
Cuando cae la tarde y el aire húmedo se llena del zumbido familiar de los moscos, pocos piensan que ese sonido cotidiano encierra uno de los desafíos de salud pública más persistentes y cambiantes de Yucatán. Detrás de cada picadura puede haber una historia de transmisión viral: dengue, zika o chikungunya, enfermedades que han marcado ciclos de alarma, prevención y aprendizaje en el estado.
Hoy, investigadores advierten que una nueva especie de mosquito, el Aedes vittatus, originario de Asia, ya fue detectado en territorio yucateco. Su hallazgo abre una nueva página en la historia sanitaria de la región: un vector capaz de habitar tanto en zonas silvestres como urbanas y de transmitir los mismos virus que su pariente más conocido, el Aedes aegypti.
Vieja amenaza que nunca se fue
El Aedes aegypti es, desde hace décadas, parte inseparable del paisaje urbano. Vive en y alrededor de las casas, aprovecha cualquier recipiente con agua limpia –cubetas, floreros, tinacos, llantas, bebederos– y suele picar al amanecer y al anochecer. En esas horas en que el calor cede, también se activa el riesgo.
Aunque los programas de control y las campañas de limpieza han contenido grandes brotes, el dengue nunca desapareció. Por el contrario, se mantiene con altibajos que cada temporada lluviosa devuelven al debate público.
Según estudios del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de Yucatán, más del 70% de los habitantes del estado ha estado expuesto alguna vez al virus del dengue. En mayores de 50 años la cifra supera el 80%. La enfermedad forma parte, silenciosamente, del entorno biológico local.
En 2015 y 2016, Yucatán fue epicentro de los primeros brotes simultáneos de chikungunya y zika en el país. Una década después, la historia parece repetirse con nuevas variables: el clima, la movilidad y la llegada de especies invasoras.
El año del repunte
Después de un 2024 con cifras alentadoras –sólo 317 casos confirmados, una caída del 96.8% respecto al año anterior–, 2025 arrancó con calma, pero dio un giro en cuestión de semanas.
De acuerdo con la Secretaría de Salud federal, en la primera semana de octubre los casos probables de dengue se duplicaron en Yucatán: de 113 a 225 en apenas siete días. Los confirmados pasaron de ocho a doce, un incremento del 50%.
El repunte coincidió con las lluvias intensas e inundaciones que afectaron a Mérida y varios municipios del oriente del estado. En cuestión de días, patios anegados, macetas y azoteas se convirtieron en criaderos.
Hasta la semana epidemiológica 40, el estado acumulaba 2 mil 739 casos probables y 139 confirmados, un 38% menos que el año pasado, pero con tendencia al alza. Las autoridades confirman dos muertes por dengue en lo que va del año y mantienen bajo vigilancia a tres más.
Los municipios de Tekal de Venegas y Sinanché son considerados zonas epidémicas, mientras que Dzemul y Chikindzonot figuran como áreas de alarma.
El visitante inesperado: Aedes vittatus
A mediados de 2025, el equipo del Laboratorio de Arbovirología del CIR-UADY, encabezado por el investigador Carlos Baac Baac, confirmó un hallazgo sin precedentes: la presencia del mosquito Aedes vittatus en Yucatán.
El primer ejemplar fue localizado en Xcalacoop, cerca de Chichén Itzá, y posteriormente se registraron otros en Tinum y Mérida, con más de 100 km entre los puntos. “Este mosquito no es nuevo para la ciencia, pero sí para el continente americano”, explica Baac Baac. “Puede transmitir virus como dengue, zika, chikungunya y fiebre amarilla. Lo preocupante es que habita tanto en entornos domésticos como silvestres, lo que podría convertirlo en un puente entre ambos ecosistemas”.
La Secretaría de Salud de Yucatán (SSY) confirmó oficialmente su presencia. Aunque no se considera todavía una especie establecida, las condiciones del estado –clima cálido, humedad alta y presencia constante de criaderos– podrían favorecer su adaptación.
El laboratorio del CIR mantiene vigilancia genética y de campo para determinar el origen exacto del mosquito y su papel potencial en la transmisión de enfermedades.
Una relación antigua y compleja
El dengue, el zika y el chikungunya comparten un mismo vehículo: la picadura de un mosquito infectado. Ninguna de estas enfermedades se transmite directamente entre personas, salvo casos excepcionales como el zika durante el embarazo.
Sus síntomas –fiebre, dolores musculares, malestar general– se confunden fácilmente entre sí. Pero las consecuencias pueden variar: el dengue puede derivar en cuadros graves, el zika afectar el desarrollo fetal y el chikungunya provocar intensos dolores articulares que duran semanas o meses.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) advierte que las complicaciones del dengue grave –choque hipovolémico, hemorragias, daño hepático o cardíaco– son potencialmente mortales. De ahí la importancia de acudir a tiempo al médico y no automedicarse.
Clima, urbanización y descuido
Las lluvias torrenciales, el calor constante y los espacios domésticos con agua estancada conforman el ecosistema ideal para el mosquito. Yucatán, con su clima tropical y un patrón urbano en expansión, ofrece cada temporada nuevas oportunidades de reproducción.
Los especialistas añaden otro factor: el cambio climático. Las temperaturas elevadas aceleran el ciclo biológico del mosquito, mientras que las lluvias atípicas y prolongadas multiplican los criaderos.
A eso se suma la movilidad humana, que permite la entrada de nuevos serotipos virales y, eventualmente, de especies exóticas como el Aedes vittatus.
Zumbido que se puede silenciar
Pese a los avances científicos, no existe un tratamiento específico para el dengue ni una vacuna universalmente aplicable. La prevención sigue siendo la mejor herramienta. El llamado es claro: eliminar criaderos. La campaña estatal “Lava, Tapa, Voltea y Tira” se mantiene como la más efectiva.
Lava con cepillo y jabón los recipientes que almacenan agua. Tapa los depósitos para evitar que el mosquito deposite huevos. Voltea cubetas, macetas o llantas que puedan acumular agua de lluvia, y Tira cacharros y basura que sirvan de criaderos.
También se recomienda usar repelente, vestir ropa de manga larga y colocar mosquiteros en puertas y ventanas. Quienes duermen durante el día deben usar pabellón, ya que el mosquito pica principalmente al amanecer y al anochecer.
Ciencia, vigilancia y comunidad
La llegada del Aedes vittatus demuestra que el control vectorial no puede darse por sentado. Los investigadores de la UADY insisten en mantener una vigilancia entomológica activa y en fortalecer los programas de detección genética para anticipar riesgos.
Mientras tanto, la sociedad enfrenta el mismo reto que hace una década: no bajar la guardia. El zumbido del mosquito sigue siendo un recordatorio de que la salud pública depende tanto del trabajo científico como de la disciplina cotidiana.