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Confiar en Cristo como buen Administrador de la misericordia de Dios

 

 

 

 

 

 

 

 

Con una misa encabezada por Monseñor Piero Marini, Presidente del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales, cerró anoche el VII Congreso Eucarístico Nacional 2019 quien exhortó a confiar en Cristo como buen administrador de la misericordia de Dios Padre.

Al iniciar su homilía, Piero Marini señala que Jesús cuenta a sus discípulos parábola sobre el hombre rico que deja sus bienes a un administrador. El evangelista Lucas en su evangelio, que la Iglesia nos propone a lo largo de este año litúrgico, leer el evangelio y nos presenta la vida de Jesús como un camino que realiza discípulos hacia Jerusalén. Tal como Jesús hizo con los discípulos de Emaús, Jesús continúa caminando con nosotros, sus nuevos discípulos, y a lo largo del camino de la vida conversa con nosotros, nos anuncia su palabra, nos cura de nuestras enfermedades.

Piero Marini añadió que el domingo anterior nos relataba la parábola del hijo pródigo, hoy nos relata otra parábola: “Un hombre rico tenía un administrador”.

El evangelista nos hacía notar el domingo pasado que Jesús dijo está parábola del hijo pródigo a los escribas y fariseos, que lo criticaban, porque acogía a los pecadores y comía con ellos. Hoy, nos dice de nuevo san Lucas, Jesús se dirige, no ya a los escribas y a los fariseos, sino a sus discípulos, pero además Jesús dice esta parábola hoy precisamente para nosotros.

La identidad de los personajes

Para entender la parábola debemos comprender, sobre todo, qué son y qué representan los personajes descritos. Son esencialmente tres: un hombre rico, un administrador astuto y los deudores del amo, explicó el Presidente del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos

El hombre rico dispone de una enorme cantidad de bienes; el administrador gestiona una gran cantidad de dinero, y es acusado y amenazado de despido, porque es culpable de derrochar los bienes de su amo.

Piero Marini soltó tres preguntas: ¿Quién es el amo que posee una enorme cantidad de bienes? ¿Quién es el administrador astuto que aprovecha el tiempo para reducir drásticamente sus deudas? ¿Quiénes son los deudores?

Y remató: “La parábola puede ser interpretada de varios modos y, de hecho, son posibles varias lecturas del texto. Para nosotros, que celebramos la eucaristía como conclusión del Congreso Eucarístico Nacional, es más fácil interpretar esta parábola desde la óptica de la misericordia. Desde esta perspectiva nos guía también el evangelista Lucas. En efecto, él ha puesto estas parábolas una detrás de la otra: la del hijo pródigo y la del administrador astuto. Son dos parábolas similares que se complementan mutuamente.

Son como las dos caras de una misma medalla; Ambas son parábolas sobre la misericordia de Dios.

Si el Señor en este domingo, con la palabra del administrador astuto nos quiere hablar de la misericordia de Dios; el domingo pasado, el Señor Jesús nos ha hablado de la misericordia de Dios como una actuación paradójica: el padre espera la vuelta del hijo a pesar de que éste ha abandonado la casa y ha derrochado todo el patrimonio. Más aún, acoge al hijo aunque éste no se haya arrepentido, lo abraza y está lleno de alegría por su regreso.

También en la parábola de hoy, el actuar de Dios es paradójico. El hombre que posee tantas riquezas puede identificarse con nuestro Dios y el administrador astuto podría ser el Señor nuestro Jesucristo que por medio de Él, Dios actúa con misericordia.

El administrador, pensando en el futuro, aprovecha el breve tiempo que le queda disponible para reducir drásticamente las deudas de los deudores; así actúa el Señor Jesús quien gestiona misericordia ante el Padre y este modo, su justicia, como la del Padre, es a los ojos de este mundo, el comportamiento de Dios Padre y el comportamiento de Jesús es escandaloso: parece una estafa.

Por eso, Jesús es acusado por los escribas y por los fariseos; por eso el hijo primogénito de la parábola del hijo pródigo se lamenta con el padre. Pero, el actuar de Dios es paradójicamente misericordioso. Y Jesús, en el poco tiempo que le queda de vivir en este mundo, quiere distribuir una vez más las riquezas de su Padre.

Piero Marini mencionó que los bienes de este mundo deben ser acumulados, a diferencia de los bienes de Dios, que deben ser distribuidos a todos. Dios actúa con un amor sin medida. En Jesús, el Padre, una vez más, nos ha distribuido, continúa distribuyéndonos abundantemente los dones de su riqueza, de su gracia y de su amor.

En torno al Congreso que concluyó, Monseñor Marini mencionó que después de este Congreso nuestra situación de deudores, nuestra debilidad y nuestra realidad de pescadores no debe desanimarnos. Tenemos delante de nuestros ojos al Señor Jesús, quien ha sido un perspicaz administrador y un generoso dispensador de la misericordia de Dios.

El Señor Jesús nos ha dejado sus palabras y sus palabras se convierten en nuestro evangelio, nos ha dejado sus gestos y sus gestos se convierten en nuestros sacramentos. Ahora nos toca a nosotros ser misericordiosos, en cada experiencia de nuestra vida -como lo ha sido

Él-, con cada hombre y mujer que encontramos, concluyó el Presidente del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos.

(José Manrique)

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