Ariel Juárez García
“El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo... nos consuela en toda nuestra tribulación.” (2 Corintios 1:3, 4.)
Cada día que pasa trae consigo una mayor necesidad de consuelo. Como observó un escritor bíblico hace más de mil novecientos años, “toda la creación en conjunto sigue gimiendo y estando en dolor por igual hasta ahora”. (Ver Romanos 8:22.) En nuestro tiempo, el “gemido” y el “dolor” son mayores que nunca. Desde la I Guerra Mundial hasta la fecha, la humanidad ha sufrido una crisis tras otra en lo que tiene que ver con guerras, injusticias, enfermedades, delito, violencia, pobreza, desastres naturales, etc. Un sinnúmero de personas tienen la sensación de que la vida se les ha venido abajo… han tocado fondo.
A diario, hay una constante repetición de los mismos términos en los titulares de las noticias. La gente se está cansando de leer palabras como guerra, crimen, injusticia, violencia, desastre, hambre, enfermedad y sufrimiento. Sin embargo, hay una valiosa palabra que ha brillado por su ausencia en las noticias, aunque representa algo que la humanidad necesita imperiosamente, la palabra es… “consuelo”.
“Consolar” significa “aliviar la pena o aflicción de alguien”,… darle fuerza y esperanza. Con todos los problemas que el mundo ha experimentado durante lo que va de este siglo XXI, hay una necesidad urgente de esperanza y alivio de las penas que se sufren. Es cierto que debido principalmente al adelanto científico, muchas personas disfrutan hoy de más comodidades de las que pudieron imaginar las personas de épocas pasadas. Pero la ciencia y la tecnología no han servido de “consuelo” al hacer hasta lo imposible para eliminar todas las causas del sufrimiento humano.
Aunque hay lugares de la Tierra que disfrutan de una relativa paz, no obstante, millones de personas viven prácticamente en esclavitud al ingrato sistema económico de este mundo. Es cierto que algunos viven en la abundancia material, pero la mayoría de las personas se enfrenta a una lucha diaria por conseguir el sustento. Muchos buscan algo que pudiera parecerse a un hogar decente. Cada vez más personas están desempleadas. “El mundo –predice un periódico africano– se encamina a una crisis de empleo sin precedentes, y para el año 2020 habrá 1,300 millones de personas más en busca de trabajo.” Los más oprimidos económicamente sin duda necesitan fortaleza y esperanza, es decir, alguien que les dé consuelo.
La vida tiene tantos momentos de dolor, decepción y soledad, que cualquiera puede sumirse fácilmente en la tristeza e incluso la desesperación. En tales situaciones muchos quizás se pregunten si habrá alguien que pueda tenderles una mano… Pues bien, en la segunda carta que escribió el apóstol Pablo a los cristianos de Corinto, en Grecia, en el capítulo 1 versículos 3 y 4, el menciona que existe una fuente de consuelo que nunca falla: “el Dios verdadero, Jehová.”
En el versículo 3 el apóstol habla de El como “el Padre de tiernas misericordias”. La expresión “de tiernas misericordias” corresponde a una sola palabra griega que alude a la compasión ante los sufrimientos ajenos. Por eso, algunos especialistas señalan que se podría transmitir bien la idea con la expresión “el Padre que se apiada” o “el Padre que se preocupa mucho”. Y estas “tiernas misericordias” no se quedan en simples sentimientos, sino en hechos que impulsan a Dios a actuar en favor de los afligidos.
El apóstol Pablo también presenta a Jehová como “el Dios de todo consuelo”. Según un bibliófilo, el término griego traducido “consuelo” se refiere al hecho de “reconfortar a quien se encuentra en aprietos o está triste, y también animarlo o ayudarlo”. “Dar consuelo a quien sufre es darle aliento para sobrellevar su dolor” –señala con autoridad The Interpreter’s Bible.
Vale la pena mencionar que la noche anterior a su muerte un suceso importante aconteció cuando Jesucristo tuvo que informar a sus apóstoles fieles que pronto los dejaría y regresaría al cielo junto a su Padre, lo cual los perturbó y afligió mucho. (Ver Evangelio de Juan capítulo 13 versículos 33 y 36; y el capítulo 14 versículos 27 al 31.) Reconociendo la necesidad que tenían sus discípulos de seguir recibiendo consuelo, Jesucristo les prometió: “Yo pediré al Padre, y él les dará otro ayudante que esté con ustedes para siempre”. (Ver Evangelio de Juan 14:16, nota.) Con estas palabras se refirió al apoyo que les daría el Espíritu Santo de Dios, mismo que se derramó sobre sus discípulos cincuenta días después de su resurrección.
En aquella ocasión, Jesús mismo “se perturbó en gran manera” y “se contristó hondamente” esa intensa noche antes de su muerte… entrando en agonía. (Ver Evangelio Mateo 26:37, 38.) De modo que se retiró a cierta distancia de sus discípulos y ya en privado pidió ayuda a su Padre celestial en oración. Dicen las Santas Escrituras que “Fue oído favorablemente por su temor piadoso.” (Ver carta a los Hebreos 5:7.) Incluso recalca que “se le apareció un ángel del cielo y lo fortaleció”. (Ver Evangelio de Lucas 22:43.) La valentía y hombría con la que Jesús hizo frente a sus opositores, dan prueba que Jehová Dios consoló a su Hijo de la manera más eficaz. (Ver Evangelio de Juan capítulo 18 versículos 3 al 8 y también del 33 al 38.)
En el tiempo actual, Jehová Dios también suministra consuelo mediante su Palabra, la Biblia. Sobre este punto el apóstol Pablo escribió: “Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza”. (Ver Romanos 15:4.) De ahí la necesidad que se tiene de adquirir el conocimiento necesario, estudiar regularmente la Biblia y meditar en ella.
El apóstol Pablo valoró mucho el consuelo que Dios suministra. Después de un tiempo particularmente difícil en Asia y Macedonia, escribió una segunda carta a la congregación corintia, establecida en Grecia, que contiene las siguientes palabras de alabanza: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo, que nos consuela en toda nuestra tribulación”. (Ver 2 Corintios 1:3, 4.)
Cuando el apóstol Pablo alaba a Jehová Dios o le da gracias o le pide algo en sus cartas, normalmente incluye también expresiones de aprecio profundo por Jesucristo, el Cabeza de la congregación cristiana. (Ver carta a los Romanos 1:8; 7:25; la carta a los Efesios 1:3; y la carta a los Hebreos 13:20, 21.) Así, puede verse que Pablo dirige esta alabanza al “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Luego utiliza, por primera vez en sus escritos, un sustantivo griego que se traduce “tiernas misericordias”. Este sustantivo se deriva de un término que expresa pesar por el sufrimiento ajeno. Pablo expone de esta manera los tiernos sentimientos de Dios por todos sus siervos fieles que sufren tribulación, sentimientos que lo motivan a tratarlos con misericordia. Finalmente, Pablo vio que Jehová era la fuente de esta deseable cualidad, pues lo llamó “el Padre de tiernas misericordias”, es decir, cualidades que alivian al que sufre tribulación. Por ello, el apóstol Pablo seguidamente denomina a Jehová “el Dios de todo consuelo”.
Hoy día, algunas personas e instituciones procuran dar alivio a la gente. Pero aunque se agradecen sus palabras amables y su ayuda material cubre necesidades inmediatas, el único que puede revertir todos los daños y disponer lo necesario para que tales desgracias jamás se repitan es Jehová, el Dios verdadero. De él se recalca en la Biblia: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo, que nos consuela… para que nosotros podamos consolar a los que se hallan en cualquier clase de tribulación mediante el consuelo con que nosotros mismos estamos siendo consolados por Dios” (Ver 2 Corintios 1:3,4).
Como el apóstol Pablo indica, Jehová Dios da el consuelo necesario con un objetivo adicional: “para que... cada cristiano pueda consolar a los que se hallan en cualquier clase de tribulación…” Jehová está moviendo a muchos a compadecerse de los demás y ofrecerles el apoyo necesario.
Aunque queda claro que Jehová es “el Dios de todo consuelo”, sin embargo, no se puede esperar que hoy mismo elimine todas las penas y dificultades que la gente padece. Pero… sí se tiene en cuenta que El reconfortará y dará las fuerzas necesarias a todo aquél que le pide ayuda para enfrentar y sobrellevar la aflicción, el dolor, la angustia y el sufrimiento,… porque tiene fe en El.