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Yucatán

Aleccionador conversatorio sobre Rosario Castellanos

Ariel Avilés Marín

En el marco del V Encuentro “La Mujer en la Escena Teatral Latinoamericana”, se llevó a cabo un conversatorio cuyo tema giró sobre una de las personalidades femeninas más importantes del S. XX, Rosario Castellanos. Charito, como coloquialmente se le llamaba, era chiapaneca de pura cepa y con gran orgullo. Por merecimiento propio, una de las poetas más destacas del siglo pasado, al lado de grandes como Jaime Sabines, José Emilio Pacheco u Octavio Paz. Rosario Castellanos fue una gran feminista, de las que les tocó abrir brecha, y por ello sufrió en su momento rechazo y marginación. Su vida fue una lucha permanente por reivindicar a la mujer, social y, sobre todo, culturalmente.

La mesa de reflexión estuvo integrada por tres participantes: Katia Rejón, Georgina Rosado e Itari Marta. Las tres, gente con gran actividad en la cultura, las tres feministas verticales y coherentes, las tres mujeres valiosas y destacadas, cada una en el ámbito de sus acciones. Tres voces que resonaron en el recinto de la Sala de Arte “Manuel Cirerol Sansores” del Teatro “Armando Manzanero”, para dejar constancia que la mujer está presente, con gran fuerza, en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Cada una de ellas enfocó la figura de Rosario Castellanos desde un punto de vista diferente, con un punto de encuentro en común entre las tres: “Mujer que Sabe Latín”, obra toral de Charito donde deja patente su mirada femenina descalificadora del machismo que prevalece en nuestra sociedad.

El conversatorio es abierto por Katia, que inicia diciendo que, penosamente, mucha gente menciona a Rosario Castellanos sin saber realmente quién es y qué hizo. Hace hincapié en que, a la luz de las circunstancias actuales, Charito puede parecer una feminista demasiado prudente, pero en seguida reflexiona en que su obra va apareciendo en el panorama mexicano al inicio de la década de los 70’s, y que en ese entonces lo que dijo era algo sin precedentes. Señala que Mujer que Sabe Latín, aparece en 1973, y en esas circunstancias decir algo como: “‘Desde que nace una mujer, la educación trabaja sobre el material dado para adaptarlo a su destino y convertirlo en un ente socialmente útil’, era algo para pensarlo dos veces”, señala con firmeza. En la época su literatura fue calificada como panfletaria, pero señala que la obra de Rosario es comparable con obras como Los Hombres me Explican Cosas, de Rebeca Solnit, o Todos Deberíamos ser Feministas, de Chimamada Adichie. “Ellas demuestran que la mujer sí puede ser crítica, cultural y feminista y, a la vez una gran escritora, para el escándalo de muchos”.

Katia trae al foro algunas lecturas de la obra de Rosario, fragmentos de Si lo Cotidiano, o la fuerza arrolladora de Memorial de Tlatelolco: “¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, en los periódicos / dieron como noticia principal / el estado del tiempo”. Pasa a analizar ideas fundamentales contenidas en “Mujer que Sabe Latín”. “¿En cuántos casos las mujeres no se atreven a cultivar su talento, a llevar hasta sus últimas consecuencias la pasión de aprender, por miedo a la soledad, al juicio adverso de quienes la rodean, al aislamiento, a la frustración sexual y social que todavía representa entre nosotros la soltería?”. Katia concluye analizando a Rosario desde la perspectiva actual, pero sin dejar de tomar en cuenta las circunstancias que rodearon su época y su vida. “Si Rosario vio esta puerta cerrada, no hay duda que también se tomó la molestia de abrirla; pero hay otras puertas en la cultura y en la vida que siguen cerradas con candados y cadenas y es tiempo de abrirlas”, concluyó.

Georgina, por su parte, inició analizando cómo Rosario Castellanos había alcanzado la independencia económica como catedrática en la UNAM. Cita como antecedente a las mujeres participantes del I Congreso Feminista de 1916, que exigieron el acceso de la mujer al arte, la educación y la ciencia. Destacó que durante ese congreso, Francisca García Ortiz había señalado: “Una mujer ilustrada es difícil que se case”; esto embona perfectamente con “Mujer que Sabe Latín” y el castigo inmediato a quienes rompen con los estereotipos establecidos. Medita en voz alta: “¡Ay Rosario! Tu frase se transforma, no es: ‘ni tiene buen fin’ sino, tiene el peor fin”, señala con energía.

Georgina relata un caso sucedido en Yucatán, en Xpijil, comisaría de Peto. “Un crimen atroz, sucedido a las puertas de la casa donde la mujer trató de refugiarse del marido que la perseguía machete en mano, ahí la macheteo, a las puertas de la casa y ante los ojos de la amiga que le había abierto la puerta”. Georgina analiza que en hoy en día lo de menos es que las mujeres que saben latín no se casen. “¡Lo de más, es que nos matan!”, señaló con énfasis. “No es verdad que haya una nueva masculinidad”. Pasó enseguida al análisis del derecho de las mujeres al dominio de sus cuerpos, y la falacia contenida en la expresión: “A la mujer, ni con el pétalo de una rosa”. Destacó cómo esto, socialmente, no aplica a las que pintan monumentos. Dejó en claro que el patriarcado es una consecuencia directa del colonialismo y el capitalismo. “Nosotras mismas, negarnos, es el grado más profundo de nuestra dominación”. Georgina hace broma con su propia imagen. “Fui derrotada por la persistencia de los bellos de mi cuerpo; me fui convirtiendo en una uva chiquita y redonda. Leyendo a Rosario me dejan de importar esas cosas y me digo: ¡Hola guapa!”

En seguida hace un análisis comparado, entre las novelas de Corín Tellado, de la Revista Vanidades, de lectura generalizada hace cincuenta años, y “Las Cincuenta Sombras de Grey”. “No son tan diferentes”, señala. Cosas como el arte, la literatura, curan las heridas de las mujeres, les permiten vivir. Rescata las figuras de importante mujeres de la historia de Yucatán, como Felipa Poot y María Uicab, “armadas hasta los dientes”. Señala que Charito, a partir de su divorcio, participa en política, la encontramos como Embajadora de México en Israel, desde 1971. “Y en la política, todas son cabronas”, señala. Destaca lo que hace la mujer en el teatro. “En el teatro las mujeres hablan y se rebelan. ¡Todas debemos ser Rosario Castellanos!”, concluye.

Cierra el foro la participación de Itari Marta Mena Abraham; ella es actriz y directora de teatro, egresada de la escuela Virginia Fábregas. Ha desarrollado un importante programa de Teatro Penitenciario, con los reclusos de Santa Martha Acatitla. Inicia con una reflexión: “Sentarse en esta mesa es un reflejo de nosotras mismas. Soy actriz, me gusta y lo hago bien”. En seguida plantea dos cuestionamientos: ¿Por qué Rosario Castellanos? Y ¿Por qué en Mérida? Se responde ella misma: “Ha sido una oportunidad de venir a mi tierra. A Rosario Castellanos, la conocía muy superficialmente, forma parte de este sistema patriarcal. La vida teatral es de sí, muy dramática”. Pasa a analizar la trágica muerte de Rosario en la embajada de Israel. “¿Por qué una mujer con esa historia muere así?”, se cuestiona con dolor. Nos lee un poema de Jaime Sabines dirigido a Rosario: “Charito, te tengo un recado, sólo una tonta podría dedicar su vida a la soledad. / Re Chayito, no dejándote ver por tu sonrisa. / Cómo te quiero Chayo. / ¡Traen tu cuerpo! / ¿Dónde dejaron tu alma? / ¡Cómo duele Chayito! ¡Y es todo! / Ya no estoy enojado / voy a echarme a la alberca”.

Itari reflexiona, “¿Por qué estamos aquí? ¿Para morir de esas formas? ¿Para volver a las mujeres que saben latín?”. Nos cuenta por qué salió de Mérida. “Salí corriendo, porque es insoportable mi familia machista y patriarcal. Mi familia actual lleva su lucha para ser ellas mismas. Ves a mi familia yucateca y su crítica y te alejas”, plantea con firmeza. Pasa a reflexionar que las mujeres han de construir su historia antes de morir, para poder morir en paz. “Como Rosario, hacer cosas, podemos estar confundidas, pero juntas”. Relata que en CDMX se ha logrado promulgar una Ley de Espacios para respeto de la mujer. Nos pone al tanto de sus planes, como reabrir en México el Foro Shakespeare. Hace una maravillosa reflexión final: “Con Rosario debemos tener una honestidad brutal, pero con ironía, para reírnos un poco. ¡Que de aquí salgan acciones, que hicimos algo!”, concluyó.

Salimos de la Sala de Arte con la imagen de Rosario Castellanos revoloteando en nuestra mente.

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