el aprendizaje, así como en su metodología para evaluar y enseñar, poniendo énfasis en la obtención de respuestas correctas. Bajo este paradigma, el niño siente temor a equivocarse y ser diferente, lo cual provoca una intolerancia al fracaso, y la frustración que éste genera.

Si se pretende educar niños creativos y crear un ambiente en donde pueda desarrollar su pensamiento divergente es necesario buscar una enseñanza cuyos métodos favorezcan la autonomía y un ambiente democrático en el cual les sea permitido externar sus opiniones y sus capacidades e intereses personales. Sin que por esto no existan reglas establecidas que el niño comprenda, así como límites claros y consistentes que los hagan sentirse más seguros y confiados para crear y atreverse a experimentar sin el temor a ser reprendidos.

Es durante los primeros años de vida en los que un niño recibe una actividad eléctrica y química en su cerebro, ya que miles de millones de neuronas se están organizando, es por esto que la etapa de educación infantil es de suma importancia para poder potenciar su creatividad, previa a la educación formal.

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