Los pepenadores representan un eslabón importante en la cadena de los residuos urbanos. Ellos se encargan de hacer una etapa de reciclado de desechos, captando material de entre la basura que, posteriormente, venden para subsistir, todo ello sin usar guantes ni ropa adecuada, exponiéndose a enfermedades.
En Tizimín, las familias de pepenadores viven rezagados por la sociedad e incluso señalados. Habitan en viviendas construidas con lo que encuentran en los tiraderos, como plásticos o madera, que los exponen a las inclemencias ambientales, careciendo además de servicios básicos.
Muchas familias que se dedican a esta actividad viven en la colonia Comichén. Su labor se ha heredado por generaciones, y representan a una parte de la población que vive en pobreza extrema, que incluso no tiene acceso a apoyos gubernamentales, según afirmó Rosa María Cauich Dzib.
Noticia Destacada
El amor más allá de la vida: en Tizimín, una mujer recuerda a sus “perrijas” con un altar de Hanal Pixán
Por ello no existen las medidas necesarias que dignifiquen su labor, o que les provea de las herramientas adecuadas para el manejo de residuos. Lo peor es que no cuentan con salario, y no son reconocidos legalmente por las autoridades, y no cuentan con seguridad social.
La familia Cauich empezó pepenando en el basurero a cielo abierto que se ubicaba en la salida a Colonia Yucatán. Miguel Cauich y su esposa María Juliana comenzaron con esta actividad, en la cual, actualmente, participan incluso niños.
El trabajo que realizan es recuperar principalmente cartón y plástico PET. Sin embargo, explicaron que la persona que acude al relleno sanitario a comprarles ha reducido la cantidad que les paga.
Con respecto al plástico, anteriormente se vendía en siete pesos el kilo, y actualmente se los compran en seis. Lo mismo pasa con el cartón, que se redujo a la mitad y ahora se paga a 50 centavos.
Noticia Destacada
“Una gran pérdida que representa para todos”: Lamentan el saqueo y destrucción de la iglesia de Mopila en Yucatán
Asimismo, los pepenadores tienen que rebuscar entre los desperdicios, pues antes de ellos, los trabajadores del ayuntamiento ya realizaron una preselección al llegar al relleno sanitario. En un día de trabajo extenuante obtienen en promedio 200 pesos, de lo cual tienen que pagar el traslado desde la comunidad de X-Bojón, donde está el tiradero a ocho kilómetros de la cabecera municipal, y lo que les queda lo usan para comprar alimentos.
María Irene Puc, quien también se dedica a esta actividad, mencionó que lo que gana sólo le alcanza para frijoles y tortillas, y a veces no compra refresco, pues el dinero no es suficiente, lo cual tiene que ver con la reducción del costo por kilo de PET y cartón por parte de las empresas recuperadoras.
“Muchos piensan que trabajar en la basura es vergonzoso o humillante, porque en ella se hace el trabajo sucio que muchos se niegan a realizar”, explicaron los integrantes de las familias que viven de esta actividad, quienes hasta la fecha pasan prácticamente desapercibidas a los ojos de las autoridades, a pesar de los riesgos que tiene esta actividad.
SÍGUENOS EN GOOGLE DISCOVER: DA CLICK AQUÍ