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Yucatán

Carta a mis raíces, a mis ancestros

Oscar A. García Solana

Mérida, Yucatán, 27 de abril de 2020

Mis muy queridos ancestros:

Hoy que cuento con tanto tiempo para hacer introspección, me acuerdo de ustedes con cariño, de todos ustedes, de mis ancestros tanto cercanos como lejanos como la raíz del árbol del que hoy soy fruto, y los aprecio porque gracias a ustedes, a quienes fueron, a lo que fueron y a lo que hicieron hoy soy lo que soy y lo agradezco. Agradezco haber vivido la vida que hasta hoy disfruto, haber nacido en esta tierra que tantas cosas me ha regalado: un idioma, una cultura, una historia.

Y precisamente debido a esa historia que no solamente dejaron pasar sino de la que me dejaron constancia grabada en papel y en otros medios, hoy puedo entender mejor los difíciles momentos que estamos pasando.

Saber que ustedes también pasaron por el infortunio de las fatalidades y las pandemias, de cómo las afrontaron y las sufrieron, me deja además de esperanza unas estrategias que ustedes demostraron que les fueron útiles y les salvaron la vida.

Cuando en la Mérida de 1833 azotaba la pandemia del Cólera Morbo los políticos que solamente estaban cuidando su imagen pública hicieron lo que hoy algunos hacen: minimizar los riesgos, retrasar las estrategias apropiadas por cuidar su propia economía, no invertir en políticas de salud apropiadas o fingir que se invertía. Murieron muchos, la población fue diezmada, grandes asentamientos fueron arrasados y desolados por la enfermedad.

Pero hubo otros, los que pensaron en los demás y no solamente en sus intereses, los que se atrevieron a hacer lo que se debía hacer y no solamente lo que les convenía, los que a pesar de lo que opinaran los intereses creados por los dueños del dinero pusieron e impusieron las medidas que salvaron muchas vidas, como sucedió en el entonces Bolonchenticul, hoy solamente Bolonchén de Rejón, en Campeche pero en aquella época era de Yucatán, como toda la península; fue de ahí de donde salieron algunos de mis ancestros. De no haber sucedido este hito de la historia tal como se dio, hoy no estaría aquí.

Largos años lucharon contra el Cólera, hasta que salieron victoriosos.

Pasan los años y llega 1918, una nueva pandemia asuela Mérida y todo Yucatán, la Influenza española, llamada por el pueblo “Infrenza”. De nueva cuenta quienes lideraban la sociedad mostraron sus verdaderos valores, los hubo buenos y los hubo malos, de nueva cuenta gracias a los buenos hoy estoy aquí.

Si puedo escribirles hoy, rememorando mis raíces, es porque en la línea de sucesión de mis ancestros, todos ellos hicieron lo que tenían que hacer para preservar su integridad, física y moral, no existe otra explicación porque si un solo eslabón hubiera sido débil, la cadena hasta mí se hubiera roto y no estaría aquí.

Hoy tengo, tenemos, la responsabilidad de cuidar nuestra integridad y la de los demás. Hoy que espero en unos meses a mis primeros nietos, hijos de mi hija, refrendo la responsabilidad de mis actos.

Quiero conocerlos, deseo poder abrazarlos y besarlos, anhelo que el mundo en el que vivan sea similar al que viví en mi infancia, que puedan tener la oportunidad de enterrar los pies en la arena fresca y húmeda de las playas de Sisal, que lleguen a conocer el ritmo del timbal marcando una jarana, que puedan ver el zapateo de las jaraneras en una vaquería y admiren los bordados de sus ternos, que lleguen a conocer las ruinas mayas de nuestros ancestros más lejanos, que puedan recorrer el Paseo de Montejo y detenerse un momento en la Dulcería Colón para saborear una nieve de limón, que es la que más me gusta; que aprendan a montar en bicicleta, caerse en los primeros intentos y volver a levantarse, tener amigos, disfrutar de su compañía, y sentirse orgullosos de ser yucatecos, como todo ser humano que siente el orgullo por la primera tierra que pisa, que puedan usar un terno o una filipina según corresponda, que aprecien las construcciones decimonónicas de Mérida, y que disfruten y aprendan en al biblioteca familiar.

Y todo ello, gracias a mis raíces, a ustedes mis ancestros que fueron dejándonos cachitos de su alma en cada una de las generaciones hasta la de hoy en día.

Ojalá que sean muchos los que asuman el reto de pensar en los que vienen y no solamente en disfrutar sin responsabilidad hasta que nuestra vida se apague.

Por eso me rodeo de libros, para recordarles ancestros míos, y para que en la comunicación escrita a través de los años sigan dándome consejos, que la historia es tan solo un recurso para no tropezar dos veces con la misma piedra, quien no oye consejo no llega a viejo.

Me despido con una sonrisa en los labios, un recuerdo en el corazón y un anhelo en mi mente, que mis descendientes disfruten tanto de nuestras raíces como lo hago yo.

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